Por NACHO CABANA.
La cercanía de Moncloa en Madrid con la zona universitaria hace que este barrio haya sido desde siempre un lugar iniciático para beber cervezas y otros brebajes menos dignos como la leche de pantera o el vaca Molly. Hacía mucho tiempo que no me internaba por sus calles de noche y el jueves pasado lo hice para acudir a la sala Penélope al concierto de los Ramonsters.
En la cola para entrar al local nos encontramos con un público más variopinto que el que desfila de bar en bar. Desde adolescentes que van a ver al ídolo de su reality favorito a cincuentones que probablemente vieron en directo a la banda de Joey Ramone durante su gira española de 1981. Entre medias, rockeros y rockeras habituales en los conciertos de Loquillo o Carlos Segarra. Todos con muchas ganas de ver en directo a una banda tributo con la que sus componentes solo pretenden divertirse. En palabras del propio cantante: esto no se hace por moda, ese el error, si alguien hace un grupo por seguir una moda está condenado a la frustración más absoluta. Para mí la música es un hobby, todo lo que venga después, bienvenido sea. Odio esa gente que dice “he hecho un disco, qué difícil es, y no vendo discos… ¿Tú que quieres? Cantar tus canciones o vender discos?.
Primero salió Nancy O, es decir, Marta Vaquerizo pinchando temas clásicos de rock de los 60 y 70. El ambiente se puso a punto para recibir a los Ramonsters que enlazaron, en el más puro estilo ramoniano, un tema tras otro sin interrupciones. Todos en español “porque yo no sé inglés”, algunos de los cuales ya habían tenido gloriosas versiones anteriores en castellano a cargo de Siniestro Total (Rockaway beach / Rock en Benidorm / Rock en Samil) o Un pingüino en mi ascensor (I wanna be sedated / Yo secuestré a Natasha / Yo quiero estar sedado).
Tanto Mario Vaquerizo como Enrique Bastante han hecho un esfuerzo en su estilismo para parecerse a los músicos originales. Manolo UVI, por su parte se muestra bastante incómodo cada vez que el marido de Alaska le besa la calva. A la batería, Rafa LeDoc, concentrado en sus baquetas. La gran sorpresa no es solo que la banda suena muy muy bien si no que Vaquerizo se defiende más que dignamente en su nuevo registro. No tiene una gran voz pero la sabe utilizar y cuenta con un timbre muy ochentero que se adapta estupendamente a las letras de Nacho Canut. Además luce una actitud rockera que le aleja de su personaje en Alaska & Mario. Todas las canciones están muy bien ejecutadas, no parece haber un ápice de improvisación.
Ni bises. Cuando suena el Hey ho let´s go convertido en Hey Ho vámonos, el concierto acaba para dar paso de nuevo, no a Mexican Acid Queen y Dinero DJ Set, como estaba anunciado, sino a Nancy O que pincha hasta que los empleados de la sala comienzan a fregar el suelo.
De vuelta a la noche de Moncloa, unas postadolescentes comparten con su móvil la foto que se han hecho con Vaquerizo al acabar el concierto mientras nos explican que muy cerca de allí se encuentra un bar con las cañas a 0´40.
Preferimos acabar la noche en El Chapandaz, tomando una leche de pantera.
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