Por NACHO CABANA
Una de las ventajas de las estrellas latinoamericanas que no son muy conocidas en España es que puedes disfrutar de sus conciertos en formatos pequeños o mediano en lugar de en macroescenarios donde una pantalla de video se convierte en tu única posibilidad real de atisbarlos.
Esto es lo que ha ocurrido con Mon Laferte, una cantante chilena afincada en México de azarosa vida profesional a pesar de tener 34 años. Cantó muy joven en bares de Viña del Mar y Valparaíso, saltó a la fama en su país gracias a la versión local del típico talent show musical (llegando incluso a protagonizar una película junto a sus compañeros de promoción) se traslada a México en 2007, canta con el grupo heavy de chicas Mystica girls, cambia de tercio, se pasa a un pop con arreglos tradicionales latinoamericanos en la línea de Julieta Venegas o Carla Morrison (con la que, por cierto, coincidió actuando en Barcelona la misma noche del martes) y comienza su ascenso al olimpo llenando los gigantescos Foro Sol y el Zócalo de la Ciudad de México.
La Mon Laferte que vimos en Razzmatazz se presentó acompañada de siete músicos uniformados con chaqueta verde, camisas de chorreras y una vistosa tendencia a la coreografía. La banda y la cantante brillaron en temas como Amor primaveral donde la sección de vientos se acoplaban perfectamente con batería, guitarra y teclados. Fue precisamente en estos temas (algo) más rápidos cuando más integrada estuvo la banda con la potentosa voz de la solista culminando en la muy divertida No te fumes mi marihuana con la que cerraron el show antes de los bises.
Abundaron sin embargo en el concierto los boleros y los ritmos lentos que comenzaron con el bellísimo tema El cristal que la cantante dedicó a su abuela fallecida y que hubieran brillado más en un recinto y con un público más atento a escuchar a quien supuestamente habían pagado por ver que a gritar desaforadamente en un fracasado intento de antemano por rivalizar con la solista.
Y es que hubo momentos en el Razzmatazz barcelonés donde el griterío apenas dejaba apreciar los manejos de la voz de Laferte, los sutiles matices con que interpreta éxitos como Amárrame. Es lo que tiene mezclar en tu audiencia a seguidores conquistados en Youtube (Tu falta de querer tiene más de cien millones de reproducciones) con rockeros chilenos y mexicanos ansiosos por escuchar la música que triunfa en sus países de origen y niños acompañados por sus padres que conocen a Laferte a través de las redes sociales.
Una artista transversal tanto en su escalada a la fama como en su capacidad para satisfacer a públicos muy distintos sin recurrir a lugares comunes ni renunciar a buenas canciones y arreglos.
Eso sí, la próxima vez, por favor, en el Palau de la Música o similar.