Periodismo musical, público y músicos conviven dentro de un mismo círculo, pero no siempre comparten los mismos principios. Esa, quizá, sea una de las claves del éxito rotundo de la tontería generalizada y del fracaso de la autenticidad por muchos demandada y por otros, incluso a veces los mismos, prostituida.
Se supone que el público está fuera del alcance de toda crítica, es el receptor y ente pasivo. Desde pequeños nos enseñan, con premeditada osadía, a respetar todo tipo de gustos, algo en ocasiones imposible de ejecutar, por lo que realmente son los otros dos factores los que deben responder por la falta de educación del tercero. Estos dos factores son los transmisores, los músicos del alma y los periodistas de la imagen del alma ¿Y cómo hacer para que la niña salga guapa? Utilizando siempre la proporción de verdad necesaria, ni un gramo más ni un gramo menos.
La verdad no es objetividad, es inteligencia acompañada de destreza subjetiva para mirar dentro y fuera de uno mismo, todo lo que venga de ahí logrará causar un efecto de sinergia positiva que haga de este desastre un desastre mucho más habitable. Esta es una tarea importante y así debe trabajar quien se dedique a ello, otorgando prioritario valor a lo que da sentido a unos y a otros, que no es otra realidad que la Música Con Alma o Verdadera Música. O existe pasión o ya puedes tener tantos criterios como inventes que no servirán de nada.
Me alegra mucho conocer a tipos como Carlos, porque siento que esa conexión existe, ese círculo. En este caso parece que los principios compartidos alimentan esta teoría que me acabo de inventar. Yo ya intuía algo cuando leía sus artículos, la vieja guardia del periodismo, o el «periodismo con canas» ,como cuenta el propio Carlos, parece haber olvidado de dónde viene todo esto, quién y por qué alimenta el motor. Aquí el amigo lo tiene claro: «Se trata de sentir para escribir».
En los bajos de «El Hombre Moderno», Pez con Corredera, pasamos casi de largo por lo más aburrido del asunto: el movimiento estructural oficinario (necesario pero desafortunadamente mal planteado) y la inutilidad de ciertos sujetos intermediarios, managers y agencias nacionales en clara contraposición con su funcionamiento fuera de España. Después del orgullo gay, a las manifestaciones demócratas y risueñas que no llevan a ningún lado, la importancia de ciertos actos contundentes y su violencia en la caída de la dictadura, por sueños propios en los que coinciden lapidaciones, navajas, Rajoy, Ana Botella, Jorge Javier Vázquez y algunos más.
La conexión está latente, aunque él serio y atento y yo algo más descuidado, coincidiendo en nuestros parámetros internos: «Los creadores paren», dice, reafirmándose como escritor, «la inspiración es una especie de amor hacia el propio texto, coges cariño a esa inspiración y a esa obra, te enamoras de mucho de lo que escribes»; y externos: «Las casualidades hacen de la conexión de las personas con las canciones algo identificatorio, la música convierte los momentos, los hacen imborrables, propios, únicos. En esa identificación hay una subjetividad desbordada porque la música es creación a través de sentimientos».
Elvis y su pelvis es el mejor y más genuino ejemplo : «Rock es carne, es un escaparate de carne, música de ganado, y está bien mientras no se intente reproducir y acompañe el sentimiento. Carne más sentimiento y personalidad, esa es la clave. Elvis solo hay uno, igual que Spreesting, Petty…, «Oye tío, escucha esto que suena como Petty», «¿Para qué quiero escuchar algo que suena como Petty si ya tengo a Petty?»
«Los creadores paren, la inspiración es una especie de amor hacia el propio texto, coges cariño a esa inspiración y a esa obra, te enamoras de mucho de lo que escribes»
El entramado mediático, radiofónico y estructural prefiere ese tipo de carne estandarizada, esa fórmula establecida, música de entretenimiento a propuestas de credo, y si es lo que el público quiere que se le va a hacer. Pero lo que pasa es que, ese credo, dada la subjetividad, unión e identificación de fondo con ciertos artistas, pierde totalmente el criterio. ¿De quién te puedes fiar? En este punto de la charla descubro que Charly y yo coincidimos en algo más, la canción «Silencio» de Bisbal nos mola bastante, a lo que él añade: «Si coge esa canción Lapido (por ejemplo) y la canta la peña flipa, en realidad hay música mala, pero no música dañina».
Al cambiar de bar, por el camino, le confieso a Carlos que me he encontrado en el autobús el cuestionario que le voy a realizar a continuación. «¿Cómo que te lo has encontrado? A mí eso no me ha pasado nunca.» Espero a pedir un par de cervezas para mostrárselo, no sé cómo se lo habrá tomado, es un pequeño juego. «Pues sí, en el autobús, en el lateral del asiento, me encontré este panfleto de una ONG cristiana llamada Wathtower, con un cuestionario a modo de claim tras la sugerente frase: ¿Le gustaría saber la verdad? Cambié la palabra Dios y alguna que otra por las que se me ocurrieron en el momento y esto es lo que tengo para tí?». «Sin problema, adelante».
1- ¿Se interesa la música por nosotros?
No, es el músico el que tendría que interesarse en algo para poder crear música.
2- ¿Que nos sucede al vivir?
La vida es una enfermedad como el SIDA, de hecho si cambias una letra es lo mismo.
3- ¿Hay alguna esperanza para nuestro género?
Quiero creer que sí. Actualmente no hay ninguna.
4- ¿Como tenemos que orar para que la justicia nos escuche?
Con bombas y balas en la cabeza.
5- ¿Y quién conseguirá esas bombas y esas balas?
Locos y valientes.
Y así acabó este encuentro, con un llamamiento a la locura y a la valentía, no se me ocurre manera mejor.
CARLOS H. VÁZQUEZ (1986): crítico musical, ha trabajado para medios de la talla de Efe Eme, Paisajes Eléctricos, Mondo Sonoro, Musicópolis, Popular 1, ChopperON, Pink Ladies o Cambio 16. Actualmente también colabora con Jot Down y de vez en cuando se deja ver por “La Ruta Norteamericana” (El País), This Is Rock, Rock Estatal o Mariskal Rock. Su pluma ha viajado también a las páginas de revistas especializadas de Argentina e Italia. Otro de sus trabajos más recientes se centra en “Porque las cosas cambian”, documental dirigido por Javier Alvero y la creación del libro “Bunbury. En crudo y al natural”, con Jesualdo Jiménez de Cisneros y Juan Pérez-Fajardo. Por su grabadora han pasado más de 600 personajes de la talla de John Mayall, Andrés Calamaro, Miguel Ríos, Ryan Bingham, Jonny Kaplan, Dayna Kurtz, The Jayhawks, Nacho Vegas, Raimundo Amador, Josh Ritter, El Cigala, Phil Collins, Johnny Winter, Jaime Urrutia, Loquillo, Kiko Veneno, Manolo Escobar, Santiago Auserón, Garbage, Lapido, Raphael, Vinila Von Bismark, Aute, Blind Boys of Alabama, Albert Pla, Laura Marling, Miles Kane, Panero, Austin TV, The Kooks, Vinicio Capossela… y mucho más.