En la imagen la actriz Alba Enríquez, interpreta a Martirio, de Julio Rojas, dirigida por Aarón Lobato para Los Bárbaros: Lobato&Rojas Foto Carlos Rubio Recio
Por Luis Muñoz Díez
Martirio es una obra escrita por Julio Rojas, que ha contado con la asesoría dramática de Carmen Soler. El dramaturgo también se ha involucrado en la puesta en escena, como ayudante del director Aarón Lobato, que a su vez, también firma el diseño del vestuario y de la escenografía. El trabajo de ambos es para su compañía Los Bárbaros: Lobato&Rojas.
El personaje que da nombre a la obra es Martirio, la hija contrahecha y envidiosa de Bernarda Alba, lorquiana. Julio Rojas la saca de su famosa casa, para situarla a pie de la tumba de su madre. En teoría con la muerte de su madre, ella y sus hermanas serian libre, pero muerto el perro la única rabia que muere es la del perro, pero no toda la que ha inoculado a todo el que ha mordido.
A los elefantes para que no se escapan, se les pone una argolla en una pata con una cadena sujeta a la pared que les impide campar a su libre albedrio. Cuando el elefante está acostumbrado a esta situación, se le puede soltar la cadena, la argolla en su pata será suficiente para no escaparse, algo similar le ocurre a nuestro personaje.
De interpretar a Martirio se hace cargo Alba Enríquez, una actriz con un bonita piel, guapa y estilosa. Vestida de negro a lo Audrey Hepburn, en principio choca el mantra de fealdades y deformidades que ve en su cuerpo, pero pronto te das cuenta que el monstruo que describe vive únicamente dentro de ella, porque fue su madre la que pico pala, le grabo esa imagen, y ella la dio por cierta.
La escenografía es un acierto, un cuadrado acota el espacio escénico, en el centro una lápida negra bajo la que descansa Bernarda, el espacio que rodea la tumba le permite a Martirio moverse, pero su marcaje no le permite alejarse del mausoleo.
Martirio se siente acreedora de la tiranía de su madre, pero al mismo tiempo se reconoce en ella, porque no se quiere nada, y razones no le faltan. Ha sido señalada como el pato feo de la familia, y por unas leyes no escritas de la época, de en que orden y con quién deben casarse las hijas, ha perdido su único cometido como mujer, que no es otro que el de ser madre.
Su posición le ha privado de la vida, del sol en la cara, del contacto con hombres, que sabe que las campesinas ven a los jornaleros bañarse desnudos en el río. Ella confiesa que siempre ha admirado el paisaje de un hombre, pero no se le ha dado ocasión. Vive rodeada de mujeres y el único hombre que ha visto con menos ropa es al Cristo en la cruz. Su ensoñación no ha tenido más referentes que su casa y la iglesia, por lo que ha cultivado una sexualidad mística con un Jesús insertado en una cruz, al que propone que baje y ella le quitará el paño que lo cubre y su corona de espinas, y lamerá sus heridas.
Una mujer que lo más cerca que ha estado de un contacto carnal, es cuando de pequeña se hizo una herida en la rodilla y su padre lamió su herida para que no se infectase.
El personaje pasa ante la tumba de su madre por varios estados de ánimo, y en la labor del autor y director esta la intención de señalar su cárcel por haber nacido mujer, pero yo creo que la obra tiene una lectura más larga, y es la fatiga que conlleva luchar durante toda una vida contra el poder, y si este cesa de golpe, caes en una especie de síndrome de Estocolmo, tus afanes pierden todo sentido, y no sabes como satisfacer tus pulsiones.
La pieza está bien construida en su contradicción, como contradictoria es Martirio, que una vez “liberada” de la tiranía de su madre, va al cementerio a darla la charla, y amenazarla con sus sueños de lejana libertad.
El resultado final es tan sugerente de ideas como desazonador, porque Martirio jamás saldrá de su jaula, aunque Rojas y Lobato, lo aliñan con una gran dosis de lirismo, y otorgando energía al personaje. Para la puesta en escena han contado con un equipo excelente como es la asistencia de dirección del autor y director Pablo Martínez Bravo, la música original de Alberto Torres ‘Malalengua’ el movimiento escénico del “hombre de teatro” que es Andrés Acevedo, y el acertado diseño de iluminación de Diego Domínguez.
Alba Enríquez hace un trabajo muy cómplice con Rojas y Lobato, ya conocía su buen hacer en comedia dirigida por Sigfrid Monleón. La actriz consigue algo que no es fácil, pero que en este caso sucede, algo que el público percibe, y es que disfruta componiendo su trabajo en un juego de construcción y deconstrucción, como resurgiendo de sus propias cenizas.
Julio Rojas y Aarón Lobato, habían dejado el listón alto con Julieta&Ofelia: Suicidas de toda la vida, que me fascinó, y mis expectativas han sido felizmente renovadas por Los Bárbaros: Lobato&Rojas.
Martirio, está programada los días 20 y 21 de octubre de 2021, y permanecerá en cartel hasta el 31 de octubre en la Sala Nave77, dentro de la VII Muestra de Creación Teatral Surge Madrid en Otoño.
DRAMATURGIA Y AYUDANTE DE DIRECCIÓN Julio Rojas DIRECCIÓN, DISEÑO DE VESTUARIO Y ESCENOGRAFÍA Aarón Lobato INTÉRPRETE Alba Enríquez ASESORÍA DE DRAMATURGIA Carmen Soler (NTF) ASISTENTE DE DIRECCIÓN Pablo Martínez Bravo MÚSICA ORIGINAL Alberto Torres ‘Malalengua’ MOVIMIENTO ESCÉNICO Andrés Acevedo DISEÑO DE ILUMINACIÓN Diego Domínguez TÉCNICA DE ILUMINACIÓN Vesta Rousaville AYUDANTE DE PRODUCCIÓN Clarisa García ASESORÍA DE PRODUCCIÓN Amanda R. García PRODUCCIÓN
Los Bárbaros: Lobato&Rojas RESIDENCIA TeatroLAB