«La soledad del paseador de perros», de María Velasco

«La soledad del paseador de perros», de María Velasco

«La soledad del paseador de perros», de María Velasco ©Marta Cofrade

 

SINIOPSIS

En el aniversario de la Noche de los Cristales Rotos conocí a alguien cuyo nombre aún me estremece pronunciar. Con la noche como alcahueta, comenzó una relación tóxica (rodeada de tóxicos también). El cuerpo fue sacrificado a todos los excesos. Admitir que esta es una historia de desamor (porque haya negación, ira y depresión nerviosa) equivaldría a admitir que muchas veces llamamos amor al hooliganismo emocional, confundiendo afecto con multiorgasmo.

A mí me enseñó en qué consiste el verdadero idilio una paseadora argentina de perros… y, más tarde, cuatro actores de teatro.

Es tiempo de inventar un amor otro.

 

 

"La soledad del paseador de perros", de en la imagen Carlos Troya y María Velasco

«La soledad del paseador de perros», de María Velasco, en la imagen los actores Carlos Troya y María Velasco ©Marta Cofrade

"La soledad del paseador de perros", de María Velasco en la imagen el actor Kike Guaza

«La soledad del paseador de perros», de María Velasco en la imagen el actor Kike Guaza. ©Marta Cofrade

"La soledad del paseador de perros", de en la imagen Carlos Troya y

«La soledad del paseador de perros», de María Velasco en la imagen Carlos Troya ©Marta Cofrade

 

La propia María subtitula su obra DIARIO DRAMÁTICO y no me cabe duda que gran parte de este drama tenga su origen en sus propias vivencias. Al fin y al cabo soy de los que piensa que toda obra que escribimos, aunque sea una historia de pigmeos en el Amazonas, es en gran parte autobiográfica. Por la valentía de dar varios pasos adelante y mostrarnos, con toda su crudeza, aspectos de una intimidad que solemos guardar con pudor y, lógicamente con el temor que produce la moral burguesa que nos rodea, nos encontramos ante una propuesta teatral de una enorme carga ética y estética. Sí, sí, digo estética, porque donde más me apetece investigar con la autora, los actores, así como todo el equipo que nos acompañe, es en la propuesta específicamente escénica que debemos resolver para que inquiete, seduzca, incomode, enamore o enerve. Podríamos hablar de biodrama o de un cierto tipo de posdramaticidad, pero todo esto no serán más que especulaciones intelectuales si no logramos bajar al terreno de la comunicación, casi atávica de lo teatral.

Siempre me ha interesado el lenguaje en las piezas de María. Creo que la fuerza de sus palabras va acompañada de imágenes muy potentes, que hacen de su escritura una propuesta de teatralidad viva muy alejada de la retórica de parte del llamado “teatro contemporáneo”. La lectura de sus piezas no es fácil. Pero sus exabruptos no son gratuitos, surgen de un grito interior que necesita poetizar en la especificidad del lenguaje dramatúrgico. Su escritura se hace desde las vísceras y, por eso, su fuerza es similar tanto cuando expone cuestiones que, sin duda ha vivido, como cuando nos habla a partir de otros referentes (lecturas, films, canciones, artes plásticas, etc.).

¿Quién habla en La soledad del paseador de perros? ¿Cuántos personajes hay? Eso es parte de lo que vamos a investigar, pero para mí es un cuerpo que se divide en muchas voces. Incluso es la voz de una MUJER que puede tomar prestado el cuerpo de un HOMBRE, aunque haya sido el que le haya hecho tanto daño. No creo que en la vida real la línea entre víctima y verdugo esté tan claramente definida como en la literatura, donde es tan fácil caer en simplismos buenistas. Las imprecaciones que muchas veces emanan de los “personajes” de esta obra puede que molesten a muchos oídos que prefieren obras redentoristas o, simplemente, que planteen los problemas políticos en su superficie.

¿Hay algo más político que nuestros propios fantasmas? Nuestros miedos, soledades, escrúpulos, crueldades, fantasías o negaciones pueden saltar a lo que la  gente entiende por política y, en muchos casos crean la desigualdad, la xenofobia,  el machismo, el racismo, la violencia cotidiana, hasta el mismo “terrorismo de Estado”. No puedo aceptar a estas alturas que pueda haber trasformación social sin trasformación personal y de los entornos cercanos donde vivimos.

Creo que escrituras como la de María ponen el acento en lo individual, pero no como exclusión de lo social, sino como forma de entender el teatro como pulsión personal para trascender hacia lo público. Salvando las distancias, algo así, como cuando los clásicos griegos planteaban sus ceremonias escénicas en las que la catarsis y la anagnórisis formaban parte de otra cuestión fundamental, el entretenimiento para la ciudad y sus ciudadanos. Un discurso artístico no para meros consumidores, sino para ciudadanos críticos.

No dudo que La soledad del paseador de perros es una obra moral, pero en el sentido que empleaban los ilustrados, tipo Voltaire o Rousseau. Otros ilustrados posteriores como Freud, Kafka. Artaud o Lowry nos enseñaron que las bajadas a los infiernos no pasan por diablillos cornudos con tenedores de atrezo, sino por demonios interiores. Por mucho que la sociedad alrededor sea idílica, si no se acompaña con “estados de ánimo personales” no castrados por nuestros imaginarios,  poco se podrá hablar de felicidad.

Para llegar a esos distintos estados de ánimo, María nos plantea el lenguaje escénico como camino de exorcismos, yo tomo ese reto y quiero convertirlo en un juego escénico capaz de emocionar y hacer pensar que, al menos, desde nuestro entorno si es posible una cierta trasformación. Ni locura, ni santidad, teatro como forma de vida, de expresión libre, y de búsqueda de complicidades con aquellos que quieran vernos y escucharnos.

Guillermo Heras

 

 

La soledad del paseador de perros, estará en cartel del 14 al 23 de abril de 2016 en Teatro Cuarta Pared -Madrid-

Texto: María Velasco Dirección: Guillermo Heras y María Velasco Intérpretes: Valeria Alonso, Kike Guaza, Olaia Pazos, Carlos Troya y María Velasco

Producción ejecutiva: Carlota Guivernau Diseño de espacio y luz: Marta Cofrade Asistente de dirección: Tamara Gutiérrez Fotógrafo: Marta Cofrade Vestuario: Raquel Soto

 

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