Buscó la aceituna con los dedos y se la llevó a la boca en medio de una sonrisa.
La aceituna cruzada es esencial, te dijo masticando de forma casi imperceptible, y lo de menos es que sea con ginebra o vodka y el chorro de vermú seco. La cereza solo tiene sentido si hablamos del vermú dulce. La piel de limón debe aparecer en el Martini perfecto. Algunos dicen que esta bebida enfría el estómago y otros lo contrario. A mí siempre me provoca una sensación de melancolía, como cuando te sientas a ver correr un río. El sonido es embriagador, casi irreal. Lento, apasionado, cariñoso, cercano, como el cuerpo del hombre que amas, que se encoge y se alarga cubierto por la sábana nocturna.
Apurando su Martini añadió que el agua de ese río ya no iba a regresar para ella. A veces la sábana se quedaba fría, sin deshacer, esperando una melodía inaudible.
Llamó al camarero, pagó la cuenta, salisteis a la calle, te dio un beso en los labios y se puso las gafas de sol. Luego giró la cabeza, miró al frente y echó a andar.
Los dos sabíais que no volveríais a veros.
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