Colin Firth y Emma Stone, protagonistas de Magia a la luz de la luna, de Woody Allen.
Una obra menor de Woody Allen. Esa es la apreciación de parte de la crítica cinematográfica respecto a Magia a la luz de la luna, la comedia romántica que el autor de Balas sobre Broadway ha estrenado en 2014. No obstante, aunque el filme del genio neoyorquino no se sitúe entre sus grandes obras, sí deja patente el talento del cineasta para poner en pie divertimentos con más gracia, humor y retranca que muchos elogiados trabajos de realizadores de moda. Por otra parte, dignifica un género maltratado en los últimas décadas con productos al servicio de actrices como Katherine Heigl o Sandra Bullock.
La trama es sencilla: un engreído y prepotente ilusionista de éxito, especializado en desenmascarar a falsas videntes, tendrá como misión desprestigiar a una médium americana que ha embelesado a un joven adinerado y su familia. Corren los años veinte y los dos protagonistas juegan al gato y al ratón en los bellos parajes del sur de Francia.
Con este argumento, Allen ofrece una comedia que recuerda en muchos momentos a las que dirigiera Preston Sturges, especialmente a Las tres noches de Eva, o Howard Hawks. Todo ello aliñado con el sarcasmo de las obras de Noël Coward. No es casual a este respecto que Colin Firth asuma el papel de cínico y muy racional mago encargado de enmascarar fraudes. Su rol parece una versión heterosexual del personaje que asumiera en la minusvalorada Gente con clase (Relative Values, 2000), curiosamente una adaptación de una obra del dramaturgo británico.
Por otra parte, una pizpireta Emma Stone, en su papel de vidente, parece encarnar una versión de la heroína de las comedias de Hawks, mucho más fuerte y decidida que las babosas damiselas que pueblan muchas cintas románticas de hoy en día.
La química entre el actor británico y la intérprete norteamericana se convierte en el gran acierto de la película. Hay una tensión sexual no resuelta que da lugar a unas cuantas escenas desternillantes. Todo ello salpicado de críticas a los autoproclamados espiritistas, alguna alusión psicoanalítica tan habitual en Allen y sus recurrente referencia a la magia y lo paranormal. Unos elementos estos últimos que ya estaban presentes de una u otra manera en cintas como Alice, Broadway Danny Rose, La maldición del escorpión de Jade o Conocerás al hombre de tus sueños, entre otras.
Quizá haya que reprocharle al neoyorquino la previsibilidad de su historia y una excesiva ligereza, pero también hay que reconocerle que su película fluye de manera exquisita, gracias a una excelente dirección de actores, unos diálogos divertidos y una excelente fotografía de Darius Khondji, que sabe sacar partido de los paisajes franceses donde transcurre la acción.