Los Rodríguez fueron, junto a Los Enemigos, el mejor grupo de rock español de los 90 y, aunque la suya fue una vida breve en la que apenas grabaron tres discos de estudio en seis años, la impronta que dejaron fue tan intensa que todavía hoy, 17 años después de su separación, su recuerdo permanece muy vivo en todos aquellos que tuvimos la suerte de verlos en directo.
El bootleg que hoy recuperamos es un concierto que la banda dio en Barcelona en los primeros meses de 1992 y tiene dos partes bien distintas marcadas, básicamente, por la calidad de sonido. Los diez primeros temas suenan realmente bien (fueron en su momento emitidos por una emisora de radio), mientras que los otros seis, grabados probablemente desde el público, rozan lo aceptable aunque son más prescindibles ya que a excepción de “La parte de atrás” el resto aparecieron publicados ese mismo año en Disco pirata (directo oficial que deja bastante que desear).
Lo que no está nada claro es la fecha exacta y el recinto en que se celebró, aunque como alguna de las versiones son idénticas que las del Disco pirata y basándome en lo que cuenta Ariel Rot en el libro de Juan Puchades “Sin vuelta atrás, conversaciones con AR”, creo que corresponde a un concurso al que les apuntó su manager José Luis Rupérez. Al parecer, en vista que las contrataciones estaban muy paradas y su primer disco no había tenido la repercusión deseada, el mánager pensó que sería una buena idea para promocionarlos. La final se celebró en Barcelona junto a otros dos grupos y por supuesto ganaron ellos. Sea como fuere lo que queda claro en la grabación es la gran calidad de sus directos cosa que, por otro lado, era lógico si se tiene en cuenta la gran implicación que siempre tuvieron con el rock and roll.
Y es que, más allá de que fuese la forma con la que se ganaban la vida (malamente hasta que al año siguiente grabaron Sin documentos, el álbum de su explosión definitiva), desde el primer momento el tocar en directo se convirtió en el leitmotiv de la banda hasta el punto que, la misma noche que Andrés Calamaro aterrizó en Madrid (dicen que el 28 de septiembre de 1990) se subieron a un escenario para empezar a conocerse y hacer sus primeras improvisaciones. Cuenta la leyenda que el origen de la banda está en una llamada de Julián Infante a Ariel Rot, que llevaba tres años viviendo en Buenos Aires, para invitarle al concierto que los Stones iban a dar en Madrid en julio.
Al llegar aquí Ariel se encontró con algo más, una propuesta de Julián para montar un grupo (que pensaban llamar Los Locos pero que cambiaron al ya existir uno llamado así en Gijón) junto al batería German Vilella y, dado que en Argentina la crisis empezaba a hacer mella y parecía que en España el negocio empezaba a mover mucho dinero, aceptó sin dudarlo demasiado. No le gustó el cantante que habían elegido así que el siguiente paso fue convencer a su amigo Andrés Calamaro (con el que venía trabajando los últimos tiempos) para cruzar el charco y embarcarse en una nueva aventura en la que, tal y como estaban las cosas, tenía poco que perder.
Uno de los principales problemas que tuvo la banda desde el principio vino de la mano del bajista. Parecía que las guitarras estaban perfectamente cubiertas con Ariel en la solista y Julián en la rítmica mientras que tanto Germán como Andrés cumplían con creces en la batería y los teclados pero, aunque desde el primer momento empezaron a probar gran cantidad de ellos y muchos eran realmente buenos, consideraban que les faltaba el feeling necesario para el rock and roll. La cosa se puso tan fea que en un momento dado el propio Calamaro se ofreció a hacerse cargo del instrumento para poder seguir adelante. No fue necesario.
Un día Guille Martín (el gran Guille), que ensayaba en el local de al lado, se pasó a hacer una visita y cogió el bajo para acompañarlos en cuatro canciones. Al acabar, con ese sentido del humor tan suyo, preguntó si aquello era tan difícil para no ser capaces de encontrar a nadie que pudiese hacerlo. Desde ese momento se quedó con el puesto y lo ostentó durante unos meses en los que, al margen de tocar con ellos en los conciertos que iban saliendo, grabó el fabuloso Buena suerte, seguramente el mejor disco de rock and roll que se grabo en este país en los 90.
Pero ya he dicho que el puesto estaba gafado y, por presiones de su hermano Fernando para que se dedicase en exclusiva a Desperados (grupo que tenían juntos), no apareció en las fotos del disco y dejó la banda. Por suerte en esa ocasión no tuvieron tantos problemas en encontrar un sustituto ya que Dani “el pato” Zamora se cruzó en su camino y se gustaron tanto mutuamente que se incorporó de inmediato como miembro de pleno derecho para las actuaciones de presentación del disco y lo que surgiese después. Pero si con esa incorporación pensaron que la banda por fin estaba cerrada volvieron a equivocarse. En un parón de la gira y como daba la sensación de que las cosas no terminaban de arrancar, Dani aceptó incorporarse como músico de acompañamiento de Alejandro Sanz, por lo que Los Rodríguez volvieron a quedarse compuestos y sin bajista.
En esta ocasión, y para completar una serie de actuaciones que les fueron saliendo a ambos lados del charco (dentro del underground argentino eran bastante populares y llegaron a meter más de 2000 personas en la discoteca Cemento), recurrieron a la contratación de Candy Avello, bajista profesional que se ajustaba perfectamente a sus necesidades y gustos pero que era caro y no se le podía pedir la misma implicación que si fuese un miembro permanente del grupo. Por suerte para ambas partes, por causas no hechas públicas, Zamora abandono (o le hicieron abandonar) a Sanz y pudieron volver a llamarle para grabar las maquetas de Sin documentos a principios de 1993. El “pato” se quedó definitivamente como bajista y miembro oficial del grupo aunque su “traición” se la hicieron pagar excluyéndole de la portada de los discos, no invitándole a las entrevistas y no dejándole posar más en las fotos promocionales (el castigo se lo levantaron por fin en el recopilatorio de despida donde su imagen aparece en el libreto interior).
A partir de este momento el trabajo de tres años empezó a dar lentamente sus frutos y, gracias a unos directos rompedores y un single tan potente como el que titulaba su segundo trabajo de estudio, empezaron a llamarles para tocar en espacios cada vez más grandes hasta llegar a la cumbre llenando Las Ventas en septiembre de 1993. Lamentablemente, aunque se sabe que grababan todas sus actuaciones desde la mesa de mezclas, hasta ahora no ha aparecido un directo íntegro que les haga justicia. Tal vez un año de estos, aprovechando algún aniversario representativo de la banda, alguien se anime a repasar esas grabaciones (en el caso del recopilatorio Para no olvidar de 2002 fue el “pato” Zamora el que se encargó de rebuscar en los archivos para completar el CD de inéditos, rarezas y directos) y nos regale una nueva grabación a la altura de su gloriosa historia. El guante esta lanzado…