Llenar el vacío (Lemale et ha halal) de Rama Burshtein
Asumir una fantasía, ¿no es lo que deberían hacer todos los jóvenes antes de entrar en la vida adulta? La película Llenar el vacío narra las etapas de la peligrosa descompresión de una joven, Shira, interpretada por Hadas Yaron, que se encuentra ante el vacío en su vida y ante su vida.
Incardinada en una familia de judíos ultraortodoxos de Tel Aviv, Shira atravesará las aguas que la separan del matrimonio y la vida adulta. Pero para ello debe resolver cómo llenar el vacío en el que se halla inmersa. Vacío que no es sólo de su vida, “temo a la muerte, soy mala”, dice, sino que está ante su vida, tras, por, sobre, sin escapatoria posible.
Paradójicamente pletóricos de vida, con hijos, defunciones, celebraciones gozosas, matrimonios concertados y canciones, este microcosmos situado en Israel tiene un algo de estampa del siglo de oro español con sus negruras y blancuras muy contrastadas.
Nadie puede resurgir de sí mismo sin morir un poco en el empeño, y Yochay, interpretado por Yiftach Klein, el cuñado de Shira, se está muriendo poco a poco tras perder a su esposa, Esther, al dar a luz a su hijo Mordechai. Yochay al tiempo que se desangra espiritualmente desaloja un enamoramiento paulatino hacia Shira.
Ésta, que estaba enamorada de otro hombre, cuya boda se iba a concertar entre sus familias con toda probabilidad, le rechaza. Mal hecho, pues Yochay, aparte de ser un buen mozo, sabe lo que le conviene a la familia, alfa y omega de la situación, bien que inducido por Rivka, Irit Sheleg, la madre de Esther y de Shira.
El drama está planteado, pero es como si la cámara estuviera un pelín desenfocada, entiéndanme, son cosas del alma, y en estas condiciones no se puede plantear otro drama que el de La casa de Bernarda Alba, pongamos por caso. De pasada, presentaremos a la tercera hermana, Frieda, Hila Feldman, solterona empedernida.
Como no tenemos a Lorca a mano, el drama, que estaba servido, se queda en mi opinión, yerto y frío, cuando no transformado en líquido que supurará por todos los poros de los protagonistas hasta llegar a la consumación en la frialdad tenebrosa, diríamos.
Película muy bien planteada con dirección y guión de la debutante Rama Burshtein, que borda con pespuntes un corpiño moral bien almidonado y seco. Microcosmos israelí, decíamos, ¿y si fuera una parábola moral de la situación del entero Estado de Israel?
Impasse en una celda, no de castigo, sino bien superpoblada, repleta de signos y señales que unos no entienden y otros no quieren hacer ver. Ucronía que gotea, floc, floc, dejando un rastro de sopa primordial en la que el ADN y el ARN de las especies israelíes luchan denodadamente por boquear, ¿sobrevivir?
Hay una escena, reveladora, en la que al calor de una celebración religiosa, se reúnen en la casa de las mujeres que no es de las mujeres, rabinos de poca monta y ultraortodoxos de a pie alrededor de la mesa y el patriarca reparte entre ellos pequeñas cantidades de dinero, para cubrir ritualmente la necesidad.
Es una forma de caridad que no deja rastro ni en el pedigüeño ni en el donante dada la ritualización distanciadora, en medio de aparentes muestras de jocosidad, bonhomía generalizada y camaradería. Pero el dinero ha mostrado su verde y repugnante rostro, y ya nada, amigo, será lo mismo. El efecto es el mismo que si en un drama de Lope se repartieran dólares.
La razón del estado ha predominado una vez más. Y cuando esa razón asoma la cabeza y no está contrapesada por una verdadera labor trabajadora, opuesta simétricamente con el sudor en la frente, como no es el caso de una casta subvencionada radicalmente por el Estado de Israel, todo ha terminado. La historia ha terminado. La vida ha terminado.
Llenar el vacío, (Lemale et ha halal) de Rama Burshtein fue la película estrella de los premios de la Academia israelí de 2012 y ha tenido un gran éxito de público en Israel.
Llenar el vacío (Lemale et ha halal) (2012) de Rama Burshtein, se estrenó en España el 25 de julio de 2014.