En muchas ocasiones las ganas de los nuevos grupos por sonar diferentes, especiales y querer innovar como primera preocupación (algo nada criticable y que trae en ocasiones grandes descubrimientos) trae consigo dejar de lado ciertos sonidos clásicos y sencillos, que no fáciles, que todavía guardan en su interior mucho que ofrecer. Centrándonos en nuestro contexto más cercano existe ese rock and roll hecho en castellano, con cierta “denominación de origen”, que a veces se tiende a arrinconar. Es ese precisamente el espacio que han decido ocupar La Naranja Blossom con su disco debut “Pequeños lujos de domingos”.
Aunque estemos ante el primer trabajo de esta banda madrileña, sus integrantes ya se han fogueado por diferentes proyectos, el último y más reciente Los Incoherentes, del que formaban parte Adrián García y Juan Carlos Moya, columna vertebral del actual grupo. Es precisamente la voz del primero, con un particular tono y ese deje rasgado y canalla, que sería algo así como una mezcla entre el Iván Ferreiro de Los Piratas y Javi de Sonotones (banda con la que guardan en momentos algunas similitudes), una de las peculiaridades y puntos llamativos con el que cuentan.
Como si la cosa se tratara de reivindicar y a la vez posicionarse en ese rock and roll hecho en castellano, el disco ha sido producido por Eugenio Muñoz, mítico nombre por cuyas manos han pasado, entre otros, desde Siniestro Total a Los Enemigos, y cuenta además entre sus colaboradores con Rafa J. Vegas, bajista de Rosendo, o la armónica de Andreu Muntaner (Trogloditas). Una lista de nombres que deja bien a las claras cuáles son los parámetros por los que desean moverse y sus principales referencias.
En este álbum se pueden diferenciar dos formas relativamente marcadas (aunque en las que habrá que matizar) de desarrollar ese tipo de sonoridades. Se trata de los tiempos más rápidos y/o crudos por un lado y aquellos más lentos. Dentro de ese primer grupo destacarán temas como “Traje de fiesta” o “Un sueño limpio”, una mezcla contundente entre el hard rock y el blues habitual de bandas como Humble Pie, o el rock and roll más gamberro de “Generación”.
En el segundo tipo de composiciones hay que delimitar en principio aquellas que tienen las raíces del sonido americano clásico en sus entrañas, como el deje “folkie” que imprimen en “En el Tren de los ateos”, o el blues clásico y arrastrado de “Te arrepentirás”. En otro apartado, pero dentro de esos tiempos más relajados, habrá formas con un estilo más asequible para el gran público, como en “Traición”, con esa mezcla de sabores presentada de forma amable que puede recordar a Ariel Rot; el ritmo de vals que se imprime a “Santa Compaña” o la pegadiza y eléctrica “Estatuas de hierro”.
La Naranja Blossom acepta el reto con este disco debut de adentrarse en el rock and roll (tanto en lo propiamente musical como en su concepto) y lo hace adoptando formas diferentes, en las que se incluyen trabajar con su representación más cruda o por medio de asimilaciones en las que incorporan la melodía como elemento esencial. En todas ellas dan prueba más que sobrada de una alta solvencia y quizás sea en el primer tipo, cuando sacan su garra y “pureza”, en el que verdaderamente sus cartas son totalmente ganadoras.