Esto sin duda no es una reseña teatral al uso, tiene más de reflexión y casi casi tiene algo de carta de amor para la mujer que pasa esa noche en la esclusa y hace balance para comprobar que la vida le ha pasado por encima y los años no le han dejado más que cicatrices y heridas abiertas que duelen porque aún está viva.
Por extensión, esta carta de amor sin duda es también para la actriz Maica Barroso, que le pone gesto y voz a esa mujer y que para el espectador son una sola.
Su culpa en ese naufrago personal no se la cuestiono, sólo me interesa y escribo a la mujer que pasa la noche en la esclusa. Un lugar, tierra de nadie, entre la cárcel que era su ayer y la calle que será su mañana.
El pasado es lo vivido que ya conocemos y el futuro es lo que aún nos queda por conocer, y a esta mujer, en esa noche, no se sabe bien si le pesa más el pasado o le aterra más el futuro. Lleva 16 años en la cárcel, con sus 5.844 días y sus 140.160 horas, que se dice pronto. Allí ha vivido de los 33 años a los 50, ha pasado unos años imprescindibles. A los 33 ya se saben cuáles son tus anhelos y es un momento de plenitud, de marcar camino, se es joven, la seducción y el amor forman parte de la vida colidía y la fertilidad en una mujer está presente de una forma tan natural que es casi un peligro con consecuencias.
Los cincuenta marcan un camino de madurez sin retorno en que se puede dar y crecer, pero sobre todo recoger. Es una edad en que la vida empieza a marcar el cotidiano con deterioros y ausencias. Un tramo de vida, por otro lado, con unos límites muy imprecisos dado que puede durar de 0 a 50 años más.
¿Qué nos pasa si nos roban esos dieciséis años sin avisarnos? Pues es fácil de imaginar, es como si un día nos despertáramos, nos miráramos al espejo y no nos reconociéramos, pero eso tendría una fácil solución: no mirarnos al espejo o hacerlo con mucha precaución, pero lo malo es que tampoco nos reconocemos al mirar en nuestro interior.
Todo lo anterior me lo sugiere La esclusa, que es un texto del dramaturgo Michel Azama. Me sugiere eso y mucho más, como es el hecho de la capacidad de adaptación que tenemos los seres humanos, como en el caso de esta mujer que por un momento teme la salida de la prisión como si fuera expulsada del Paraíso, y la prisión no es ningún paraíso, pero era terreno conocido y la «libertad» ahora no lo es, porque ya nadie le espera y para empezar es tarde para casi todo.
El trabajo de Maica Barroso es extraordinario, hace el texto suyo y no ves más que a la presa en su esclusa. Te hace olvidar, y esto es un piropo para los tres, que detrás hay un texto de Michel Azama, y una cuidada dirección de Sylvie Nys.
El gran valor de la función que yo vi es que Michel Azama ha creado un personaje con una dosis tan alta de humanidad que no incita a juzgarlo, el trabajo de su directora va por el mismo camino, y la interpretación de Maica Barroso toca alguna fibra profunda del alma, para que olvidando el físico ajado de la reclusa, e incluso su falta de higiene, sientas deseos de besar sus cicatrices y sus heridas abiertas.
La esclusa
Autor: Michel Azama
Director Sylvie Nys
Intérprete: Maica Barroso
Donde: Teatro del Arte C/ San Cosme y San Damián 3, Madrid
Funciones: martes a las 20:30