La pareja formada por Max Estrella y Latino de Hispalis funciona en la piel de los actores Ginés García Millán y Antonio Molero «Luces de bohemia», de don Ramón del Valle-Inclán, en versión y dirección de Eduardo Vasco ©Javier Naval.
Por Luis Muñoz Díez
Luces de bohemia, de don Ramón del Valle-Inclán, se ha estrenado en el Teatro Español, pasada por el tamiz de Eduardo Vasco, responsable con acierto de la versión y la dirección, coincidiendo con el centenario de la publicación de la obra reunida en un tomo.
Eduardo Vasco ha guardado un exquisito respeto por el texto, lo que de entrada es de agradecer, tratándose de un escrito tan valioso por su valor documental y crítico de la época, y cuyos diálogos son un impredecible juego malabar de los estados de ánimo de Max Estrella, su protagonista. Aunque giren en forma y fondo sobre el mismo eje, se permite alzar su copa y hacer un brindis al sol, empeñando su capa por comprar un décimo capicúa de lotería. El retrato del artista es de una desazón pareja con una impotencia que duele.
Max no se da por vencido, aunque tendría sobradas razones para claudicar. En él convive el inconformista que fue y es, el lúcido creador valorado y loado, con la precaria condición de ciego y en la miseria.
A pesar de ser una búsqueda incansable de la utopía por parte del protagonista, Luces de bohemia es la crónica de los restos de un naufragio, tanto en lo general como en lo particular, de España y del poeta. El autor sitúa la historia en el frío invierno madrileño, y a sus protagonistas a la intemperie de las calles.
Max Estrella y Latino de Hispalis o Ginés García Millán y Antonio Molero «Luces de bohemia», de don Ramón del Valle-Inclán, en versión y dirección de Eduardo Vasco ©Javier Naval. Pulsar en la imagen para ampliarla.
Recreando el que será su último itinerario, un sendero andado y desandado, lo acota en dos jornadas, prolongadas con la más inclemente de las madrugadas. Max Estrella tiene como lazarillo a Latino de Hispalis, al que llama “perro” con razón, porque Latino únicamente baila por las perras.
Las dos jornadas, con pensión pagada de una noche en el calabozo, en las que discurre la obra, comienzan en la humilde casa del poeta, donde comparte precariedad con su mujer y su hija. A la calle lo saca Latino de Hispalis con el argumento de que el librero de viejo, donde le ha mandado vender unos libros, mejorará la oferta si va él en persona. Allí les recibirá Zaratustra el librero — Ángel Solo— y conoceremos a un personaje culto y viajado llamado don Gay, al que le da empaque el actor Jesús Barranco. A partir de ahí, la calle será el escenario donde el poeta sentirá el furioso descontento de la clase trabajadora y la dura represión de quienes reclaman dignidad.
Dignidad es el oro molido que busca la pieza de Valle-Inclán, que el mero sustento de la existencia impide ejercer. En el viaje sin retorno de Max y Latino, sentirán cierto calor en los líos de la vida en estado puro de los moradores de la taberna de Pica Lagartos — Toni Misó—, su camarero —Juan Carlos Talavera—, y la presencia de una de las pocas representaciones femeninas de la pieza que no sean la mujer de…, la hija de…, o la madre de… Pero está Enriqueta La Pisabien —María Isasi —, a la que llaman la “Marquesa del tango”, una institución de boca fácil y pasado imaginable, que vende nardos, periódicos, lotería y lo que sea menester. Viene acompañada de su chulo, al que llaman «El Rey de Portugal» —Mario Portillo— en homenaje al rey depuesto del país vecino, y va ofreciendo, con su chulería castiza, “despienar” al que se le ponga por delante. En la taberna está el borracho “imprescindible” de nombre Zacarías, muy bien recreado por el actor César Camino, que apoya la revuelta obrera y del que La Pisabien dice en tono de burla que es don Jaime de Borbón de incógnito, rey para los carlistas. Todos, sin excepción, practican la picaresca que redime de las miserias cotidianas.
«Luces de bohemia», de don Ramón del Valle-Inclán, en versión y dirección de Eduardo Vasco ©Javier Naval. Pulsar sobre la imagen para ampliarla.
Valle-Inclán retrata con énfasis la agitación que se vive en la calle por la lucha de la clase obrera, con unas fuerzas represoras y por la aparición de unos salvadores de la patria española, llamados Acción Ciudadana. La oposición de cara a la galería de los poetas, la torre de marfil de los cafés donde se vanaglorian los que se llaman “intelectuales”, que únicamente tienen ojos para su ombligo. Allí encontrarán a Rubén Darío –Ernesto Arias–, pagado de sí mismo y ajeno al temblor de la calle.
Esa misma noche, Max Estrella ha sido detenido, en principio por el sereno, que lo entregará a la pareja de guardia, y acabará en un calabozo por orden del inspector Serafín, conocido como «el bello Serafín» —Juan Carlos Talavera— por montar bulla con jóvenes modernistas. Autodenominados miembros de los Epígonos del Parnaso Modernista, conformado entre otros por Dorio de Gádex —Pablo Gómez Pando —, Gálvez —José Ramón Arredondo—, Clarinito —Juan de Vera— y Pérez — Luis Espacio—, teorizan mientras el pueblo se entrega a la revuelta sin tregua. De hecho, aunque le acompañen, ellos no serán detenidos, ni su escudero Latino.
En el calabozo, Max conocerá a un anarquista catalán en su última noche antes de ser ejecutado — José Luis Alcobendas—. surgirá una complicidad y su despedida es tan dolorosa como cierta. Al salir verá, que la calle huele a sangre derramada, entre el saldo de muertos de la revuelta, a una madre que llora sin consuelo, sujetando en sus brazos a su niño muerto, también víctima de la revuelta.
El encuentro en el calabozo de Max Estrela -Ginés García Millán- con el anarquista catalán -José Luis Alcobendas «Luces de bohemia», de don Ramón del Valle-Inclán, en versión y dirección de Eduardo Vasco ©Javier Naval. Pulsar en la imagen para ampliarla.
El poeta ciego, a pesar de contar con tan poco tiempo de vida, tendrá la oportunidad de pisar la alfombra del despacho del ministro de Gobernación, «amigo» al que acude para denunciar la sangría que se comete en las calles y por su detención. Como respuesta, recibirá la promesa de una pensión.
En su jornada, a pesar de que en pos de la caprichosa fortuna de la lotería pedirá a uno de los chicos del bar —Iván López-Ortega— que empeñe su capa, único bien que le queda, sabe que no hay lugar para la esperanza, como la madre del niño muerto —Irene Arcos-. Lo sabe también La Lunares — Lara Grube—, que le ofrece el pan de higos de su adolescencia, con la certeza de que con ello compra el billete de una vejez con sífilis. De momento, es su única moneda de cambio y, sin pan, la dignidad hace la vista gorda.
Eduardo Vasco ha sido reverencial con el texto, así como un buen custodio de los personajes, a los que permite vivir en el escenario sin recortes. Un gran acierto que quiero señalar es el trabajo de vestuario diseñado por Lorenzo Caprile y la estupenda caracterización de los actores de Chema Noci, que les permite doblarse con una apariencia diferente, a tal grado que cuesta reconocer al propio actor bajo su personaje. Esto es una maravilla para la credibilidad de la obra y la recompensa de un buen trabajo. Y si no fuera suficiente, Vasco invita al mismísimo marqués de Bradomín a subir al escenario, encarnado por el actor caracterizado —David Luque—.
La Lunares — Lara Grube—, que le ofrece el pan de higos al poeta ciego Ginés García Millán «Luces de bohemia», de don Ramón del Valle-Inclán, en versión y dirección de Eduardo Vasco ©Javier Naval. Pulsar en la imagen para ampliarla.
La escenografía de Carolina González y la iluminación de Miguel Ángel Camacho juegan con el realismo de la precaria casa donde vive Max, la taberna y el librero de viejo, hasta el hiperrealismo del café de artistas, mediante una proyección. O el punto medio del despacho ministerial en que se mantiene una escena de altura, donde se miden Mariano Llorente como ministro de Gobernación y el actor Ginés García Millán como Max, al que ya únicamente le queda la dignidad en su palabra. Su denuncia la hace en presencia de Dieguito —Mario Portillo—, secretario del ministro, como testigo y parte, siendo el interlocutor de don Filiberto, redactor jefe del diario El Popular — César Camino—, quien ha intercedido por la liberación de Max.
La pareja formada por Max y Latino funciona en la piel de los actores Ginés García Millán y Antonio Molero Eduardo Vasco marca con trazo fuerte la impostura de Latino, que, como dicen los mexicanos, es capaz de robar el paño al Cristo. Molero, con un registro al que no nos tiene acostumbrados, borda la oportunidad.
Max Estrella, recreado por el actor Ginés García Millán «Luces de bohemia», de don Ramón del Valle-Inclán, en versión y dirección de Eduardo Vasco ©Javier Naval. Pulsar en la imagen para ampliarla.
Es curioso ver consumido a Max, recreado por Ginés García Millán, como solo lo sabe hacer la vida, que nos consume hasta gastarnos, con su desazón aleada sin usura. Al actor le beneficia para llegar al público su imagen de atractivo y duro, porque se aprecia mejor su cuidada interpretación de la lúcida precariedad del poeta.
La obra termina con la muerte del poeta ciego, pero tiene su epílogo donde aparece el falso alemán Soulinake —Alejandro Sigüenza—, afirmando lo adelantada que está la ciencia fuera de España, y que el poeta no está muerto, solo sufre un episodio de catalepsia. Esto propicia un tira y afloja entre Latino, Madame Collet —Irene Arcos—, su viuda, y su hija Claudinita —Andrea M. Santos—, para impedir que se lleven al muerto si está vivo. En contrapunto, la razón práctica del pueblo llano está representada por la portera —Puchi Lagarde —, el cochero de la funeraria y la vecina —Silvia de Pé Pica—.
Latino, lee en el periódico la noticia de la muerte de la viuda y de la hija de Max Estrella -Silvia de Pé Pica, María Isasi, Iván López-Ortega, Antonio Molero, Toni Misó, José Luis Alcobendas y Mariano Llorente ©Javier Naval. Pulsar en la imagen para ampliarla.
Don Max será enterrado con cierta dignidad y reconocimiento, aunque en vida fuera ignorado. Los dos sepultureros que también comparten la inexorable verdad que conoce el pueblo: del muerto al hoyo y el vivo a lo suyo. A uno lo representa Jesús Barranco y al otro José Luis Martínez. Al entierro han acudido Rubén Darío –Ernesto Arias– y el marqués de Bradomín —David Luque—. El último les dará una propina para que cuiden la sepultura de Max, a pesar de que los sepultureros le avisan de que no se respeta el descanso eterno, ni por los deudos que pronto olvidan.
En la taberna de Pica Lagartos se vive un optimismo momentáneo, porque hay mucho que celebrar: ha tocado el famoso décimo de lotería capicúa que vendía La Pisabien– —María Isasi. Latino, como último acto de vileza, cuando abandonó el cuerpo del poeta, se llevó su cartera con los billetes que le había dado el ministro, y el décimo de lotería capicúa, que Max pagó tan caro al haber empeñado su capa para hacerse con él. La muerte de Max únicamente le ha proporcionado beneficios. La Pisabien está contenta porque le ha prometido una propina y, ante la noticia aparecida en el periódico de que la viuda y su hija se han suicidado, replica, con la macabra superioridad con la que muchos viven su privilegiada situación, que de qué se van a suicidar si ellas ya estaban acostumbradas.
El trabajo de Eduardo Vasco es enorme al poner sobre el escenario la obra de Valle-Inclán, mantener la atmósfera durante toda la representación, como un vértigo cierto ante lo inexorable, al punto que duele. La dirección del extenso reparto era un gran reto del que sale por la puerta grande.
Luces de bohemia, del 17 de octubre al 15 de diciembre de 2024, en la Sala Principal del Teatro Español, más información AQUÍ.
Autor: Ramón del Valle-Inclán Versión y dirección: Eduardo Vasco
Reparto: Max Estrella: Ginés García Millán Latino de Hispalis: Antonio Molero Basilio Soulinake /Viejo que escribe: Alejandro Sigüenza Claudinita: Andrea M. Santos Zaratustra/Sereno: Ángel Solo Don Filiberto/Borracho: César Camino El Marqués de Bradomín / Guardia: David Luque Rubén Darío / Guardia: Ernesto Arias Madame Collet/Madre del niño: Irene Arcos El chico de la taberna / Piano: Iván López-Ortega Don Gay / Sepulturero: Jesús Barranco Preso / El Pollo: José Luis Alcobendas Capitán Pitito / Sepulturero: José Luis Martínez Gálvez / Contrabajo / Guitarra: José Ramón Arredondo Serafín el Bonito / Camarero: Juan Carlos Talavera Clarinito / El Joven: Juan de Vera La Lunares / La Chica: Lara Grube Pérez / Guitarra / Percusión: Luis Espacio La Pisabien: María Isasi El Ministro/El Cochero: Mariano Llorente El Rey de Portugal/Dieguito: Mario Portillo Dorio de Gádex: Pablo Gómez Pando La Portera/La Periodista: Puchi Lagarde Vieja pintada/La Vecina: Silvia de Pé Pica Lagartos/Ujier: Toni Misó

Laura Garmo, Ernesto Arias, Juan Carlos Talavera, Antonio Molero, Eduardo Vasco, Ginés García Millán, Alejandro Sigüenza, Irene Arcos, David Luque, Mariano Llorente, Silvia de Pé Pica, José Ramón Arredondo, Mario Portillo, José Luis Martínez, María Isasi, Puchi Lagarde, Lara Grube, Jesús Barranco, Toni Misó, Pablo Gómez Pando, Ángel Solo, Juan de Vera, Andrea M. Santos, Luis Espacio, Inés Gasset, José Luis Alcobendas, Iván López-Ortega, César Camino y Paul Alcaide. ©Sergio Parra Pulsar sobre la imagen para ampliarla
Escenografía y atrezzo: Carolina González Iluminación: Miguel Ángel Camacho Vestuario: Lorenzo Caprile Música y ambientes sonoros: Eduardo Vasco Ayudante de dirección: Laura Garmo Ayudante de escenografía: Lucía Ríos Ayudante de vestuario: Lucía de Ramón-Laca Residente de ayudantía de dirección: Inés Gasset Asistente artístico: Paul Alcaide Agradecimientos: RESAD
Una producción del Teatro Español