Por NACHO CABANA.
Marea humana es una película que documenta el enorme, descomunal, flujo de personas desplazadas de sus hogares por motivos bélicos que existe en la actualidad. El mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial, con la diferencia de que en aquel entonces, el comportamiento de los países territorialmente ajenos a la contienda fue mucho más humanitario que el de Europa o EE.UU en la actualidad. Uno no puede creerse que países pobres como Chad estén acogiendo más refugiados que la ombliguista Europa o que, dentro de ella, naciones con un pasado de exilio (léase Hungría o Macedonia) adornen sus fronteras con las mismas alambradas que sus ciudadanos tuvieron que sortear no hace tanto tiempo.
Marea humana tiene un valor testimonial innegable pero carece de un discurso que articule sus imágenes. Es como si estuviéramos viendo un primer montaje (o al menos, un primer montaje con una duración “proyectable”) para que sus responsables recaben opiniones y acaben luego de reordenar y recortar sus imágenes en busca de algo más que la documentación (exhaustiva) de un hecho histórico.
Ai Weiwei visita muchos campos de refugiados, entrevista a numerosas víctimas, va a países en guerra y zonas de exclusión, denuncia el comportamiento de políticos y lista los motivos de las expatriados para huir así como sus sueños y lo que han dejado atrás. Pero no hay en la selección y montaje posteriores una hoja de ruta, un trayecto o un concepto que trascienda lo puramente enunciativo.
Tampoco existe en Marea humana (y era de temer) ni una presencia exhibicionista de su autor (como se le ha acusado) ni, lo que es mucho más loable siendo Ai Weiwei un artista plástico, un intento de tomar la desgracia ajena como materia prima de una obra de arte contemporáneo. El registro de las imágenes es bastante honesto y la presencia en plano del director, más funcional que otra cosa. El chino no es ni Michael Moore ni Sebastiao Salgado.
El uso de drones que hace de los drones quizás sea excesivo pero con ellos consigue Ai Weiwei un par de planos memorables demostrando que estos ingenios voladores pueden tener un uso más creativo de lo que aparenta.
Marea humana sería una buena película para proyectar en colegios e institutos si no fuera tan larga. Y es que, a la postre, el poder de agitación que debería tener se diluye en su falta de tensiones internas. Uno se estremece de lo que hubiera hecho el difunto Michael Glawogger con semejante material.