“A menudo se dice que la mayoría de los hombres piensan con el pene. En mi caso, me dejaba llevar por el apetito de mi entrepierna, pero paradójicamente ese hambre también residía en mi cabeza”
No he querido dejar de leer este libro porque es la confirmación de una modalidad en auge de literatura: la “erótica para mujeres”, y las españolas no se avergüenzan de leer estos libros como he podido constatar viajando en Metro o autobús y comprobando que no se han molestado en forrarlos. También lo confirma el éxito de su antecesora, Las sombras de Grey, lo que supongo ha animado a comprar los derechos de estas “melodías de pasión” a las editoriales de más de 15 países, incluido España. Algo hemos avanzado, al fin y al cabo son libros que ofrecen la mínima elevación que cabe exigir a un texto literario y no videos porno ni películas baratas. Pero no voy ahora a entrar en ese debate. Hablemos del libro.
Summer Zahova, una joven violinista de Te Aroha, Nueva Zelanda, trata de ganarse la vida en Londres tocando en orquestas de música clásica pero sólo consigue malvivir tocando en las calles. Aunque mantiene una relación que ya dura seis meses con Darren, una hombre guapo y lo bastante rico como para mantenerla, Summer no quiere convivir y mucho menos ser mantenida por un amante con el que apenas mantiene relaciones sexuales, porque “casi nunca bajaba entre mis piernas a menos que me hubiera duchado cinco minutos antes, y aún entonces sus lametones eran inciertos, y el dedo sustituía a la lengua a la mínima posibilidad que se le presentaba de hacerlo educadamente.” Abundan en el relato párrafos como éste, incluso más descriptivos, que no dejan lugar a dudas sobre la característica pornográfica de la novela que describe sin ambages las relaciones sexuales que mantienen los personajes.
Tras romper con Darren, Summer pierde en un tumulto callejero el violín, su único medio de vida y busca desesperadamente ayuda en Charlotte, una antigua compañera de viajes y aventuras, que la introduce en los clubes fetichistas de la ciudad donde Summer no encontrará trabajo pero descubrirá placeres como los azotes, las orgías y el voyerismo que mucha gente disfruta en público y en privado; un tipo de relaciones sexuales que la atraen y asustan al mismo tiempo. Según su amiga: “Londres está lleno de hombres y mujeres sentados con sus respectivas parejas en sus casas ante el televisor, con un plato de curry en la mano y un látigo en la otra.”
En esos momentos aparece Dominik, un extraño profesor de literatura que le regala un valioso violín a cambio de tocar en privado para él. Tras un sorprendente evento inicial, se producen una serie de incidentes entre ambos que les llevan a explorar juntos sus deseos ocultos.
La historia está dividida en capítulos, unos narrados en primera persona por Summer y otros por Dominik. La novedad consiste en que en este caso, no es el hombre el que pervierte a la mujer sino que son ambos los que van descubriendo su sexualidad. Dominik no es un psicópata ni Summer una ingenua y a los dos les gustan estos juegos de seducción que les llevan a emprender un camino que no tiene vuelta atrás.
Sin embargo, la historia da un vuelco cuando Summer acepta un trabajo en Nueva York donde Lauralynn, una compañera de la orquesta, conectada con los ambientes de las prácticas liberales de la ciudad, le presenta a Victor, un acaudalado hombre de negocios que se encarga de provocar que la sumisión natural de Summer salga a la luz: “dando un empujón sutil a su vena exhibicionista o satisfaciendo el insensato orgullo que la hacía meterse por capricho en situaciones sexuales desconocidas para ella”. Cuando Summer ve con estupor que está a punto de convertirse en “esclava”, pide ayuda a Dominik, dejando abierta la puerta a sucesivas “melodías de pasión”.
Hay continúas referencias a “Las cuatro estaciones de Vivaldi” y otros conciertos para violín de música clásica que Summer interpreta con pasión sensual y flashbacks sobre su infancia y adolescencia en Nueva Zelanda, donde comenzó su aprendizaje y su despertar sexual.
La prosa simple y elemental del relato nos conduce, una y otra vez, hacia supuestos paraísos de placer que en mi caso nunca llegan quizás porque mi libido está adormecida o porque lo más parecido a la literatura erótica que yo conozco fue una precoz lectura de El amante de Lady Chatterley, del escritor D.H. Lawrence, escrita en 1928 pero prohibida hasta 1960, y otras aún más antiguas, todas atractivas por haber sido prohibidas como la famosa JUSTINE, del Marqués de Sade (1740), libro incluido en el Index, o LA VENUS DE LA PIELES, de Sacher Masoch (1870) , de la que hice una adaptación teatral para el Lady Pepa, Café Teatro de Madrid dirigido por mi madre Concha Llorca, también en los años 70 pero dos siglos después.
En los 80 conocí a Henry Miller que había escrito en 1931 su TROPICO DE CÁNCER, por el que incluso le llevaron a juicio y no fue publicado hasta 1960, y descubrí los Cuentos eróticos que su amante, la escritora Anais Nin, compañera de los años de bohemia en París, escribió por encargo para sobrevivir, pero en España empezaron a publicarse los comics para adultos como Valentina, de Guido Crepax o Corto Maltés de Hugo Pratt, y mi interés por lo erótico derivó hacia los dibujos pornográficos de Tom de Finlandia, Milo Manara o Robert Crumb y de los españoles Nazario, Max, Onliyú, y también me hice asidua lectora de revistas españolas “para supervivientes” como “El Vibora”,.”Makoki” o “Bésame Mucho”, todas hoy ya desaparecidas “asesinadas” por los videos o por las páginas pornos de Internet.
Sin duda, el auge de esta literatura que los editores califican de “erótica” se debe a las lectoras, ya sean mujeres conservadoras que descubren cosas sobre el sexo que hasta ahora desconocían o mujeres progresistas que han permanecido alejadas del porno por ser calificado como “machista”. Su lectura puede ser un pasatiempo instructivo para hombres y mujeres y, en cualquier caso, mucho menos peligroso que vivirlo en realidad.
Vina Jackson, la autora, no existe: son dos autores británicos, hombre y mujer, que han publicado libros y son conocidos en el ambiente fetichista, pero de momento permanecen en al anonimato. No envidio la ardua labor de traducción de Esther Roig, por tener que escoger entre la amplitud de términos que cada idioma utiliza para hablar de los atributos sexuales. La trilogía se completará con otros dos libros: 80 MELODÍAS DE PASION en AZUL y 80 MELODIAS DE PASION en ROJO que aparecerán en breve.
Ochenta melodías de pasión en amarillo, Vina Jackson, MAEVA, 2013.
Sin duda una nueva inmersión en la prosa erótica. Leí la trilogía de Las sombras de Grey y he de confesar que llegó un momento en el que me saturé de tanta descripción erótico-sexual y sólo me interesaba la historia de fondo, aunque no dejaba de sorprenderme, de alguna manera, esta claridad a la hora de contar las relaciones sexuales de los protagonistas… Nueva trilogía, lo tendré en cuenta! Gracias
Tengo ganas de leer la trilogía pero por ahora tengo material que me parece más interesante. Leí buenas críticas y tal vez se deba a lo que comentas, que sus autores se mueven en el ambiente que han recreado. Y es que a mí 50Sombras me pareció horrible y con un trabajo de documentación malísimo, lleno de clichés y estereotipos, por no hablar del «cuento de princesa» que vive la protagonista.
Espero que no me decepcione cuando lo lea ^^
Por mis investigaciones, me ha interesado particularmente el párrafo en el que hablas de las producciones en el café-teatro Lady pepa en los años setenta. Me gustaría entrar en contacto contigo para que me explicases con un poco de detalle, si eres tan amable, las actividades de tu madre, Concha Llorca, y las tuyas propias en la época también. ¿Podrías escribirme a mi dirección eléctrónica?
Muchas gracias.