La segunda entrega de Los Pitufos ve por fin la luz y muchos aún nos preguntamos qué queda de aquellos personajes azules creados por Peyo en los años 50 y con los que muchas generaciones crecimos en nuestra cada vez más lejana infancia.
Siempre he defendido que una buena revisión de ciertos personajes infantiles puede servir para acercar los mismos a unas nuevas generaciones no demasiado duchas en esto de la lectura (ni siquiera cuando de historietas o cómics se trata), por lo que las posibles adaptaciones al cine, la televisión o los videojuegos de ciertos cuentos o cómics no sólo resulta útil para llenar los bolsillos de ciertos productores, sino también lo es para un público juvenil ajeno a los momentos de esplendor y gloria de muchos personajes que hoy día yacen cubiertos de una espesa y sucia capa de polvo. O al menos es así cuando los personajes en cuestión carecen de la fama universal que ya de por sí ostentan los pitufos. Cuando hablamos de personajes de tal envergadura, la polémica revisión se convierte a su vez en altamente innecesaria, más aún cuando lo que nos narran en ella poco o nada tiene que ver con el espíritu con el que un día el dibujante Peyo comenzó a trazar los primeros esbozos de lo que en un futuro serían los más famosos «duendecillos azules».
Y es que Los Pitufos 2 nos reencuentra con unos personajes que, si bien se hacen llamar pitufos, son de color azul y parecen vestir como ellos, carecen de cualquier otra similitud con esos otros que décadas atrás inundaban los kioskos de millones de países en todo el planeta. Lo mismo podríamos decir de los villanos de esta historia, más sangrante aún en el caso de un gato Azrael que parece haber perdido con estas adaptaciones cualquier atisbo de esa personalidad que otrora poseyera. La herejía hacia la esencia de Peyo se hace aún más inmensa cuando hablamos del propio escenario en el que se desarrolla la narración. Y es que al igual que sucediese con su predecesora, parece existir un cierto rechazo por centrar la misma en el lugar en el que se desarrollaron la mayor parte de las historietas en las que se inspira esta película: la aldea pitufa. Los pitufos 2 vuelve a sacar a los personajes azules de la aldea para centrar la acción en un lugar bien distinto (en este caso la ciudad de París), limitando con ello el número de personajes azules sobre los que construir la nueva historia. Es de agradecer no obstante la buena elección llevada a cabo en la selección de aquellos que habrían de protagonizar la segunda entrega de esta saga.
Si conseguimos obviar todo lo anteriormente expuesto (tarea desde luego nada sencilla), encontraremos en Los Pitufos 2 suficientes motivos para permanecer sentados en la butaca durante el tiempo que dure su proyección: espectaculares y bellas imágenes de la ciudad de la luz, una perfecta sincronización entre imagen digital e imagen real y una narración ágil, de estructura y tratamiento quizá demasiado clásico, pero salpicada sin duda de buenos momentos. En su haber también habremos de apuntar esa inteligente capacidad de Los Pitufos 2 de no tomarse en serio a sí misma. Un motivo por el que conseguimos perdonar lo trillado de muchos de sus gags, lo planos que resultan sus personajes o las pésimas actuaciones de los actores reales (absolutamente prescindibles en el desarrollo de la película).
Un título ciertamente recomendable para esas nuevas generaciones que no tienen con qué comparar y, más aún, para aquellos que disfrutaron con la primera entrega de la saga estrenada hace apenas dos años. Para el resto, una buena película de animación, entretenida y amena pero altamente ingrata con la franquicia a la que debe la vida.
Los pitufos 2 (2013), de Raja Gosnell, se estrenó en España el 2 de agosto de 2013
Pues será la primera peli, que mi Celia vaya a ver al cine. Gracias¡¡¡