Todo el mundo sabe que con Sócrates-Platón nace eso que conocemos como Filosofía, pero tal vez debemos ir más lejos, quiero decir, que hasta un punto sería justo repetir aquello que dijo Alfred North Whitehead: «Toda la filosofía occidental es una serie de notas a pie de página de la filosofía platónica». ¿Por qué nos permitimos esta repetición con cierto tufo a hipérbole? Pues porque en esa bestia filosófica que fundó la Academia, se aunaron unas virtudes que hicieron de él y de su filosofía una plaza intelectual a la que siempre estaremos obligados a volver.
Las virtudes a las que me refiero tienen que ver con su capacidad de no dejar nada fuera del pensamiento, de tocarlo todo y de llegar en esa acción hasta las últimas consecuencias. Pero hay más, porque ese hombre que nació bajo el nombre de Aristocles, pero que es conocido por su apodo, “el de espaldas anchas” -esto significa Platón- poseía algo que aún maravilla a todos los que con buen ojo y buen tino se acercan a sus obras: la capacidad de ponerse a sí mismo en quiebra. Como prueba, ahí están sus obras y el hecho de que Aristóteles permaneciera a su lado hasta su muerte. ¿Y por qué no hereda él la dirección de la Academia? Pues la respuesta, una respuesta que ha generado tantos ríos de tinta, incluyendo especulaciones de lo más peregrinas, se resume en algo tan sencillo como que Aristóteles era un meteco, es decir, un no griego, y eso implicaba, entre otras cosas, la imposibilidad de tener propiedades. ¿No poder heredar legalmente la Academia les parece poca justificación? Lo que intento decir es que en el espacio fundado por Platón no habitaba una religión, sino la condición de posibilidad de hacer filosofía y de ponerla a prueba a través del enfrentamiento dialéctico. Y ésta, creo -y de nuevo remito a sus obras, a las idas y venidas internas- es su principal enseñanza, la misma que le permitió decir a Aristóteles aquello de “amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”.
Por supuesto, uno puedo adentrarse en las obras de cualquier filósofo a “cara de perro”, es decir, sin unos conocimientos previos mínimos –tanto del autor como del contexto en el que genera su filosofía- y sin seguir ningún orden de lectura, ya que lo mágico de las grandes obras es que siempre saben dar algún tipo de fruto. Ahora bien, siempre es bueno seguir algún tipo de camino, andar bajo algún tipo de guía. Aunque también entiendo a los que huyen del exceso academicista.
Pues bien, entre la lectura salvaje del autodidacta y la esclerótica de la Academia, hay un punto intermedio, y esto es preciosamente lo que Meta Librería nos ofrece con el Club de Lectura que arrancará el viernes 13 de septiembre a las 19:30, y que tendrá como fin recorrer El Banquete de Platón. El guía de este taller será alguien de esta casa, Carlos Javier González Serrano, y la idea es sencilla: abrir El Banquete, sacar a la luz lo implícito –tanto teórico como contextual- y dejar que el texto vaya revelando lo que guarda; pero además, y este es un punto decisivo, que lo leído, entendido y pensado por cada participante, se ponga en común a través del diálogo.
Septiembre ya está casi aquí, y desde luego, celebrarlo entre un libro como El Banquete, entre gente curiosa, en un espacio como el que brinda Meta Librería, me parece un buen plan estupendo.
Invitados quedáis.