Presentación de Las damas de la Moncloa, de Mª Ángeles López de Celis

Presentación de Las damas de la Moncloa, de Mª Ángeles López de Celis

Acudimos a la presentación de Las damas de la Moncloa, un libro en el que Mª Ángeles López de Celis nos habla de las consortes de los presidentes de la democracia española. Seis mujeres que poco tienen en común, pero que en un momento de sus vidas se mudaron con su familia al palacio de la Moncloa y, de alguna manera, sirvieron de referente para la mujer española.

La periodista Rosa Villacastín, muy familiarizada en otros tiempos con la información política, nos introduce en esta charla, coloquio, presentación en la que saltamos desde las tensiones de la Transición a las miserias económicas del presente; desde los intelectuales de la Bodeguilla, hasta la decoración versallesca de la era Aznar… y con un tono burlón unas veces, melancólico otras, amable siempre; arropó a de Celis en la tarea de darnos a conocer su libro.

Rosa Villacastín:

Tengo que felicitar a María Ángeles porque es verdad que nos ha hecho un retrato, en trazo gordo unas veces, y muy suave otras, de cada una de las mujeres que han ocupado la Moncloa. Algunas lo han hecho encantadas de la vida, como es el caso de Ana Botella que sabía que estaba predestinada y ha luchado, como sabéis…(risas) y otras a las que les ha venido dado y no les gustó. Pero yo creo que la actitud de todas ellas hay que reconocérsela, todas han dejado en muy buen lugar a la mujer, que es lo importante en estos casos y si te parece, yo empezaría por preguntarte cuál de todas ellas, pero mójate, ¿cuál de todas ellas ha ejercido más y mejor el poder?.

Aznar y Botella en su primer día de la Moncloa

Ángeles López de Celis:

Esta pregunta es muy fácil de responder: Ana Botella, sin duda. Nunca ha tenido el más mínimo problema en reconocer que estaba encantada en llegar a la Moncloa, de que su marido fuera el presidente del gobierno y de manejar el cotarro que es lo que a ella realmente le gusta. La llegada de los Aznar fue un cambio en el palacio de la Moncloa porque es un matrimonio con una filosofía conyugal muy a la americana, se complementaban muy bien entre los dos. Ana Botella es una mujer que ha nacido para mandar por lo tanto se le da muy bien hacerle una labor a su marido de cubrirle sus carencias porque, aunque José María Aznar es un hombre muy capaz y muy preparado, tiene unas carencias personales que no debemos olvidar. Yo siempre he dicho que José María Aznar ha tenido en su mujer el mejor activo.

Rosa Villacastín:

Yo siempre he pensado que Ana Botella era la cara amable de Aznar, porque tampoco el “chiquillo” es que sea muy simpático… pero después de leer el libro creo que ella ha ejercido el poder con contundencia. Hay anécdotas que cuentas en el libro que parece que Ana Botella montaba el cristo con todo el mundo cuando pasaban según qué cosas…

José María Aznar y Ana Botella desayunando en el palacio de la Moncloa

Ángeles López de Celis:

Ana Botella se define desordenada, maniática y muy coqueta. Yo añadiría que además es muy lista, muy simpática y muy optimista, cosa que su marido no es; pero además es altiva y prepotente. Cuando uno ejerce el poder con prepotencia, lo que los demás sienten es miedo. Ana Botella era temida en sus reacciones. Teníais que ver la maleta que hacía cuando se iba de viaje oficial José María, como vuelve en perfecto estado, todo colocado; y la suya es un caos absoluto que no hay quien la cierre. En ese caos y ese desorden, Ana Botella era muy dada a perder cosas, perdía cosas constantemente. Cuando se daba cuenta de que había perdido algo, o algo le faltaba, se enfadaba muchísimo y se ponía de muy mal humor y los demás tenían miedo de sus reacciones, empezaba a flotar una especie de sospecha a ver si alguien se había quedado con algo… en fin ese tipo de cosas muy incómodas para la gente que trabajaba en Moncloa. Había trabajadores que no dormían en varias noches. Cuando se perdió la famosa pulsera en el viaje oficial a México fue un incidente muy desagradable, luego al final llamaron del hotel para decir que la pulsera estaba allí y que no había desaparecido.

Rosa Villacastín:

Yo creo que un contrapunto a Ana Botella podría ser Amparo Illana, la primera dama de la Moncloa y que a niveles de intendencia del hogar, no tiene nada que ver a lo que después cada una fue aportando. Pero empecemos por el principio: Cuando nombraron presidente a Adolfo Suárez ella estaba en Ibiza y tardó varios días en volver a Madrid ¿por qué?

Adolfo Suárez y Amparo Illana con sus hijos

Ángeles López de Celis:

Bueno la verdad es que había un distanciamiento en el matrimonio, eso era evidente. No estaban separados, pero sí distanciados. Ella no se sentía bien, llevaba un tiempo mal porque su madre había muerto hacía poco, tenía muchos dolores de espalda y decidió irse unos días a Ibiza con sus hijos. Durante esos días se produjo el nombramiento como presidente del gobierno y a ella que le aterraba volar, decidió volver en barco y tardó tres días en llegar a Madrid. Cuando regresó todos los trámites del nombramiento ya habían terminado.

Rosa Villacastín:

Bueno, yo creo que él estaba muy bien acompañado, todo hay que decirlo, tampoco necesitaba demasiado la compañía de Amparo. Todos sabemos que Adolfo estaba con una persona que fue «musa de la Transición«. ¿Tú crees que Adolfo y Amparo llegaron a un acuerdo en el que marcaron cual debía ser el comportamiento de cada uno en su matrimonio?

Adolfo Suárez con Amparo Illana

Ángeles López de Celis:

De alguna manera sí. Sin embargo existía cariño entre ellos, independientemente de que Adolfo Suárez tuviera sus historias. Hay que reconocer que Amparo Illana era muy depresiva, con una religiosidad muy fundamentalista, era una mujer que se pasaba el día con el rosario, y para él, que era un hombre optimista, exitoso, carismático y seductor, tener al lado este alma en pena, resultaba muy duro.

Por la vida de Adolfo Suárez pasó mucha gente, pero una de ellas le caló especialmente: Carmen Díez de Rivera. Por supuesto no tiene nada de particular que dos personas tan atractivas llegaran a enamorarse.

Adolfo Suárez González, presidente del gobierno español 1976-1981

Rosa Villacastín:

Yo recuerdo en un viaje que hicimos a Galicia en unas elecciones autonómicas, Adolfo Suárez ya había dimitido; yo ba en el coche con él y me dijo que a quien primero tenía que conquistar en esa nueva etapa de su vida, era a su familia porque la había perdido totalmente. ¿Tan difícil es la vida de los presidentes en la Moncloa que no pueden ni atender a su familia?

Ángeles López de Celis:

Sí, es difícil. No es una exageración ni es quejarse por vicio. La vida de un presidente del gobierno es extremadamente dura. Yo creo que si no tuvieran a sus parejas a su lado sería realmente insoportable. Cuando Amparo enfermó no se separó de ella ni un solo día. No consentía que nadie la cuidara ni la atendiera, era una especie de obsesión. Fue una época muy dramática que se acentuó después con el fallecimiento de su hija y creo que tras estos sufrimientos están en la génesis de la enfermedad que padece desde hace años, Eso está clarísimo. Yo creo que cuando dejó de ser presidente Adolfo Suárez, que era un hombre muy sencillo, muy austero que no tenía apego al dinero; se dedicó a su mujer y a su familia y nada más. Amparo siempre le decía que sus hijos entenderían algún día por qué había tenido que renunciar a esa vida familiar durante un tiempo y que estarían muy orgullosos de su padre.

Rosa Villacastín:

Pasamos ahora al gran desconocido de los presidentes que han pasado por Moncloa: Leopoldo Calvo Sotelo. Para mi era el hombre más inteligente de todos, el mejor preparado y el único que ha hablado idiomas. Él y su familia se adaptaron rápidamente porque Pilar Ibáñez- Martín se tomó lo de la presidencia como la cosa más natural del mundo y se mudaron a la Moncloa como una etapa más de su vida. ¿Cambiaba mucho el ambiente con el cambio de inquilinos en la Moncloa?

Ángeles López de Celis:

Sí, era un cambio importante. Cada familia es distinta, quiero decir que unas llevan niños pequeños, otras los llevan ya mayores, por lo tanto esa vivienda tiene que adecuarse en cada momento a la idiosincrasia de esa familia que va a vivir ahí durante años. Hay una diferencia muy grande entre el palacio de la Zarzuela y el de la Moncloa. La Zarzuela está pensado con una continuidad. Ahí vive una familia que va a vivir siempre, que no ha tenido a nadie antes y que nadie va a vivir después. Sin embargo la Moncloa parece un hotel. Hay un trasiego de gente continuo y eso quieras que no resta mucho esa sensación de hogar para cualquiera que lo intente.

Pilar Ibáñez-Martín es una mujer muy especial tiene 82 años y la tendriais que ver… Para mi ha sido una persona maravillosa que desde el primer momento ha colaborado en todo lo que le he pedido para este libro; me abrió las puertas de su casa… no os imaginais lo divertida y lo simpática que es. Ha sido una persona que pasó por Moncloa un período muy breve pero dejó un recuerdo maravilloso. Es una persona pragmática que no se deprimió jamás. Siempre se hartó de alabar el palacio, la casa, al personal y que todo le parecía estupendo a pesar de las dificultades económicas que tuvieron que pasar al llegar a la Moncloa. Leopoldo Calvo Sotelo ganaba mucho dinero en la empresa privada.

Rosa Villacastín:

Yo recuerdo unos días antes del 23-F en los pasillos del Congreso con Leopoldo Calvo Sotelo y le dije: te juego una cena a que vas a ser el próximo presidente del gobierno… y el me decía ¿tú por qué quieres que yo sea presidente? Y yo le respondí que porque era el único que no llevaba camarilla detrás. Bueno pues cuando le nombraron presidente lo primero que hizo fue llamarme para invitarme a cenar a la Moncloa a cenar con su familia. Eso demuestra el talante de la persona que fue.

Leopoldo Calvo Sotelo en su escaño del Congreso en 1982

Y de ellos pasamos a los que más tiempo han estado en la Moncloa: Felipe González y Carmen Romero. ¿Por qué a Carmen Romero no le gustaba la Moncloa?

Ángeles López de Celis:

A Carmen Romero no le gustaba nada aquello porque ella pensaba que su vida sencilla con su familia y su Sevilla del alma se había terminado. Carmen Romero estaba casada con un hombre absolutamente carismático que anulaba a todo el que estaba a su lado. A ella le costaba un esfuerzo constante mantener su independencia y su personalidad tan marcada. Era una mujer muy valiente, con una diginidad increíble.

Yo quería ser como ella. Yo quería ser una mujer independiente, comprometida, progresista, trasgresora de esa España casposa. Feminista pero ponderada, en fin, una mujer que llevaba muy a gala su labor como docente pero también madre y esposa y siempre leal a su marido pasara lo que pasara a pesar de los problemas matrimoniales que tuvieron a lo largo de todos esos años.

Felipe González y Carmen Romero con sus hijos Pablo y David

Rosa Villacastín:

¿cómo se vivía el drama del terrorismo en la Moncloa? ¿qué pasaba cuando a las tres de la madrugada sonaba ese teléfono rojo para dar una noticia de ese tipo? ¿Cómo se vivía eso a nivel familiar?

Ángeles López de Celis:

Es curioso porque los atentados más espectaculares siempre se producían a última hora de la noche o a primera de la mañana con lo cual, el presidente, era el primero en enterarse y lo compartía rápidamente con su familia. Normalmente los presidentes hablan poco de los problemas de estado, de los asuntos que llevan entre manos a cualquier nivel; sin embargo los problemas de terrorismo tienen un carácter totalmente distinto. Uno necesita compartirlo enseguida. Es una sensación de que hay que descargar.

Puedo contaros una anécdota para que veáis como funciona la cosa. Durante esos años, que fueron los peores en cuanto a terrorismo, Felipe González fue a un acto de la integración de España y Portugal en la Unión Europea y en pocos días se firmaría en Madrid el documento de adhesión. Durante ese vuelo informaron al presidente de que se había producido un atentado terrorista: les había estallado una bomba a los artificieros que estaban intentando desactivarla. Ambos fallecieron en el acto. El presidente, al oír esto, se transmutó. Fue una cosa impresionante. Los periodistas que iban en el avión se quedaron estupefactos. Es como si de repente Jekyll se hubiera transformado en Hyde. Empezó a maldecir, a insultar a todo el que se le pasaba por la cabeza. La gente estaba impresionada de la reacción tan agresiva del presidente, pero es que creo que no lo pudo evitar. Fue una válvula de escape, ya no podía más porque era un momento tan importante para España y el terrorismo volvía a echarlo a perder y acabar con las ilusiones de todos los españoles.

Rosa Villacastín:

¿Fue la famosa Bodeguilla otra válvula de escape a la que iban los intelectuales y gente con la que podían divertirse?

Ángeles López de Celis:

La Bodeguilla fue algo que los González intentaron organizar para escapar un poco de esa oficialidad de su vida. No era sólo una reunión de amiguetes, sino que ahí se cocieron muchos de los proyectos que el PSOE llevó a cabo durante esos años, porque se invitaba a mucha gente que era la representación de la intelectualidad de este país. Pero había un problema y ese problema era el propio Felipe González porque lo eclipsaba todo, cuando hablaba él, los demás no decían nada y llegó un momento en que la gente se hartó de ir a la Bodeguilla porque al final nadie exponía nada y el protagonista era siempre el mismo.

Felipe González y Carmen Romero en la Bodeguilla del palacio de la Moncloa

Rosa Villacastín:

Pero eso le pasa a todos, siempre que vas a verlos hablan y hablan y no dejan intervenir a nadie ¿Quizá ese sea uno de los efectos del síndrome de la Moncloa?

Ángeles López de Celis:

Sí, que no escuchan. El síndrome de Moncloa es un conjunto de síntomas que tienen que ver con el ejercicio del poder. Síntomas como el sentir que uno está por encima del resto de los mortales. La propia lejanía del palacio con el centro de Madrid acrecienta aún más esa sensación de estar fuera del mundo y es verdad que los presidentes se vuelven ciegos mudos y sordos porque además van del palacio al Congreso de los Diputados, de ahí al palacio del Eliseo de París… quiero decir que no salen de ese entorno político y es muy difícil que entiendan lo que les sucede al resto los mortales.

Rosa Villacastín:

Era pública y notoria la aversión que se tenían José María Aznar y Felipe González, no sé si eso se contagió entre las damas de la Moncloa, si Ana Botella sentía la misma aversión por Carmen Romero y viceversa…

Ángeles López de Celis:

Por supuesto Felipe González no entendía que los españoles pudieran cambiarle a él por semejante titiritero (risas, muchas risas), con ese bigote que parecía una persona sin entidad de ninguna clase. Él nunca lo entendió y por eso quizá se agarrara más al sillón y no había manera de echarlo de allí. Si el candidato de recambio hubiera sido otro –había políticos del PP por los que él sentía verdadero respeto- ¡¡pero por Aznar!! ¡¡Por Aznar ni lo más mínimo!!. Por otra parte a José María Aznar le costó mucho llegar a la presidencia y lo pasó muy mal porque era el blanco de todas las bromas, de todos los periodistas que se reían de su bigote y de lo pequeño que era, de sus ocurrencias… todo el día recibiendo estocadas. La verdad es que el hombre no lo pasó nada bien.

Los matrimonios González y Aznar juntos en el funeral por Leopoldo Calvo Sotelo en 2008

Rosa Villacastín:

Y llega José Luis Rodríguez Zapatero. Y quiero preguntarte por tu aversión hacia Sonsoles Espinosa ¿Qué te hizo Sonsoles?

Ángeles López de Celis:

No qué va, a mi me caía bien. Yo siempre pensé que su postura hacia el compromiso político de su marido era una equivocación absoluta. Creo que tiene que haber un término medio entre la férrea ocultación de Sonsoles y la exposición permanente de Ana Botella. Sonsoles durante los 7 años en los que su marido fue presidente, nunca hizo una declaración. Jamás abrió las puertas de su casa a los medios de comunicación. No quiso, bajo ningún concepto, llevar a cabo ninguno de los cometidos que se supone que tiene la consorte del presidente del gobierno. Se hartó de decir que ella no había hecho oposiciones para ser la mujer del presidente. Entonces cuando uno no quiere esa parte del asunto, no está bien que utilices las infraestructuras y la posición de privilegio en beneficio propio.

Sonsoles Espinosa en el palacio de la Moncloa

Rosa Villacastín:

¿Lo que en Sonsoles te parece mal, te parece bien en Elvira Fernández?

Ángeles López de Celis:

Pero ella nunca se ha mostrado tan esquiva. A mi el momento ese balcón de Génova cuando Mariano Rajoy perdió las elecciones en 2008 y Elvira abrazándose a su marido con esa solidaridad… ese momento me tocó el corazón. Me gusta Elvira.

Mariano Rajoy con Elvira Fernández Balboa

Rosa Villacastín:

Supongo que cada presidenta ha ido poniendo su sello. Ana Botella se llevó todos los muebles de su casa… pero de todas ellas ¿Quien es la que más ha cambiado el aspecto del palacio?

Ángeles López de Celis:

Yo estoy convencida de que hay una ideología política que tiene que ver con los gustos artísticos. Imaginad lo que fue la presidencia del gobierno cutre cutre de la Transición. En la era de Felipe González fue cuando realmente se transformó y se hizo una presidencia del gobierno acorde con las estructuras europeas y modernas que correspondían a España. Felipe González fue al que le tocó construir los edificios, incluso hizo un bunker. Es una miniciudad con 13 edificios, 2500 personas trabajando allí y es un montaje complicado.

Pero el edificio del palacio y el del Consejo de Ministros, los más emblemáticos del complejo, son los que están en la órbita de las esposas de los presidentes del gobierno. Ellas son las que pueden disponer y cambiar. Por eso, imaginad ese palacete neoclásico, un tanto ecléctico y un toque internacional, todo en colores suaves, minimalista, muy bonito, muy espacioso y diáfano… y llegó Ana Botella y dijo que era como un aeropuerto y que ¡¡¡¡de ninguna manera!!! (risas). Empezaron a aparecer, yo no sé de donde, tapices, consolas doradas, relojes que daban las horas y que nos ponían a todos de los nervios. Había una especie de biombo que era un cuadro de Santiago Apostol matando a los Sarracenos, todo lleno de dorados como Versalles…en fin, unas cosas alucinantes.

Mariano Rajoy y Elvira Fernández Balboa

Rosa Villacastín:

¿Se come bien en el palacio de la  Moncloa?

Ángeles López de Celis:

Se come estupendamente. Aunque la mejor época culinaria fue la de Felipe González. Se comía con contundencia. Zapatero y Sonsoles eran de gazpachos y pescado al horno y macedonia de frutas, muy ligero todo. Adolfo Suárez apenas comía, se mantenía de tortillas a la francesa y cigarrillos. Una vez invitó a Jaime Peñafiel a comer y éste contó los garbanzos que había en el plato: 25, ni uno más.

Rosa Villacastín:

¿De todas las damas cuál crees que podría llegar, por su carácter, a ser presidenta del gobierno?

Ángeles López de Celis:

Yo siempre digo que la mujer aporta algo más que va más allá de la psicología masculina, y posee una sensibilidad especial ante los problemas, ante las escaseces, ante la gente que lo pasa mal. No quiere decir que los hombres no piensen en ello; pero quizá una mujer tiene algo más de sensibilidad. Ahora mismo en el candelero tenemos a una Esperanza Aguirre que parece que puede tener sus opciones y una Carmen Chacón por el otro lado que tampoco hay que descartarla. Yo en tantísimos años de profesión, la espina que tengo clavada es la de no haber trabajado con una presidenta del gobierno.

Y para terminar sólo quiero que leáis este libro y que lo disfrutéis muchísimo. Un medio ayer lo calificó como un documento periodístico de utilidad pública, lo cual me gusta especialmente y que luego se lo recomendéis a vuestros amigos para que conozcan a estas mujeres tan especiales que son muy desconocidas, para que sepan quienes son, cómo enfocaron su vida durante el tiempo en que sus maridos dirigían España, y lo que quiero es que no olvidéis algo que es muy importante y es que junto a un gran hombre siempre hay una mujer, a veces, aún más grande.

Las damas de la Moncloa, de Mª Ángeles López de Celis, Espasa 2013

Autor

Nací en Madrid, pertenezco a un ámbito en el que la cultura ha colmado por sí misma muchos de nuestros anhelos y nuestra forma de sentir la vida. La literatura, la pintura, el teatro, la arquitectura, el cine, la música… el ARTE en general, son términos muy ligados a mí. Estudié filología hispánica en la Universidad Complutense aunque los avatares de la vida me empujaron por el mundo de la comunicación. He tenido la suerte de trabajar en algunos de los medios más importantes de España y, aunque no soy experto en nada, me complace ser aprendiz de todo.

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