Los lazos que atan

Los lazos que atan

Se cumplen 35 años de la publicación del álbum The River y Bruce Springsteen lo celebra con una caja conmemorativa. A mí, al volver a escuchar el álbum, me han entrado ganas de juntar las 20 historias originales en una sola.

Hola Papá,

Durante estos treinta y cinco años no he dejado de darle vueltas a la noche en la que me fui. Mamá me localizó hará un par de meses. Dice que seguís viviendo en casa, que no has cambiado nada; sé a qué se refiere, tú y yo siempre nos parecimos más de la cuenta. Era 4 de julio, ¿recuerdas? Yo te decía que te fueses ya a la cama, los dos sabíamos que nada de lo que dijésemos iba a cambiar las cosas. ¿Cómo me ibas a llevar la contraria? La oscuridad de nuestra casa se había quedado con lo mejor que teníamos; no tardamos en trazar líneas, en elegir las palabras con mucho cuidado.

Venimos de un valle, Papá, en el que cuando somos jóvenes se nos enseña a hacer lo mismo que hicieron nuestros padres. Conocí a Mary a los diecisiete. Entonces aún había veces en las que hablabas conmigo de estas cosas. Me acuerdo de que me contaste que cuando te cruzaste con Mamá ella también pensaba que no necesitaba a nadie a su lado, tenía miedo de acabar siendo la tonta de alguien. Antes de dejarla embarazada, Mary y yo íbamos al río en el coche de mi hermano. Algunas noches la estrechaba contra mí, en la orilla, tan solo para sentir su respiración. Otras salíamos a dar una vuelta por esos bares con música en directo en los que se hace difícil hablar. En una ocasión, Mary me cogió de la mano y empezó a bailar muy despacio, juré que nunca la dejaría ir.

Pensé que nos casaríamos en una capilla entre los pinos, pero ya sabes: mis regalos de cumpleaños a los 19 fueron un carnet del sindicato y un traje de boda. Nada de sonrisas, ni de paseo hasta el altar, ni de flores ni de vestido de novia. Te empiezo a entender bien, Papá: todo lo que parece tan importante se desvanece… Mary actuaba como si nada le importase… Nos fuimos a Baltimore y tuvimos más niños, le contaba a mi amigo Jack el otro día.

Un día fui a dar una vuelta y decidí que no volvería nunca a casa. Conocí a otra chica en un bar de Kingstown y nos gustamos. Ella trabajaba en un club de mala muerte, el Jackson Cage: uno de esos sitios capaces de convertir rápidamente a un hombre en un extraño. Esta chica soñaba cada noche con un mundo distinto, pero amanecía y seguía siendo la mano que giraba la llave del Jackson Cage… Yo venía a ser lo que ella llevaba tanto esperando. Me gustaba cuando se arreglaba y salíamos de fiesta, ver su rostro iluminado por las luces de neón. Yo trabajaba cinco días a la semana en el muelle, pero merecía la pena: llegaba el viernes, sonaba la sirena y allí, en la calle, podía andar de la manera que quería andar, decir lo que me viniese en gana… Pero todos necesitamos un hogar, un sitio donde descansar.

Conduje toda la noche. La carretera seguía oscura pero quería creer que la línea blanca aún era capaz de unir nuestros corazones. Sabía que esta vez no bastaría con comprar unos zapatos nuevos para dormir en sus brazos. Me veía secando los ojos de Mary, convenciéndola de que tenía mi amor… La lluvia caía fina. Volvía a Baltimore por carreteras secundarias. Vi como un coche se salía en una curva, todo lleno de cristales y sangre. Había un chico en el arcén pidiendo ayuda. Me imaginé a una novia o esposa joven, un policía llamando a la puerta a las tantas de la madrugada para decir que su chico había muerto. No sé qué tiene que ver este episodio del accidente con Mary y conmigo, pero no fui capaz de volver a casa. Creo que hice bien, no habría soportado a Mary diciéndome que desapareciese, que no había nada que pudiera hacer o decir o que había encontrado a alguien.

El último coche que robé era un Cadillac largo y negro, una especie de viejo dinosaurio sumergiéndose en la noche de Wisconsin. Espero que esta vez me cojan, pensé, pero tampoco lo hicieron. Estando solo, Papá, no hay paz de espíritu. Empiezo a creer que hubo muchas cosas que me quisiste decir aquel día de la Independencia de hace treinta y cinco años y que no pudiste o no supiste hacerlo. Me viene a la cabeza el cuerpo de Mary bronceado y húmedo en los márgenes de un río que, según me escribió Mamá, ahora está seco. Pero en otra época las aguas corrían profundas y yo le decía a Mary que por fin habíamos encontrado algo que nadie más podía tocar, que ya nada podía romper los lazos que nos ataban.

Tu hijo

 The Ties That Bind: The River Collection sale a la venta el 4 de diciembre e incluye material inédito.

La caja contiene 4 CD y 3 DVD

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