Los actores Beatriz Arguello y Alberto Velasco, en el fragmento de una imagen de Javier Naval
Numancia: ‘No se puede ahondar más en el arte ni en la vida
Con esta sentencia tan absoluta valoró Azorín la tragedia de Cervantes tras releerla en 1935. Y es que el periplo de la considerada mejor tragedia del Siglo de Oro ha sido irregular desde que el genio alcalaíno la escribiera entre 1582 y 1585, en los mismos años en que el Teatro Español comenzó su andadura, entonces con el nombre de Corral del Príncipe.
Cervantes creyó ver una oportunidad de éxito al tratar un tema como el patriotismo y la dignidad de un pueblo, el celtíbero, antepasado del español, en un momento de máxima expansión del imperio y, al mismo tiempo, de lento comienzo de su declive. La oportunidad no se dio. Se representó y no tuvo el éxito esperado. El público tiraba más hacia otro gusto dramático, hacia un ‘Arte Nuevo’: el del gran renovador y ‘monstruo de la naturaleza’, como Cervantes llamaba a Lope de Vega. De hecho, La destrucción de Numancia o El cerco de Numancia no fue publicada hasta el siglo XVIII provocando la admiración de los románticos alemanes y franceses, que elevaron la tragedia cervantina a las cotas más altas del teatro europeo por ser una ‘obra maestra del arte dramático’ (Wilhelm von Schlegel), por ‘enlazar a la perfección la historia antigua con la época actual’ (Friedrich von Schlegel, hermano del anterior), porque su lectura ‘me causó un inmenso placer’ (carta de Goethe a Humboldt) o porque ‘me interesó en alto grado la potencia de Cervantes para excitar lástima y admiración, en lo cual apenas conozco a nadie que lo aventaje’ (Shelley), incluso hubo quien le equiparó a Esquilo, uno de los padres de la tragedia (Simonde de Sismondi). Y, afortunadamente, el tiempo les dio la razón. ¿O en quién creen que Lorca se fijó para jugar con las alegorías como personajes?

El reparto completo de «Numancia», de Miguel de Cervantes, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente. Foto Javier Naval
En este año Cervantes marcado por la ausencia de una gran conmemoración a la altura del novelista más importante de la Historia, Juan Carlos Pérez de la Fuente ha decidido homenajearle dirigiendo para el Teatro Español su visión de Numancia y que podremos disfrutar hasta el 22 de mayo. Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño firman la versión, una adaptación que, a pesar de suprimir el texto de muchas escenas para transformarlas en imágenes y acortar con ello su duración, conserva toda la potencia cervantina a la hora de expresar con equilibrio lo real y lo alegórico, lo colectivo y lo individual, lo dramático (lenguaje) y lo poético (sensación).
Pérez de la Fuente, gran conocedor del teatro como espectáculo y como mensaje, ha hecho de esta experiencia trágica un alegato contra el poder, ‘los invasores’ (extrapolen y piensen quiénes son hoy en día), contra los que oprimen al pueblo, a nosotros, ‘ciudadanos sitiados’ (incluso se crea una cuña hablando de la tragedia de los refugiados, lo que pone de manifiesto la pasmosa modernidad de Cervantes) presentándolo como un gran parque temático de proyecciones, tramoya y efectos de luz y sonido que evidencia la maestría del director en estas lides y disimula –y aquí está el ‘bache’– la irregular calidad interpretativa de los actores.
Numancia, de Miguel de Cervantes. Versión Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente. Se estrenó el 16 de abril de 2016, y estará en cartel hasta el 22 de mayo en el Teatro Español de Madrid
Magnifico artículo. Enhorabuena por tu manera de escribir. Impresionante.