Si Le week-end estuviera, por ejemplo interpretada por Judi Dench y Michael Caine estaríamos hablando de un “vehículo de estrellas”, es decir de una película hecha para el lucimiento de dos actores que lo tienen todo: innegable talento, reconocimiento crítico e inmensa popularidad. Entonces diríamos que el trabajo de Roger Michell en la dirección y de Hanif Kureishi en el guión se ha limitado a “servir en bandeja a dos grandes actores la oportunidad de demostrar su buen hacer interpretativo y la indudable química existente entre ambos”. O algo así.
Pero resulta que está interpretada por Jim Broadbent y Lindsay Duncan. El primero es uno de los actores de reparto más sólidos del Reino Unido y ha paseado su talento por cintas como La dama de hierro (2011) de Phyllida Lloyd (era el marido de Margaret Thatcher) o Harry Potter y las reliquias de la muerte parte dos (2011) de David Yates aunque ganó el Óscar como mejor secundario en 2002 por Iris (2001) de Richard Eyre. Su esposa en la ficción es una actriz todo terreno que ha hecho la mayor parte de su carrera en televisión y teatro en donde ha ganado dos veces el premio Lawrence Olivier a la mejor interpretación femenina.
Esta elección marca completamente el resultado final de la película que pasa a convertirse, gracias al trabajo de sus dos protagonistas, en un retrato bastante realista de un matrimonio al que los muchos años de vida en común han ido dejando lentamente un poso de amargura que intenta acabar con su relación sin conseguirlo gracias precisamente a todo el tiempo compartido (que es el que ha provocado, finalmente, los amenazantes rencores)
Hanif Kureishi (guionista, entre otras, de Mi hermosa lavandería -1985- de Stephen Frears– y Venus – 2006- del mismo Michell) intenta construir su libreto a partir de pequeños reproches, algunas situaciones tensas mil veces acaecidas y muchas palabras atragantadas al ser ya previsible su destino. Y consigue en buena parte del metraje (a pesar de una cierta reiteración en las acciones) transmitir la doble incertidumbre que se cierne sobre los protagonistas al afrontar la última etapa de su vida esto es, seguir añadiendo piedras al equipaje compartido o intentar cambiarlo todo y estar solos cuando física y mentalmente más van a necesitar estar acompañados. El problema surge cuando guionista y director introducen un tercer personaje (espléndidamente interpretado por Jeff Goldblum) con la intención de empujar el relato hacia su final. Es entonces cuando las escenas (la reunión de intelectuales, especialmente) se alargan más de lo debido y todo adquiere un toque de pedantería del que la dirección de Michell no sabe distanciarse lo suficiente.
Porque ese es el problema de la peli. Un guión como el de Kureishi requería de un director con mucho más talento visual que Michell, diestro director de agradables comedias románticas como Notting Hill (1999) o Morning glory (2010) al que le suelen venir grande los proyectos de más envergadura como Hyde Park on Hudson (2012) o The mother (2003). Michell dirige más que correctamente a sus actores pero su realización es muy plana en la mayor parte de las secuencias y abiertamente turística en otras.
Le week-end remite, inevitablemente, a la ejemplar trilogía de Linklater Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes del anochecer (2013) de la que podría aspirar a ser su último capítulo. De hecho, todo el clímax final en la fiesta recuerda en parte a la comida que ocupa la parte central del capítulo griego protagonizado por Julie Delpy y Ethan Hawke No lo es, en parte porque Michell no consigue la empatía con sus personajes que sí lleva logrando Linklater desde 1995 y en parte porque no estamos ante una película “walking & talking” pero finalmente tampoco ante un film de silencios y miradas.
A la postre, el mayor mérito de Michell y Kureishi es haber dado a Broadbent y Duncan el espacio suficiente para construir dos personajes complejos y complementarios a la par que reivindicar la popularidad para su talento.
La Concha de oro al mejor actor otorgada al primero denota que la jugada les ha salido bastante bien.