Nadie quiere la noche, de Isabel Coixet

Nadie quiere la noche, de Isabel Coixet

A primera vista Nadie quiere la noche puede parecer una versión femenina de Dersu Uzala (El cazador), el clásico de Akira Kurosawa que nos contaba la  relación que se establece entre un hombre blanco y su particular guía chino en su exploración de los bosques de la taiga siberiana.

Al igual que en el clásico de 1975, el largometraje de Isabel Coixet es una historia de amistad basada en hechos reales entre dos personas pertenecientes a distintas culturas en un entorno difícil, aunque en esta ocasión las protagonistas sean mujeres que se encuentran en el Polo Norte.

Juliette Binoche y Rinko Kikuchi dan vida a dos mujeres de diferentes culturas que tendrán que aprender a convivir en Nadie quiere la noche

Juliette Binoche y Rinko Kikuchi dan vida a dos mujeres de diferentes culturas que tendrán que aprender a convivir en Nadie quiere la noche.

Lástima que la catalana nunca alcance los niveles de emoción y lirismo de la obra maestra del cineasta japonés. Todo ello pese a que el material de base parecía adaptarse como un guante tanto a la personalidad de la directora como al del responsable de la trama.

Como en gran parte de la filmografía de la realizadora española, la cinta es una historia de personajes femeninos que se crecen ante la adversidad. A la vez, la película deja también patente el estilo de su guionista: Miguel Barros, el responsables del libreto de Blackthorn. Sin destino. Como en aquélla, nos encontramos con dos individuos aparentemente hostiles que irán poco a poco limando sus diferencias.

Quizá el gran problema del largometraje provenga de su nada acertada mezcla de géneros. La cinta es demasiado fría como melodrama y nunca logra tener la agilidad de un buen filme de supervivencia y aventura. Por otra parte, la historia se estanca en el momento en el que debería ganar intensidad: cuando Josephine, la altiva mujer y culta mujer blanca de principios de principios del siglo XX, se encuentra con una esquimal en el refugio del Polo Norte donde debería encontrarse con su marido, el explorador Robert Peary. Ni siquiera la revelación de unos cuantos secretos de la nativa logra elevar esta historia acerca del cariño que surge entre dos mujeres procedentes de mundos totalmente distintos, el civilizado y aquel que todavía mantiene fuertes vínculos con la naturaleza.

Gabriel Byrne encarna a un hombre fascinado por la cultura esquimal en Nadie quiere la noche

Gabriel Byrne encarna a un hombre fascinado por la cultura esquimal en Nadie quiere la noche.

No ayuda demasiado a elevar el nivel del conjunto la mala dirección de actores. Juliette Binoche sobreactúa en exceso al dar vida a la dama esnob, mientras que Rinko Kikuchi confunde la candidez de su rol de esquimal con la idiotez. Tampoco se entiende que desaparezca demasiado pronto el interesante personaje al que da vida Gabriel Byrne, un hombre blanco que parece haber asumido la forma de vida de los habitantes de la tundra.

En definitiva, Nadie quiere la noche resulta un filme fallido donde destacan la excelente fotografía de Jean-Claude Larrieu y la partitura del español Lucas Vidal.

Autor

Julio Vallejo Herán creció queriendo ser un héroe Marvel. Sin embargo, las películas, los libros y la música se cruzaron en su camino y, desde entonces, se fijó como meta escribir de asuntos más o menos culturales. Licenciado en Periodismo y Experto en Comunicación y Arte por la Universidad Complutense de Madrid, ha desarrollado su labor como comunicador y crítico en medios como Televisión Española, Europa Press Televisión, Lainformacion.com, Cine para leer, Tendencias Magazine, AB Magazine, Coveritmedia, Pasionporelcine.es, Freek Magazine, Verano Complutense, Supernovapop.com, Macguffin, Muchoruido.com, Basecine.net, Muzikalia.com, Cine 5 Estrellas (www.cine5x.com), Avant Press, Cinema Ad Hoc y Notasdecine.es.

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