En la imagen los actores Bruna Cusí y Hugo Torres en Siglo mío, bestia mía, un texto de Lola Blanco, con escenografía y dirección de Marta Pazos. Foto Luz Soria
“Estoy escribiendo la historia de un viaje. Mi viaje. Mi siglo. Mi bestia. Es la historia de un viaje y también un alarido, un desamor, una derrota. Se la dedico a todos aquellos que han sufrido la derrota”.
(Cuaderno de bitácora, “Siglo mío, bestia mía”)
Por Luis Muñoz Díez
La obra Siglo mío, bestia mía de Lola Blasco, fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2016. El pasado 11 de noviembre dirigida por Marta Pazos, coproducida por el Centro Dramático Nacional y Voadora.
El texto de Lola Blasco es de una gran belleza, en forma y en fondo, la autora ha cuidado el lenguaje hasta el mino, para que Yo, verbalice una batería de preguntas, que normalmente evitamos. A las que nadie puede dar respuestas, porque no la tiene. El mal en la tierra, se asemeja es ese monstruo que El Piloto –Miquel Insua– encontró en el fondo del mar, y su empeño de rodearlo le ocupó una vida.
A Yo, le presta la voz y el gesto la actriz Bruna Cusí, no cesa de preguntar, y preguntarse. No puede entender porqué se ahorca a un dictador sin permitirle acabar sus rezos. Si la violencia engendra violencia, ha de haber alguien que la pare y cierre el ciclo, que se castigue al dictador, pero con el arma de la justicia no derramado más sangre.
Al hilo del título, se le podría rebatir afirmado, que no hubo tiempo pasado que fuera mejor, pero el siglo XX, al igual que pudo crear estrellas en Hollywood y, que sus rostros fueran reconocida en el mundo entero, por primera vez en la historia. Los noticiarios en cine y televisión, fueron la ventana para estar informados de lo que ocurría en todo el planeta. Los que quisieron ver, fueron conscientes de que la diversidad no era únicamente cultural, sino una cruel desigualdad propiciada, que generaba miseria.
Mientras comíamos nos llegaban las imágenes en vivo y, en directo, de como potencias mundiales bombardeaban con sofisticadas armas, a una población indefensa que vivía con los medios del medievo. Se lapidaba a mujeres por adulteras, se las mataba a secas, se ahorcaba a los homosexuales en grúas, y se traficaba con niños con el fin de prostituirlos, o someterlos a un desguace por piezas, para venderlas para trasplantes.
En la función Piloto asegura “…eso se lo pregunta medio mundo”. Yo, se interesa “…y el otro medio”. La respuesta del Piloto es la clave para entender que no cambie nunca nada “la otra media, no se pregunta nada”.
Esta respuesta es tan cierta que da miedo, pero unos por estar instalados en una sociedad de consumo pornográficamente capitalista, y otros porque no se les permite ver el cielo, empeñados en lograr el mero sustento. Hay y habrá barra libre, para los poderosos propicien guerras por intereses, que propicián masacres, y para el fanatismo religioso que engrosa sin usura, la cuota de sangre vertida desde siempre en en el mundo.
Yo, con la fuerza de la juventud, y su deseo de entender, cree posible que un viento favorable cambiará el caos en que vivimos, como se creyó en la primavera árabe o el mayo francés. El Piloto se empeña en que los niños aprendan a hacer nudos, cuando el deseo de Yo, es desanudarlo todo.
Siglo mío, Bestia mía no puede estar más vigente, se estrena en plena pandemia del Covid-19. Un virus que ha igualado a los pobladores de la tierra por abajo, que deja claro que el capitalismo no es la solución, porque el becerro de oro, ni devuelve vidas, ni es escudo para la enfermedad. Únicamente entretiene.
La autora Lola Blasco y la directora Marta Pazo, sitúan la acción en el escenario más adecuado: La mar, donde se vive a la merced de los elementos, fuente de alimento y escenario de catástrofes. La directora se ha hecho cargo de la primorosa escenografía, luminosa, azul, con olor a mar. Cerrada a izquierda y derecha, por unas cortinas de plástico de aislar cámaras frigoríficas, el suelo también azul con agua.
Yo en su necesidad de solución desea encontrar un “caballero” como el que salva a la doncella que duerme ajena a todo peligro en medio del bosque. Alguien justo, que sepa manejar el jeroglífico del bien y el mal, y despierte a la dormida justicia.
Por esa necesidad vuelve “caballero” a un buzo rescatado del mar. Al que obliga a serlo, pronto sabrá que un “caballero” no es la solución, porque él poder también siente pánico de aquello que no entiende, y como solución lo aplasta.
Por ese mundo de agua recreado en la escenógrafa, se arrastrarán los marineros arrastrando trabajosamente los fardos del exilio, de ese suelo de agua surgirán los migrantes que, la directora muestra como niños para incidir en su indefensión, frente al fanatismo del “caballero” que blande su simbólica espada. Allí morirá también el buzo, que no “caballero”, y ejecutará un espléndido brindis al sol, César Louzán en forma de danza.
La dirección de actores es esplendía, valiéndose de los infinitos recursos que ofrece hoy el teatro, en los que Marta Pazos demuestra ser más que diestra. Como esplendido es el trabajo de los actores. Bruna Cusí es Yo, que siempre pregunta, y se pregunta-. Un personaje diáfano y hermoso, al que la actriz compone con su físico delicadamente fuerte, y dice con una voz bien timbrada.
Las preguntas de Yo, las responde El Piloto, encarnado por un actor con aplomo en el escenario como es Miquel Insua, actúa con la serenidad del que vuelve, conoce la forma de actuar del personal y sabe que él solo no puede hacer nada. El Piloto será interpelado también por los dos niños, interpretados por Jose Díaz y César Louzán, dos actores indispensables en la función, para materializar la eficaz coreografía de Amaya Galeote. César Louzán es quien realiza el brindis al sol en forma de danza, después de caer y caer.
La actriz Lola Blasco –Cuaderno de bitácora-, se manifiesta festiva en forma de glamurosa vedette, e interpreta una canción que clama tolerancia. Un número musical que si bien, se siente como un soplo de aire fresco en la función, encierra el mensaje redentor que tendría la tolerancia practicada como norma, que con las palabras del Piloto “el otro medio mundo, no se pregunta nada”, son causa y solución para los apocalípticos tiempos que vivimos.
No quiero dejar de señalas el trabajo con mascara neutra que realiza la actriz, en su papel de niña, ni su mirada que rompe la cuarta pared, con su facultad de mirar intensamente sin intimidar.
El buzo que para Yo es su “caballero”, lo interpreta de manera sólida el actor Hugo Torres. A un héroe no se le puede poner cara de otra manera, y el actor lo borda. En su humildad de buzo, cuando se le pregunta, porqué vive en el fondo del mar, responde que allí está el horizonte que quiere ver, y en ese lugar siente el germen de la vida, que fue el agua y la arcilla.
Hay otro protagonista en la pieza junto al mar, y son las estrellas. A las que Yo se encomienda al final en busca de un rumbo a seguir, materializando el último consejo del Piloto.
Siglo mío, bestia mía, se estrenó el 11 de noviembre 2020 en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle Inclán, del Centro Dramático Nacional, estará en cartel hasta el 20 de diciembre de 2020, más información de fechas horarios, y compra de entradas pinchando aquí
Título Siglo mío, bestia mía Texto Lola Blasco Dirección y escenografía Marta Pazos Reparto Lola Blasco (Cuaderno de bitácora), Bruna Cusí (Yo), Jose Díaz (Niño), Miquel Insua (el Piloto), César Louzán (Otro niño) y Hugo Torres (el Buzo) Iluminación José Álvaro Correia Vestuario Carmen Triñanes Coreografía Amaya Galeote Música Jose Díaz y Hugo Torres Trabajo de palabra Miguel Cubero Ayudante de dirección Vanessa Espín Ayudante de escenografía Carmen Triñanes Esculturas Jose Perozo Diseño de cartel Javier Jaén Fotografía Luz Soria Con el apoyo de AGADIC – Consellería de Cultura e Deportes da Xunta de Galicia Colabora Fundación SGAE Coproducción Centro Dramático Nacional y Voadora