Los peces solitarios

Los peces solitarios

Si puedes bailar solo en el salón de tu casa a ritmo de Michael Bublé, por ejemplo, y te sientes tan a gusto como en una pista de baile acompañado por una multitud, entonces, felicidades, es que has madurado.

No necesitas de nadie para disfrutar, reír, bailar…Sabes vivir solo, que no en soledad. Tienes por cierto, tu círculo social, tus amistades y familia, tu trabajo, tus actividades culturales y de ocio en compañía.

Pero el tiempo que hayas de pasar solo no se te hará insufrible ni eterno. Sabrás darle un sentido a tu vida en compañía de ti mismo. Eres un ser maduro, libre y autónomo. Casi no te lo crees…

Han tenido que pasar largos años de aprendizaje sufriendo tu forma de vida más que disfrutándola, pero al fin, lo has logrado. Eres un single, no un náufrago de tu propia vida.

No tienes obsesiones, no consumes ni sustancias, ni objetos, ni hábitos, compulsivamente. No tienes adicciones ni al juego, ni al sexo. Puede que no tengas coche ni vehículo alguno.

Has superado la necesidad perentoria de vivir en compañía, de tener pareja.

Pues, ¡arrepiéntete pecador! Eres un grave transgresor de las normas de uso de esta sociedad consumista. Eres un subversivo peligroso.

Pero ¡ay! Nadie se dará cuenta. Porque exteriormente encajas perfectamente en alguno de los roles habituales con que la sociedad nos provee. Puede que seas un oficinista probo y eficaz, con sus rarezas, claro que sí, pero nada peligroso…

Y no saben que a altas y roncadoras horas nocturnas te reúnes en conciliábulos secretos para derrocar al sistema establecido, con personalidades de la más alta valía y consideración con las que tratas, de igual a igual, cómo desmontar el mecanismo…

Los sueños, sueños son, claro está…Pero, ríndete a la evidencia: eres un utopista hecho y derecho que se ha convertido en uno de los peces-barrendero del acuario social.

No saben, pobrecillos, que sin nosotros, sin nuestra labor de limpieza de residuos ideológicos y morales pronto la pecera rebosaría de miasmas y de basura, imposibilitando la vida de los demás pececillos.

Porque la utopía no tendrá lugar, naturalmente, pero mientras tanto ocupa un espacio, repito, moral e ideológico, que no se mide sino en resonancias especiales de zumbidos de hélitro de una cierta cantidad de nosotros insectos sociales: los utopistas.

Y ese zumbido aparentemente inocuo es la plantilla sonora de los microcambios que hacen que nuestra sociedad no esté muerta y enterrada desde hace por lo menos cincuenta años.

Sí, single, antiguo nerd…has conseguido ten points en el concurso de la vida. Y lo mejor es que la sabiduría vital cuanto más patente, más oculta está.

Autor

Soy José Zurriaga. Nací y pasé mi infancia en Bilbao, el bachillerato y la Universidad en Barcelona y he pasado la mayor parte de mi vida laboral en Madrid. Esta triangulación de las Españas seguramente me define. Durante mucho tiempo me consideré ciudadano barcelonés, ahora cada vez me voy haciendo más madrileño aunque con resabios coquetos de aroma catalán. Siempre he trabajado a sueldo del Estado y por ello me considero incurso en las contradicciones que transitan entre lo público y lo privado. Esta sensación no deja de acompañarme en mi vida estrictamente privada, personal, siendo adepto a una curiosa forma de transparencia mental, en mis ensoñaciones más vívidas. Me han publicado poco y mal, lo que no deja de ofrecerme algún consuelo al pensar que he sufrido algo menos de lo que quizá me correspondiese, en una vida ideal, de las sempiternas soberbia y orgullo. Resido muy gustosamente en este continente-isla virtual que es Tarántula, que me acoge y me transporta de aquí para allá, en Internet.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *