Había ciertos nervios en la sala de prensa mientras esperábamos la aparición de Max Von Sydow, primero de los dos premios honoríficos que el Festival de Sitges entregará este año (el otro será para Christopher Walken). No todos los días se conoce a un mito así, alguien que protagonizó para Bergman sus películas más emblemáticas antes de convertirse en para siempre en el Padre Karras de El exorcista (1973) de William Friedkin y en el emperador Ming de Flash Gordon (1980) de Mike Hodges.
Viste en su comparecencia ante los medios una chaqueta blanca marinera y camisa gris de rayas. Cuando sonríe nos recuerda el hombre atractivo que fue. Nos cuenta que Ingmar Bergman montaba cada invierno una obra en un teatro municipal y que él formaba parte de esa compañía estable. En verano, rodaba una película con el mismo elenco de actores antes de embarcarse en los ensayos del montaje del siguiente invierno. Así surgió El séptimo sello (1957) que en su versión teatral era un monólogo a varias voces que cuando Bergman decidió convertir en película transformó en un guión más tradicional. Cuando el director de El manantial de la doncella (1960) le ofreció el rol de cruzado a Von Sydow, el personaje había perdido la lengua en las cruzadas por lo que el actor no tenía una sola línea de diálogo en todo el libreto. Luego el director rectificó y nos brindó la célebre secuencia en la que el actor homenajeado juega al ajedrez con la muerte grabada durante el sol de medianoche en el sur de Suecia.
Preguntado por las diferencias entre el método de dirección de actores de Bergman en teatro y en el cine, Von Sydow contestó que era básicamente el mismo y que, en contra de lo que su obra parece relevar, Bergman tenía un sentido del humor bastante peculiar y una risa fácilmente distinguible en cualquier platea en la que el creador de El huevo de la serpiente (1977) se sentara.
Con Bergman fallecido, Von Sydow sintió la necesidad de dejar Suecia. El amor le llevó a Francia, país en el que reside y que adora en parte por su cercanía con Italia y España.
Por la tarde Max eligió un elegante traje para compadecer ante un Auditori lleno y recoger su premio.
Después de ver el corto que Borja Cobeaga ha dirigido para una eléctrica con deseos de lavar su imagen pública, se proyectó la película inaugural. Inside de Miguel Ángel Vivas, un remake de la cinta francesa Al interior (2007) de Alexandre Bustillo y Julien Maury. De ella se puede decir que es más un slasher ochentero que un discurso mortuorio sobre la maternidad como fue el original. No renuncia Vivas al gore pero sí a al mal rollo que puso patas arriba el vientre de muchas espectadoras en Sitges 2008, Jaume Balagueró y Manu Díez, sus guionistas, tejen un guión que sigue al pie de la letra la máxima de que si en una escena alguien clava un clavo, luego otro personaje ha de colgar un cuadro. Aciertan con la sordera de la protagonista (más que bien Rachel Nichols) ambientando la historia en navidad pero van a lo fácil al recurrir a personajes ajenos para crear situaciones de tensión. Excelente el clímax en la piscina cubierta, dudosa la caracterización de Laura Harring . Vivas se luce con la planificación en la que abundan los planos rodados a través de aberturas que recuerdan vaginas.
Y bravo por la productora Núria Valls que presentó esta película visiblemente embarazada.
Por NACHO CABANA