Los amantes de la serie American Horror Story (2011) de Ryan Murphy tendrán grabada para siempre en su cabeza la cancioncita que suena una y otra vez en el tocadiscos ubicado en la sala principal del manicomio donde se desarrolla la acción de la segunda (y mejor) temporada del show. El tema en cuestión se llama Dominique y fue el mayor éxito de Jeanne-Paule-Marie Deckers, más conocida como Sor Sonrisa. Una religiosa belga lanzada al estrellato en 1962 y que dejaría el convento (aunque no de ser monja) en 1966 tras denunciar que le censuraban las canciones al tiempo que le obligaban a fingir una felicidad que no sentía.
Lesbiana y emparejada con otra religiosa, lanzó más tarde un tema titulado La píldora dorada donde alababa los anticonceptivos y que, contra todo pronóstico, no gustó en el Vaticano. El convento dominico se quedó con los royalties generados por su one hit wonder mientras que la editora del disco, Philips, hizo lo propio con el nombre Sor Sonrisa. A partir de entonces la vida de esta mujer entró una debacle que la llevó al alcoholismo, el desahucio y el suicidio junto a su novia.
La historia no tiene desperdicio y ya dio pie a tres largometrajes: Dominique (1966) de Henry Koster; Suor Sorriso (2011) de Roger Deutsch y Sœur Sourire (2009) de Stijn Coninx. La obra teatral que se puede ver en La Seca de Barcelona hasta el día 24 de abril está escrita y dirigida por Iñaki Garz y se centra en los últimos momentos de tan singular personaje. Garz acierta al reproducir en escena la intimidad de una pareja a punto de caer. Desde la primera aparición de Jeanine y Annie se adivina lo corrompida que está ya la convivencia entre las dos. El alcohol a las diez de la mañana, los horarios alterados de sueño y vigila, el encierro son elementos que encauzan el drama hacia su desenlace final desde el mismo inicio.
Acierta también el director al dar cuerpo y personalidad al personaje de Annie aprovechándolo para establecer lo que podría haber sido el conflicto principal del texto. Mientras que a la novia le quedan hábitos religiosos que no ha podido ni querido dejar atrás, la monja cantante ha transformado su pasado en rencor. En el texto, el lado espiritual de Sor Sonrisa queda excesivamente relegado para provocar el choque con su compañera y se desarrolla solo al final.
En la vida real, Sor Sonrisa se negó durante un tiempo a mantener relaciones sexuales con su pareja lo que inició el deterioro ésta. En la obra se invierten los roles y es la monja cantante la más lanzada en asuntos carnales lo que resta credibilidad a su rol de exmonja. Además, sin duda por coherencia temporal, este conflicto se transforma en una poco creíble escena en la que Jeanine le regala a su novia la parte de debajo de un bikini porque quiere hacerle unas fotos en topless en la playa para luego venderlas a una revista local y así relanzar su carrera de cantante.
Annabel Castán está muy bien como Annie. Expresa sin tremendismos su tormento y no lleva al extremo la situación dramática que habita. Rosa Cadafalch como Jeanine se centra en lo exterior del personaje lo que obstaculiza la percepción de su conflicto personal, metafísico y de pareja.
Es muy de agradecer en la escenografía de Xavier García el cuidado por utilizar muebles que remiten a los años 60 (a excepción de la papelera y los VHS) mientras que la iluminación del mismo Garz es simplemente funcional.
De haber hecho Les dominiques más hincapié en el pasado musical de su protagonista, la obra se habría acercado peligrosamente a Entre tinieblas (1983) de Pedro Almodóvar. Garz ha preferido usar los mimbres que la historia real le proporcionaba que suicidarse intentando hacer algo almodovariano. Y eso provoca que el conjunto sea un poco demasiado correcto y previsible, para lo bueno y para lo malo.