“Puedes acariciar a la gente con palabras”.
F. Scott Fitzgerald.
El que conoce el personalísimo mundo teatral de Pablo Messiez, uno de los dramaturgos y directores referentes en el panorama teatral, lo relacionará con la reverencia a la palabra. Obras como Muda o la mismísima Las Palabras, con Estefanía de los Santos, así lo demuestran.
Ahora se pone al cargo de la dirección junto con La Compañía Grumelot de un proyecto que, después de seis meses de gestación, vio la luz en El Festival de Almagro. Como es sello indiscutible, la palabra y su ausencia, el silencio, son los protagonistas de esta producción.
La gran Ana María Matute decía que: “La palabra es el arma de los humanos para aproximarse los unos a lo otros”. El arma que se utiliza en escena es un arma de oro porque posee la cadencia y musicalidad de los versos de Calderón de la Barca, Lope de Vega, Cervantes, Tirso de Molina o Teresa de Jesús, versos hilvanados por algunos textos de unión que nacen del proceso de investigación y de una configuración actual del espacio.
Lo contemporáneo del lenguaje escénico y lo clásico en perfecta sintonía.
En el escenario: una olla y un montón de patatas, libros, ventiladores y una cubeta con agua. Lo necesario para que seis hermanos vivan su encierro en un hogar presidido por el vacío existencial del que no pueden liberarse.
La ausencia del padre y la madre cubierta por la comida y el aseo, la necesidad de la luna como referente de la respuesta emocional frente a esos libros que dan respuestas cognitivas, la opresión del calor mitigada por bautismos de agua y exposiciones ante el ventilador.Y esa armónica y a la vez desasosegante convivencia con los versos clásicos que utilizan como casi única forma de comunicación según la demanda del estado emocional que transiten en cada momento.
Destacar que la narración de Messiez no es al uso, y que no importa tanto el hilo conductor de la historia como la forma de contar esta especie de vida kafkiana de los seis hermanos nominados como personajes de novelas rusas. No es una obra destinada al pensamiento racional, si no a lo sensitivo. Messiez, dice al respecto: “Al sabor frente al saber”.

En la foto de abajo y de izquierda a derecha:José Juan Rodríguez, Javier Lara, Mikele Urroz, Rebeca Hernando, Carlota Gaviño e Iñigo Rodríguez-Claro, en el ensayo de la obra.
Cuando comienza la escena Dimitriv, el hermano pequeño que quizás tenga menos de 300 años, arranca frente a la olla humeante dándole personal sentido a los versos de Calderón, eso si, con una patata como compañero: Hipogrifo violento, que corriste parejas con el viento…
Luego Olga, la hermana que asume el liderazgo de madre y que escucha una música que nadie es capaz de escuchar, dará de comer y ordenara la siesta. Al despertar en la acción cada uno se desperdigará por los recovecos de sus deseos y anhelos en ese lugar de supervivencia donde solo se tienen los unos a los otros, unas patatas calientes y unos libros para jugar y buscar conocimiento.
Todo esto y lo demás que sucede tiene el sentido de la belleza del dolor y también de la sensualidad del amor. Sentido para elevar en el espectador el grado de sensación poética e impregnarlo en la esencia de sensaciones,entre otras, como son : la soledad, el abandono, la búsqueda de las raíces y el deseo.
Lo magnifico de la narración está en su tono, en la cadencia atemporal, extraña, opresiva, bella y humana a partes iguales que transmite el cuerpo y la voz de cada uno de los personajes símbolo de un estado del alma.
La magia generada por estos hechiceros de lo rítmico del cuerpo y la palabra en verso atrapa al espectador transportándole a un espacio onírico (La vida es sueño, es uno de los fragmentos utilizados).

Mikele Urroz, Javier Lara, Carlota Gaviño, Rebeca Hernando Iñigo Rodriguez-Claro y José Juan Rodríguez en «Los Brillantes Empeños» de Pablo Messiez y Grumelot.
Los cuerpos vestidos para dormir – “Dormir tienen todas la letras para escribir morir” dice uno de los personajes- dibujan un minimalista “Jardín de las delicias” del Bosco, donde se mezcla el cielo y el infierno de los protagonistas y su única redención posible que es el amor.
Una de las delicias de este hogar es la extraordinaria interpretación de los seis actores, cada uno en un rol muy marcado, que jamás pierden un ápice de veracidad, técnica o emoción en lo que representan. Un trabajo inteligente, coral y sincrónico que dice mucho de la profesionalidad de los que están sobre el escenario.
Otra de las delicias es el singular humor que se desprende cada poco, otra más la coreografía de los cuerpos junto con los elementos, muy parecida a una forma de danza escenográfica.
Otra delicia parte de la disección original y diferente de los versos clásicos para convertirlos en elementos que sanan, hieren, concilian o generan pasiones, y sobre todo por convertir la musicalidad del verso en la única forma de comunicación posible junto al gesto ancestral que los acompaña y del que se apropian reinventándolo con un contenido original y cercano.
Grumelot y Pablo Messiez conciben la palabra y el silencio como algo sanador y transformador, un remedio contra lo absurdo de la vida y la muerte, contra el dolor o como elemento de búsqueda interna y/o externa. Y por ello se empeñan en jugarla, cuestionarla, desnudarla, maquillarla, bailarla, exprimirla y manipularla con una enorme responsabilidad para que el publico las disfrute y las utilice también a su antojo, más allá de lo superficial o de lo convenido.
Aprópiense de la palabras de los clásicos en boca de estos chamanes escénicos, ellos se las brindan con toda la humildad de los que hacen del arte una forma de vida. Porque estamos vivos y del vivir se desprenden todas las palabras y los silencios.
Queríamos reflejar el estreno en Madrid, después de Almagro. Durante tres días actuaran en Nave 73, el lugar que les acogió para el “Work in progress” de Los brillantes empeños. En estas fechas, la sala madrileña como es tradición desde su apertura, dedica su espacio a los clásicos para adultos y niños.
Los Brillantes Empeños seguro que volverá en otoño a los escenarios, porque es de esos espectáculos de los que no se puede prescindir en la cartelera para que brille de nuevo la palabra y el teatro como herramienta fundamental del progreso del ser humano.
Titulo: Los Brillantes Empeños / Dirección y Texto: Pablo Messiez/ Interpretes: Javier Lara, Carlota Gaviño ,Rebeca Hernando, Iñigo Rodríguez-Claro, José Juan Rodríguez, Mikele Urroz / Compañía: Grumelot/ Ayudante de dirección: Javier L.Patiño.
Nave 73 C/Palos de la Frontera, 5
Fechas jueves 24, viernes 25 y sábado 26 de julio a las 21:00