El niño alargaba el cuello todo lo que podía.
¿Es verdad que vive en esa montaña? ¿No me estarás engañando? El padre negaba con la cabeza mientras sostenía en brazos a su hijo frente a la ventana del techo abuhardillado. El niño apoyaba las manos en los cristales e intentaba llegar con la mirada hasta la montaña nevada. Su padre tenía que decirle la verdad, pensaba, para eso era su padre, aunque había escuchado decir a su madre que mentía a menudo ya que escribía libros y en ellos se dicen muchas mentiras. Me gustaría que me llevaras un día hasta allá arriba, dijo poco después restregándose los ojos con las manos. ¿No sentirás miedo cuando lleguemos?, le preguntó su padre expectante. Papá, cómo dices eso. No nos pasará nada porque tú estarás conmigo. Cuando sea mayor yo también contaré cuentos a mi hijo. Serán historias de dioses que viven en las montañas y explican el mundo.
(1) Mi amigo Justo Sotelo asegura que mientras que un niño pida a sus padres que le cuenten un cuento, la literatura nunca desaparecerá.
http://sotelojusto.blogspot.com.es/
Tierno relato para un día como hoy, un 24 de diciembre, en plenas Navidades, en donde el corazón se ablanda, se estira y se alarga para fusionarse con los seres queridos, los más cercanos. Justo Sotelo desvela con sus palabras una vez más, la teoría de la mentira de Umberto Eco donde contempla los signos para referirse a la realidad, en cierto modo, para decir la verdad, del mismo que se puede mentir, manipular, falsear y contradecir o deformar lo real. Eco huye de lo que él llamó la “falacia referencial” es decir que el significado de una cosa tiene que ver con el significante de ella.
A través de la semiótica, Eco encuentra que el mundo real se puede convertir en ficcional por todo lo que esta disciplina usar para mentir. Es decir, un padre narra a su hijo, le cuenta cuentos e historias y le hace percibir verdadera la realidad, verosímil y posible aunque no lo sea. Le introduce en un mundo mágico y fantástico donde el escritor, autor o padre en este caso, dispone de la libertad para hacer desaparecer el límite en lo real y lo irreal y, donde a veces uno siente la necesidad de evadirse del mundo cotidiano.
En la ficción al escribir un cuento y posteriormente contarlo un padre a un niño, a su hijo en este caso, existe parte de mentira donde entra en juego el simulacro, la semejanza y la simulación – expresado ya por Justo Sotelo en el prólogo de “Cuentos de los viernes” que él mismo publicó en mayo 2015.
La literatura jamás se acabará, será eterna y esto será gracias a la narración de los cuentos contados a los niños; a través de ellos se fomentan los mecanismos cerebrales del niño por medio de la observación, la creatividad y la imaginación y son los vehículos necesarios para desarrollar su mente y crear una idea de mundo y de la realidad. De este modo el niño regula su propio proceso de aprendizaje por medio de un pensamiento estratégico que le hace buscar y acercarse a un conocimiento por un proceso cognitivo. De esta forma el niño observa y aprende por el aprendizaje significativo, crea su propio mundo de relaciones en su mente.
Curioso y original relato en donde Justo Sotelo pone el énfasis en el fomento de la literatura en donde los cuentos sumergen a los niños en la ficcionalidad más absoluta a través de los mundos posibles gracias a los mundos imaginarios entre el autor, los personajes y el de los propios lectores, en este caso, este niño al que su padre le asombra cada día contándole un cuento o una historia que nunca sabrá si es verdad o mentira.
Feliz Navidad al autor por su gran esfuerzo, talento e imaginación que desborda en cada cuento a título de regalo que nos hace en esta revista cada semana, el cuento de los viernes. Feliz Navidad con agradecimiento a la Revista Tarántula por fijarse en este excelente autor y publicarle sus textos.
Acabo de leer tu comentario, Almudena, y de nuevo tengo que felicitarte, y felicitarme. Haces un análisis espléndido del cuento y de todos los cuentos. Un abrazo y felices fiestas.
O no es la fantasía el motor que hace de un niño un hombre destino inevitable y de un hombre un niño destino fantástico?? quién pudiera ser el hombre que cuando escribe hace que los hombres vuelvan a ser niños…
Seamos siempre niños, Waldo, mientras podamos, claro. Un abrazo.