Sin amor, la última obra del ruso Andrey Zvyagintsev, fue uno de los platos fuertes de la jornada del 17 de noviembre en MUCES Ciudad de Segovia. Después de lanzar una dura crítica contra su país natal en la premiada Leviatán, ahora el cineasta retrata sin paños calientes la falta de valores de una sociedad que ha abrazado el capitalismo y el egoísmo más absoluto después de una larga etapa socialista. Lo hace a través de la historia de unos padres en proceso de separación que parecen más preocupados de su móvil que del hijo que han tenido en común.
El director, con la ayuda en el guion de su colaborador habitual Olej Negin, nos dibuja a dos progenitores hedonistas e irresponsables que solamente comenzarán a darse cuenta de su mal comportamiento cuando su vástago, un crío que ha crecido sin ningún tipo de afecto, desaparezca en extrañas circunstancias.
La película es un drama durísimo que dibuja un panorama desolador en un país donde la policía no funciona bien, los casos de corrupción están a la orden del día y muchos de sus ciudadanos han dejado a un lado los elementos más nobles del ser humano para entregarse al egocentrismo y el placer más inmediato. Zvyagintsev envuelve esta amarga cinta en un elegante aspecto visual repleto de bellos planos de larga duración y una fotografía de tonos fríos y tristes que refleja las poco cálidas relaciones entre sus personajes.
De familias rotas y adolescentes en crisis también habla Corazón de piedra, cinta de Guðmundur Arnar Guðmundsson que se exhibe dentro de la sección dedicada a las candidatas al premio Lux que elige el Parlamento Europeo. Dos chavales de una zona rural de Islandia son los protagonista de una historia de iniciación donde la relación de los dos chicos jóvenes con las muchachas del lugar irá de la mano con el surgimiento del amor de uno de ellos por el otro. El realizador logra un retrato verosímil de los problemas sexuales de la pubertad y se revela como un espléndido director de actores juveniles. También destaca el uso del paisaje salvaje y hostil en el que se mueven los personajes, reflejo de sus tormentos interiores y una dura situación familiar y social. Quizá lo que convenza menos sea un guion que se alarga en exceso y que subraya una y otra vez los mismos conflictos. Esa es la principal rémora de una cinta sensible que se gana al espectador por la habilidad de sus estupendos intérpretes.
La amistad y el amor son también los ejes principales de Kvarteto, producción de la República Checa que se exhibió dentro de la Sección Oficial del certamen segoviano. Miroslav Krobot nos introduce en las vidas de los miembros de un grupo musical que se prepara para su primer concierto conjunto. La crisis de pareja de dos de ellos, la desorientación vital de otro y las pocas habilidades sociales del más tímido de todos ellos son tratados por su director con un tono que bascula entre el drama y la comedia, una opción que puede provocar cierta extrañeza en el espectador medio. Por momentos, su austeridad a la hora de dirigir actores y ese humor absurdo recuerdan lejanamente a la del gran Aki Kaurismäki, aunque esta obra no tenga la profundidad ni la originalidad de loa mejores largometrajes del autor de Nubes pasajeras y Contraté un asesino a sueldo. Queda, eso sí, como una simpática rareza.