La presencia de Tarántula en la edición 2016 de MUCES (Muestra de Cine Europeo Ciudad de Segovia) se cerró con dos filmes casi antagónicos. Por un lado, el francés Olivier Assayas nos ofreció una extraño híbrido de thriller y cinta de fantasmas títulado Personal Shopper, mientras que en la sección Lo nunca visto, donde se pueden ver películas no estrenadas comercialmente en España o con escasa distribución, pudimos recuperar Amores ciegos, documental del eslovaco Juraj Lehotský sobre las relaciones afectivas de personas invidentes que se alzó con el premio CICAE en el Festival de Cannes 2008.
Avalada por el premio al Mejor Director en el festival de Cannes, Personal Shopper es la nueva colaboración entre el realizador francés Olivier Assayas y la intérprete norteamericana Kristen Stewart. Si en su anterior largometraje conjunto, Viaje a Sils María, abordaban una historia realista sobre una actriz famosa y su asistente, aquí ambos se sumergen en el cine de género para mostrarnos las andanzas de una chica que se encarga de comprar la ropa de una celebrity. La joven, que acaba de perder a su hermano mellizo, se verá acosada por un individuo que utiliza la mensajería instantánea para aterrorizarla. Assayas combina ingredientes del slasher, aunque adaptándolo a las nuevas tecnologías actuales, y los mezcla con elementos de película de fantasmas para retratar a una muchacha atenazada por la culpa y la depresión que todavía se encuentra forjando su propia identidad. Lástima que el cóctel de géneros no acabe de funcionar muy bien y cada una de las líneas de argumento parezcan ir por un lado. Queda, eso sí, el interiorizado trabajo interpretativo de Stewart, dispuesta a hacernos olvidar que fue la sosa protagonista de la saga Crepúsculo.
Muy alejada de la nueva obra del cineasta francés se encuentra Amores ciegos, documental que ofrece un puñado de historias protagonizadas por personas invidentes que viven el amor en varias de sus formas, desde las relaciones de pareja al cariño de una madre por su pequeño vástago. Su principal responsable, el eslovaco Juraj Lehotský, opta por una visión fundamentalmente optimista donde frecuentemente aparece el humor, aunque el realizador se cuida mucho de idealizar las diferentes tramas que conforman el largometraje. Como suele ocurrir en los filmes de episodios, la irregularidad de las partes se convierte en el principal talón de Aquiles. Así, junto al tierno romance entre un gitano y una paya o la divertidas andanzas de un matrimonio donde el marido imagina increíbles tramas cinematográficas basadas en la música que crea en su sintetizador, encontramos otras historias escasamente desarrolladas o carentes de fuerza, como la protagonizada por una mujer ciega que se prepara para la inminente llegada de su bebé o el de una adolescente que espera encontrar novio y navega continuamente por Internet. No obstante, pese a sus imperfecciones, la película contagia su buen humor al espectador, un logro que uno no puede menos que valorar en estos tiempos de pesimismo generalizado.