Traducción de Viorica Patea y Fernando Sánchez Miret.
Proyectos de pasado es un libro de largo recorrido en el sentido de su trayectoria de época (el trasfondo de los relatos, la historia de Rumanía desde 1945 hasta 1989, dos dictaduras comunistas la de Gheorghe Gheorghiu-DEj y la de Nicolae Ceausecu), uno de esos libros, con independencia de su narrativa (metafísica, misteriosa, poética, alegórica, lírica, de realismo mágico) que, narrando la tragedia de una época con deportaciones, destierros, detenciones, torturas, miseria, censura y persecución, ahonda en la realidad y las consecuencias dramáticas de la oposición al régimen totalitario comunista. De hecho, hay una analogía con la vida de Ana Blandiana: ella se erige en testigo de la historia, las secuelas de su oposición al régimen de Ceaucescu son en primer lugar, silenciar su obra, en segundo, perseguirla.
En derivación del mal y el hostigamiento del dictador, no queda otro remedio que utilizar la literatura para buscar la vida y la verdad. El gran valor de esta novela, teniendo en cuenta que hoy día uno puede escribir sobre el régimen nazi o la primera guerra de Chechenia sin haber vivido absolutamente nada de tales penurias, es la posibilidad de que el lector pueda contemplar una narradora testigo, pero a su vez personal, omnisciente, familiar, conocedora de todas las realidades dramáticas posibles, a través de la que ella vivió, por tanto es una novela mucho más personal y trascendente que notarial o documentalista. Es la constatación de que la realidad precedente a la hecatombe se convierte, como siempre que llega la tragedia, en irreal e inverosímil.
Cada relato de Ana Blandiana es una reprobación, una crítica al totalitarismo, y en consecuencia una alegoría a la esperanza, desde el niño que logra ver la realidad del delfín agonizando en la orilla frente al mundo que lo ve como puro artificio hasta el hombre que logra ser feliz y olvidar su pasado en el páramo desértico al que ha sido desterrado.
A fuerza de escuchar atentamente y de tomar en serio los relatos, siempre repetidos e idealizados, del tío Emil, la única conclusión que se desprendía era que el tiempo pasado en la isla en medio de aquel océano de tierra había sido el período más feliz de su vida, el más venturoso y lleno de encanto, no sólo mucho más que los años presentes, dolorosos, difíciles de comprender y aceptar, sino incluso mejor que los inmemoriales tiempos anteriores, perdidos en el horizonte de su juventud, que desde la superioridad del sufrimiento parecían no solamente libres de penalidades, sino también de interés.
Son personajes con fe, no necesariamente dogmática o religiosa, sino con fe en la vida, en la reestructuración, en la renovación causa del dolor. En la anulación de la vida precedente para seguir vivos. Nadie se deja morir en Proyectos de pasado, todos tratan de aferrarse a la vida, pero no a cualquier precio, sin renunciar a los valores éticos y a la dignidad del ser, aunque algunos no lo consigan.
Vivíamos, soñábamos, pensábamos como si hubiéramos nacido allí y nunca hubiéramos conocido más que las preocupaciones agudas y claras por la supervivencia, de modo que nuestra alma estaba siempre presente allí, y la solución de los problemas y el mero hecho de vivir adquirían un aire patético y esencial, casi solemne, como si en aquellas condiciones vivir supusiera cumplir con un ritual cargado de significados superiores.
Hay ciertas líneas divisorias en la literatura de Ana Blandiana, las fronteras entre la realidad y la ficción quimérica, con todo un conjunto de alegorías, posturas políticas y filosóficas, incluso una geografía tan ilusoria que parece real, de tanta coherencia y peso de los ideales y la narrativa de Blandiana. Escritura como ejercicio de resistencia.
Siguiendo en la línea de posición política, vital y filosófica de Proyectos de pasado, hay un cuento, Imitación de una pesadilla, que huela a canela, a rancio y a petróleo, como cualquier dictadura, y a gordo borracho, fumador y sudoroso (como cualquier dictadura). Un relato protagonizado por la propia Ana Blandiana que, proyecta la cobardía de la gente mientras ella es retenida por un policía, evidentemente como muestra de terror totalitario, un policía sucio, grasiento y borracho.
En conclusión, la obra de Ana Blandiana, es justa y valiente; todo está conectado, esa es la evidencia que parece mover Proyectos de pasado, la forma en la que la autora pone en línea elementos y vivencias que parecen a menudo contradictorias, donde reconocemos su talento y originalidad: un lugar perdido de la mano de Dios rodeado de un océano de tierra no parece el paraíso, pero puede llegar a ser algo parecido, aunque solo fuera por la lejanía del tirano y la cercanía de nuestros seres queridos, en ese mismo infierno que parece edénico. Un libro de coordenadas tan universales que siempre tratará de hoy, de ayer, de mañana. No solo literatura para trata de cauterizar las heridas, sino literatura eterna.