Literatura y pescadería

Literatura y pescadería

Me agrada la literatura, y me cautiva ver los peces alineados, azules, grises, naranjas, rosas, plateados, con sus bocas expiradas, sus agallas rojas, y los ojos así como con cataratas. A continuación comienzo con el dilema. Las pescadillas y merluzas no me seducen pues las veo desaboridas pero a su vez excesivas y resabidas, y van un poco de prepotentes y hegemónicas. No son humildes, les falta un jersey Lacoste de pico anudado al cuello. Parecen una columna de Antonio Burgos. Todas iguales. Ahí decoradas con estrambóticas algas barrocas de color burdeos. También son un poco votantes del Partido Popular y muy de tocar las pelotas con Podemos y Venezuela, y con que nos leamos Patria. Piden a gritos aceite de oliva bien caliente, cayena y ajo (rock and roll). Y un abracito por la noche con el cuarto cubata.

Las sardinas son humildes y valerosas (de hecho El Gaucho Martín Fierro es su Patrón), les gusta la bronca, el vino, la justicia social y no se duchan mucho. Son un poco las sindicalistas de la pescadería, y tienen algo de poetas de Facebook, de Ray Loriga saliendo del after en 1997, de Michel Houellebecq, siempre y de Soto Ivars en el Pepe Botella, a veces. Si bien no tienen un abuelo rojo y otro facha. Las dos abuelas de las sardinas son Rosa Luxemburgo y Rosa Parks.

Las doradas y las lubinas, demasiado perdonavidas, petulantes, proxenetas de poca monta para lo que realmente son. Les gusta hacer ruido pero no dejan de ser una puñetera lubina, o dorada. Van al Toni 2 y acaban montando una bronca que nos concede una telenovela tragicómica de temporada de Sparus mediáticos y matones rumanos.

El salmón es algo intenso y graso, pero sobre todo lo venden sin cabeza, y yo al pescado le pido que me mire a los ojos, como yo a él. El salmón puede ser Javier Marías a su puñetera bola escribiendo una columna de naderías sobre novelas trágicas de escritores contemporáneos, un recital de poesía en Lavapies, y siguiendo en el terreno de la diversificación del pez y la prosa también existió un libro que era un salmón sin cabeza: Sabor a hiel.

Con el rape me pasa que tiene una exhibición muy deplorable, al rape parece que le han dado una paliza unos skinheads, o viene de verse con Charles Manson o Jack el Destripador. O Pinochet, Videla y Billy el Niño. Antes, en su género lophiodes era un pez absolutamente de la patria de Bukowski en La senda del perdedor, Pulp y Factótum. Ahora me dices que un rape es una novela Carlos Salem y también te lo creo.

El panga no es mi favorito, siempre es duro comerse un pez inmigrante y además no me motivan en exceso las piscifactorías chinas y vietnamitas, ni las obras clásicas taoístas. Por eso siempre acabo con gambas, cigalas y berberechos, que van de apacibles y moderadamente flemáticos por la vida, ecuánimes y a su vez potentes, y me forjan maravillosos ágapes como un arroz caldoso con azafrán o pimentón que te mira directamente a los ojos, grandes francachelas literarias como Fabulosas narraciones por historias y El balcón en invierno.

Autor

Javier Divisa. Mercader a tiempo parcial y escritor a intervalos fragmentarios. Autor de la novela Tres Hombres para Tres Ciudades, su segunda obra vio luz bajo el título Valientes Idiotas. Desarrolla su cáustica y rigor literario en reseñas literarias para Eñe y Revista Cultural Tarántula. Ejerce como articulista y cronista en CTXT y compagina la literatura con el business de la moda. Ha ganado algunos premios narrativos, todos sin la pertinente dotación económica, aunque eso es algo que podría lograr un mono con lobectomía cerebral. También ha sido incluido en diversas antologías de jóvenes autores de libros que están enterrados hace años en el cementerio de Père-Lachaise y no leyó nadie. Actualmente muere en Madrid, escribe varias veces todos los días a lapsos de quince minutos y nunca aparenta estar feliz en Facebook. Su tercera novela se llama Magdalena.

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