Por Rubén Romero Sánchez
El pasado 2017 los lectores españoles al fin pudimos tener en nuestras manos la mítica muestra, que no antología, de poesía latinoamericana Medusario, realizada por Roberto Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefamí, una de las más importantes realizadas en el siglo XX, y que apareció por primera vez en México en 1996 (Fondo de Cultura Económica) y, posteriormente, en Buenos Aires (2011, Mansalva). La editorial chilena RIL, conmemorando el vigésimo aniversario de su publicación, la reeditó en 2016 con un prólogo de Roberto Echavarren, y esa es la edición que nos ha llegado a este lado del charco hace unos pocos meses.
Es Medusario una muestra de poesía neobarroca, «una reacción tanto contra la vanguardia como contra el coloquialismo más o menos comprometido», en palabras de Roberto Echavarren, que se diferencia de la barroca en lo procedimientos, aunque se asemeja a esta en «la admisión de la duda» y en la «necesidad de ir más allá de las adecuaciones preconcebidas entre el lenguaje del poema y las expectativas supuestas del lector». Lo neobarroco, que toma de la vanguardia el afán por la experimentación, huye de la «traducción» que consideran necesita el barroco áureo español, a la manera de los apuntes que Dámaso Alonso realizó sobre la poesía de Góngora, según Néstor Perlongher; buscan, por el contrario, la perturbación de la sintaxis, de la significación, hasta destruirlas. «En Medusario hay poetas que me gustan; otros que no tanto; y otros que definitivamente no. Y no me gustan porque los entiendo, porque carecen del enigma de lo lírico», le dijo el poeta uruguayo Eduardo Espin, autor del término «barrococó» con el que designa su poesía, al poeta Francisco Layna Ranz en la conversación que mantuvieron ambos, junto con Echavarren y Jacobo Sefamí, en La Galla Ciencia; porque ese es el quid de la cuestión: ¿por qué esta poesía no ha calado en España? Porque aquí predominan, dicen los recopiladores, los caminos de la experiencia y del silencio, y el resto de popuestas son marginales: la poesía neobarroca, de paradójica simiente peninsular, no cuajó en su momento en nuestras fronteras. Ahora es, quizá, el momento apropiado para que el público se adentre en esta propuesta. Hermanos del neobarroco poético como los novelistas Carpentier o Cabrera Infante, o el Lezama Lima de Paradiso u Oppiano Licario sí han aposentado sus reales en esta parte del mundo, y poetas que aparecen en Medusario como Eduardo Milán, Raúl Zurita o José Kozer sí tienen largo recorrido por aquí.
«En España, los herederos de los autores neobarrocos podrían ser Francisco Layna o Dafne Benjumea«, me comenta Paco Najarro, editor de RIL en nuestro país. «El lector español tiene ahora la oportunidad de conocer cómo cambió la poesía en Latinoamérica con la aparición de los neobarrocos», me cuenta.
Un libro que ha ido de mano en mano por estos pagos y que, al fin, en una edición cuidadísima, está a nuestro alcance.
Lo dicho: una oportunidad única.
Medusario. Muestra de poesía latinoamericana, Aerea, Ril Editores, 428 páginas, 2017.