PRETTY WOMAN, el musical.
Por NACHO CABANA.
Llega al teatro Apolo del Barcelona la versión musical de la incombustible Pretty Woman, una de esas películas que nunca pinchan en su reposición televisiva aunque hoy en día su argumento no obtendría el beneplácito del canon moral vigente.
Lo primero que hay que celebrar es que se trata de un estreno, no de lo que, en el entorno USA se llama un “revival”. Pretty woman, el musical nunca se ha representado en España y cuenta, además, con una partitura original de Bryan Adams y Jim Vallance que, aunque con las canciones traducidas al castellano, se ha respetado en la producción que nos ocupa.
Tampoco Jorge Arqué (antaño responsable de la extinta Videomedia) ni Marc Gómez han tenido la tentación de adaptar el texto original a nuestro país, respetando así mismo la época en que se desarrollaba la Pretty woman original y evitando los siempre deplorables chistes ibéricos orientados a lograr el codazo cómplice en los espectadores más básicos.
El resultado es un musical de mediano formato, que aprovecha bien sus elementos escenográficos (aunque se eche de menos un cochazo en la primera y la última aparición de Lewis), cuenta con un vestuario que intenta acercarse al del original (aunque a veces se quede algo corto) y con varios números musicales por encima de la media.
Destaca entre estos últimos, Una noche en la ópera en donde la directora Carline Brouwer y la coreógrafa Denise Hollad Bethke combinan con suma delicadeza fragmentos de La Traviata (estupendo contar con una cantante lírica, Lara Sagastizabal, para este fragmento) con la canción que el protagonista masculino, acertadamente interpretado por Roger (Company, El médico) Berruezo, interpreta desde el palco que comparte con la Pretty Woman en cuestión.
Cristina Llorente (Ghost, A) es la encarnada de encarnar a Vivian, el personaje que lanzó al estrellato a Julia Roberts hace ya más de 30 años. Y lo hace con un estupendo dominio de la voz que tiene su mejor momento en la canción No hay vuelta atrás y recuperando en algunos momentos clave los gestos y mohines de la intérprete de Magnolias de acero.
Al lado de los dos protagonistas, Erika Bleda hace gala de un (algo incontrolado) chorro de voz que la directora sabe usar de manera cómica en la escena donde es invitada por Vivian a la suite en la que ha pasado la noche junto a su cliente. Rubén Yuste, por su parte, hace un considerable esfuerzo al desplegarse en tres personajes aunque, en mi opinión, tiende a llevarse el texto a una sobreactuación pretendidamente cómica que solo funciona puntualmente; al igual que ocurre con alguno de los miembros del coro cuando tienen alguna puntual intervención relevante.
Rodeo drive o el número final del primer acto, No hay nadie igual, son otros momentos muy valoradles de esta Pretty Woman, el musical que, al contrario de lo que suele ocurrir, agarra altura desde su intermedio al desenlace.