¿Es lo verdadero y lo falso lo esencial de la lógica? ¿Se pueden determinar capas sucesivas de verdad, o de falsedad? ¿Cómo se condice el pensamiento binario con la ramificación y multiplicación de matices del pensamiento tout court?
La seguridad es esencial en la lógica, y es su característica principal. Saber determinar siempre el valor de verdad de una proposición, por ejemplo, es lo que nos dice que estamos en un universo lógico.
Pero, ¿el universo lógico es nuestro universo real? Los logicistas acérrimos dirán que sí, que todo se puede formalizar lógicamente. Tengo mis dudas. ¿Un chiste se puede formalizar? (¿y seguir siendo gracioso?).
Creo que sería sensato pensar que nuestro universo real está formado por capas sucesivas de valores de verdad (verdadero o falso), y que las agarramos para saborearlas en un corte transversal.
Así, a medida que se desarrolla horizontalmente nuestro día a día aparecerán zonas más espesas y otras más diáfanas, acumulando valores de verdad en cantidades diferentes. Y con distintas trabazones.
La suma de los valores de verdad de una porción determinada de nuestro rollo vital puede dar una resultante distinta según profundicemos más o menos en la capa, y ahondemos así más o menos en su valor de verdad.
Y así, verticalmente, puede darse una proposición verdadera y la misma, parcialmente, falsa. O simultáneamente, una proposición verdadera y falsa (con algún tipo de decalaje o sutura).
Este modelo permite soslayar el problema básico del pensamiento binario: su concomitancia con la matización y sutileza de nuestros pensamiento reales.
Nada impide entonces que aprendamos nuestros conceptos en forma de oposiciones de pares binarios y los regurgitemos en una variedad y multiplicidad de pensamientos poliformes y bien matizados.
Las graduaciones de grises están, entonces, servidas y condimentadas. El festín de nuestros sentidos y nuestros conceptos puede seguir adelante con la aquiescencia de los lógicos y la fascinación por nuestros tan amados chistes.
La verdad y la falsedad se abren en abanico para que podamos vivir con la brisa suave de la vida nuestra de cada día, mientras sentimos, pensamos, hablamos y discurrimos sin faltar ni a la lógica ni a nuestra demostrada sutileza.
Somos y seremos animales racionales, pero eso sí, racionalmente perversos. En la perversidad de nuestro pensamiento está anclada la labilidad del lenguaje y la variedad de los movimientos peristálticos de nuestro entendimiento.
Estimado Pepe, tu reflexión publicada responde a uno de los grandes enigmas actuales. Ya se te echaba de menos en la revista, un fuerte abrazo amigo.
Antonio, se agradece la lectura atenta. Otro abrazo para ti, amigo.