La trayectoria de Xan López-Domínguez como ilustrador no deja duda de su talento para atraer al lector, tanto infantil como amante sin más de la narrativa breve y el dibujo. Así, su colaboración con las editoriales Edelvives, Siruela, Fondo de Cultua Económica, Alfaguara y la colección El Barco de Vapor de S.M. dentro de una lista extensísima, es ya casi aval suficiente para acercarse a Las aventuras de la bruja Fritanga (Edelvives, 2014).
En este cuento ameno e ingenioso López-Domínguez despliega, como en otros trabajos, una segunda faceta, la de autor. Imagen y texto no van nunca por separado, la magia actúa en dos planos: o bien en una página el texto y en la otra la ilustración, o bien los personajes se colocan debajo del texto, lo rodean y por momentos parece que lo quieran leer. Dirigida a un público infantil, el cuento surge de y para una imaginación infantil, que no infantiloide, combina los elementos de los cuentos tradicionales con toques de humor, empezando por los juegos de palabras, y sorprende por su frescura. Es una historia de brujas y magos, en concreto la historia de Fritanga, una “aprendiza de Pocimera de tercera clase” dedicada a deshacer entuertos menores tales como una disputa “entre unos murciélagos y un búho enamoradizo”. A esta pobre bruja acudirá Renglong, un torpe mago que, en un conjuro fallido, se ha transformado a sí mismo en un gigante merced a un conjuro del temible libro Metamorphos, que sólo leen los magos más poderosos.
El viaje que sigue, a través de cortes y palacios de Magos Superiores, es una de las perlas del cuento: una galería de retratos supuestamente fantásticos con los que el autor presenta también, de un modo amable e irónico a la vez, tipos humanos perfectamente reconocibles. Como si se tratara de El principito de Saint-Exupéry viajando de un planeta a otro a la búsqueda del significado práctico y preciso de la amistad, Fritanga y Renglong, cuya amistad es el centro de la trama, van de un palacio a otro en busca de la fórmula que rompa el hechizo, pero a cada parada sólo consiguen sentirse más afligidos y decepcionados: los magos “superiores” se revelarán como seres caprichosos, cotillas. Su aparición en las ilustraciones es siempre motivo de sonrisa: el lector, especialmente el lector infantil, se siente atrapado en ese magma de altísimos sombreros de copa, bigotes puntiagudos y barbas larguísimas también, signo de una sabiduría que, en el fondo, ninguno muestra tener.
Frente a estos, la historia pone de relieve los valores de los personajes menos “sabios», más humildes: la constancia de Fritanga, su amistad con Renglong, el atrevimiento de éste, presentado en algunas ilustraciones preciosas como el Don Quijote de Doré, rodeado de libros de hechizos que le superan y fascinan. Esta bruja de noble corazón y ese Don Quijote de la magia que es Renglong contarán con la ayuda del prestidigitador Zambulza, que propondrá una solución tan definitiva como sorprendente.
Xan López-Domínguez condensa en un relato los valores del cuento tradicional con un mensaje actual: los protagonistas no son príncipes ni princesas, sino una bruja del escalón más bajo (incluso su nombre, Fritanga, contrasta con el complicado Metamorphos, título pseudo-latino inventado por el autor y tan propio de la alquimia medieval), y el viaje que esta realiza no es en búsqueda del Santo Grial, sino para desfacer un entuerto que cualquier niño desearía probar.
Al mismo tiempo, la ilustración juega un papel central: los dibujos perfilados, de líneas finas y colores siempre en los mismos tonos (ocres y amarillos, en unas ilustraciones, en otras tonos fríos, pero siempre evitando que los unos se mezclen con los otros) son elegantes, nada groseros, y al mismo tiempo transportan a otro universo, el de la magia, con paisajes idílicos, vestidos extravagantes, que permiten que el lector, más allá de su edad, viaje con los personajes a través de los cielos.
Como el conjuro Metamorphos, la imaginación pone una lupa sobre detalles que podrían no tener mayor importancia y les da un sentido nuevo, un tamaño mayor. También puede ser problemática, pero a la larga es tanto más creativa cuanto más se arriesga.
Esta cuidada publicación de Edelvives merece un hueco entre las recomendaciones de literatura infantil y juvenil de esta época navideña por el riesgo de escribir -e ilustrar- una narrativa contemporánea que respete la elegancia y el humor de las viejas formas del cuento.
Las aventuras de la bruja Fritanga de Xan López-Domínguez. Edelvives, 2014. 96 páginas, 10’95 euros.
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