En la investigación de todos los asesinatos, lo primero que se busca es quién sale directamente beneficiado con la muerte que se ha causado. Si se trata de una persona anónima la tarea no es fácil, porque los móviles pueden oscilar entre lo afectivo, lo económico o que la fortuna te haya hecho cruzarte con un loco. Pero en el caso de los atentados a políticos, el móvil se escurre como una anguila en la mano, porque el observador de a pie ignora el barroco abanico de intereses que dependían del asesinado. Esta dificultad hace que Los cazadores siempre son invisibles (Atlantis,2017), la obra que nos presenta de Julio Holgado Gómez, resulte apasionante.
La escritura de la novela es ágil como un documento periodístico, pero tiene a mi gusto un aliciente literario añadido, y es que el autor no se limita a narrar los hechos, se posiciona e invita a mirar con simpatía la figura del asesino, sin olvidar que la víctima es el asesinado.
Es seductor suponer el poder resolutivo que tiene el asesino por sí mismo, y la capacidad que tendría una sola persona de cambiar el rumbo de la historia, pero como contenido literario no es menos tentador que nos posicionen en el umbral del poder y podamos entrever ese mundo que se intuye -que fascina y paraliza- en el que habitan hipotéticamente los que manejan los hilos del mundo.
Sin bien, el libro se ocupa de cuatro magnicidios, los tres primeros son como una puesta en escena del cuarto. La mayor parte del texto tiene dos protagonistas definitivos: John Fisheral Kennedy y Lee Harvey Oswald, el exmarine inculpado de ser el único autor del asesinato del presidente.
Cuando parecía que ya se habían expuesto todas las teorías sobre el hecho que estremeció al mundo entero, y que varió el rumbo de la Historia, la desclasificación de documentos que se llevó a cabo el pasado 24 de octubre de 2017 arroja una luz a muchos cabos que hasta ahora andaban sueltos, y que han servido a Holgado Gómez para cimentar su novela.
Los cazadores son invisibles es un thriller, con su investigación, con una intriga bien dosificada que se lee con gusto por estar configurada de una forma amena que engancha.
Holgado Gómez con su escritura irónica, a veces puro humor, logra también estimular la reflexión sobre la figura del “asesino”, de la unión que se establece con el asesinado, que a veces conduce al asesino a la “gloria”, y sobre todo, nos arroja la pregunta de si en todos los casos éste es responsable o mero ejecutor.