En el programa de mano se detalla el recorrido de Pródigo hasta llegar a Nave 10: una versión itinerante, nacida en el Teatre El Musical, luego en el Rialto, y ahora adaptada a un espacio escénico convencional. Esta aclaración importa porque cada montaje ha debido generar respuestas distintas del público.
El espectáculo, escrito y dirigido por Eva Mir, se presenta como una llamada universal al regreso a la “casa del padre”, aunque en esta versión el mito del hijo pródigo no se consuma: no hay retorno ni abrazo final. La historia arranca en una familia de charcuteros cuya vida cambia tras la visita del rey Juan Carlos, que celebra la calidad del producto, un hecho inesperado que les permite integrarse en una gran empresa. El hijo mayor narra cómo vivió ese tránsito hasta su ruptura definitiva con la compañía (y con el padre) a los 25 años. Su decisión, más cercana a una serie como Élite —problemas de niño rico—, deja a su hermana como heredera del negocio. Su viaje no lo conduce al derroche de una fortuna como en la parábola, sino apenas a un barrio de la periferia sur, donde se cruza con la hija del dueño del bar La Cuna. A partir de ahí todo es incierto, sin ahondar.
Mir demuestra buen oído para los diálogos entre los tres jóvenes protagonistas: están escritos con autenticidad y defendidos con entrega por el elenco más joven —Laura Romero, Pablo Justo y Aurora García Agud—.
El padre queda apenas esbozado, aunque Íñigo Rodríguez-Claro brilla tanto como dueño del bar como disfrazado de cordero empanado, convertido en hombre-anuncio de la marca familiar. El personaje de la madre, en cambio, se desajusta: tan pronto charcutera terrenal como difunta grandilocuente, con parlamentos solemnes que contrastan con la frescura del resto. La interpretación y el buen timbre de Sonia Almarcha acentúan esa distancia.

En el plano visual, destaca el vestuario de Mary Garlic 2000: quizá demasiado “vestido” para una charcutera en plena faena, pero con un hallazgo memorable en la chaqueta azul deconstruida que porta en sus visitas desde el más allá. Laura Romero y Aurora García Agud también lucen un vestuario adecuado, mientras que el hijo, interpretado por Pablo Justo, aparece con camisa blanca y pantalón gris, casi un uniforme escolar sin corbata ni chaqueta. El mismo atuendo lleva Íñigo Rodríguez-Claro, aunque en su caso resulta menos chocante.
El espacio escénico, firmado por Isaac Rovira y Randoll Rocafort, está resuelto con equilibrio: ni falta ni sobra nada. El diseño de iluminación, de David Picazo, aporta su habitual rigor. La música y el espacio sonoro de Marcos Nadie, presente en escena, suman intensidad y alcanzan un momento cumbre cuando canta junto a Romero y García Agud.
El saldo final es desigual: abundan los aciertos en actuaciones, diálogos y recursos sonoros, pero el texto se dispersa. Esa dispersión puede justificarse como la lógica del recuerdo, aunque corre el riesgo de diluir la atención del espectador en anécdotas familiares o discursos de ultratumba. Cuando la madre describe el más allá —un cielo con matanzas y fantasmas alimentados por un cerdo—, la propuesta roza lo peregrino. La imagen de “estar de cuerpo presente” se explota como última conciencia del cadáver, una fobia universal, pero a esas alturas los personajes ya se han desdibujado, salvo la hija como interlocutora. El final se prolonga y deja la sensación de que la obra pudo haber concluido antes.

Pródigo, se estrenó el 9 de octubre de 2025 en NAVE 10 Matadero Madrid TEXTO Y DIRECCIÓN Eva Mir ESPACIO SONORO EN DIRECTO Marcos Nadie INTÉRPRETES Laura Romero, Aurora García Agud, Sonia Almarcha, Íñigo Rodríguez-Claro, Pablo Justo y Marcos Nadie DISEÑO DE VESTUARIO Mary Garlic 2000 DISEÑO DE ESPACIO ESCÉNICO Isaac Rovira y Randoll Rocafort AYUDANTE DE DIRECCIÓN Eva Carrera DISEÑO DE ILUMINACIÓN David Picazo PRODUCCIÓN DE La Negra Produce EN COLABORACIÓN CON Institut Valencià de Cultura, Ajuntament de València, Teatre El Musical, Diputació de València y Escalante Centre Teatral



