El 25 de noviembre de 2007 en la montañesa localidad tabayulense Techo de Palomar, hallaron carbonizados los cuerpos de las cuatro hermanas Castaño en el sótano de su residencia familiar. ¿Murieron mientras dormían? ¿Se mataron entre sí? ¿A quién pertenecía el cuerpo de aquel varón aun sin identificar? Lo único claro del caso es que cuando los vecinos, alarmados por los gritos, vieron las llamas crecer, se quedaron inmóviles sin llamar a los bomberos, disfrutando así de la cálida estampa y del espectáculo dantesco de alaridos y fuego. Tanto sus muertes como sus vidas seguirán siendo un misterio… ¿O tal vez no?
A partir de la noticia anterior, Abel Zamora ha escrito «Pulveriza«, una obra de ficción y experimento, siniestra y juguetona.
Un autor valiente siempre, en un momento en el que los productores de teatro, pensando en la viabilidad de las funciones, piden la mayor economía de personajes. Zamora es muy fértil a la hora de crear personajes; Pulveriza, tiene seis.
Las funciones corales son un prueba de fuego para un dramaturgo, escribir diálogos y entretejer las historias requiere medir bien los tiempos, proponer una historia tras otra, entrelazarlas en el drama, que casen, y al final que todas queden cerradas. Una hazaña que no está al alcance de todos los que escriben, ni para algunos autores de éxito en funciones de pocos personajes.
Esta es una habilidad que tiene Zamora, y es una de las claves por las que me interese su escritura. Su óptica es sensible, pero siempre optimista, hasta cuando cuenta un drama como Pulveriza; y es que la vida no es drama o comedia a tiempo completo, todo se mezcla, y para saber el saldo hay que sumar los momentos de gozo y los de desdicha. Reír, se ríe hasta en las situaciones más penosas, igual que se respira, se come o se practica el sexo, porque nuestra cabeza cuenta un sin fin de recursos para realizar muchos corta y pega, para evadirnos.
Otra cualidad de la obra Abel es que sus funciones son hijas de su tiempo, y en medio del drama cotidiano, aparecen las referencias a las estrellas catódicas, la música que tanto nos marca, y hasta los bollos con cromo que masticamos a una edad del colegio a casa, y es que en su escritura está presente esa cultura televisiva que todo lo iguala.
Pulveriza podría ser un cuento cruel de dolor y frustraciones, un cuento de cuatro hermanas que viven aisladas como las hijas de Bernarda Alba y que acaban pereciendo entre llamas como la madre de los asesinos de Puerto Urraco.
Una hermana mayor que marca el ritmo de la venganza, una hermana predilecta sentada en una silla de ruedas, que encierra un secreto, otra que es tachada de orco por los chicos del pueblo, otra con vocación de stripper que se desnuda en la puerta de la iglesia y es el contento de los camioneros porque es un pibón, a la que naturaleza le ha jugado una broma pesada en su anatomía.
La lista de personajes la completa aborto, un ser extraño que guardan en el sótano, y un chaval listo y guapetón, al que han secuestrado para hacerle responsable de todos los vacíos y ofensas que les han hecho sus convecinos.
Perpetrado el secuestro, y con tiempo para ejecutar la venganza porque esperan algo comparado en la teletienda, acosaran y acusaran al chico que se defiende como un jabato, e intentará sacar lo mejor de sí para seducirlas de una en una, a las hermanas e incluido aborto para que lo liberen.
Otro talento de Abel es escribir unos personajes muy apañaditos para supervivir, como es el caso de algunas de las hermanas, que aunque no cuenten con más de un par de neuronas las enfilan bien. Lo que proporciona situaciones realmente cómicas, y cuando crees que el chaval la tiene en el bote da un giro la situación, todo dentro de una estética de terror psicológico de telefilm de serie B con un personaje psicópata que no ha acabado de crecer y aún guarda sus juguetes en el sótano de su casa. No hay nada más siniestro que unos juguetes fuera de contexto.
No es hacer ningún spoiler decir que allí nadie era bueno y que no se salva ni el tato de la quema, el público disfruta como un enano contento de la función.
Si decía que el autor tiene una facilidad enorme para crear personajes, también tiene la habilidad para dirigirlos. En este caso, cuenta con un reparto estupendo, encabezado por él mimo, al que yo vi interpretar a la hermana mayor; Nuria Herrero compone a la paralítica puñetera con todo rigor; María Maroto, gracias al maquillaje, es la chica orco aficionada a las series y programas de la franja adolescente, y cuenta con una buena bis cómica; Mentxu Romero es el pibón con vocación de Stripper, está muy bien, como siempre. A David Matarín, como es normal, porque no hay mucha oferta, es la primera vez que le veo hacer de feto, toda una creación de personaje-monstruo, y si todos están bien, Juan Blanco compone un secuestrado encantador e inasequible al desaliento para librarse del manicomio donde ha caído.
Tampoco quiero dejar de señalar el primoroso trabajo del diseño de vestuario realizado por Puri Peláez, las estupendas caracterizaciones que ha hecho MakeUp Creative, y las luces de Tomas Pérez, todos ellos fundamentales para crear esta extraña familia con invitado a la fuerza.
No sé si habré logrado suscitar la curiosidad por la obra, pero os recomiendo que vayáis a verla, os sorprenderá y pasaréis un buen rato.
Título Pulveriza / Texto y dirección Abel Zamora / Reparto Abel Zamora, Juan Blanco, Nuria Herrero, María Maroto, David Matarín y Mentxu Romero / Ayudante de dirección Paula Llorens / Fotos y Cartel Jordi Boronat / Diseño de iluminación Tomas Pérez / Diseño de vestuario Puri Peláez / Caracterización MakeUp Creative / La ConMovida Produciones
Sala Nave 73 Madrid. Viernes de marzo y Abril de 2016 a las 20:00 horas