Jessica Chastain es La señorita Julia, de Liv Ullmann
Liv Ullmann será recordada como una de las actrices predilectas de Igmar Berman, el autor de obras maestras como Persona y Gritos y susurros. No obstante, la intérprete ha desarrollado una interesante carrera paralela como directora donde sobresalen dos largometrajes filmados con guiones de su mentor: Encuentros privados, rodada para la televisión, e Infiel, quizá su trabajo más alabado como realizadora.
Catorce años después de esta última, Ullmann regresa a la dirección de películas con La señorita Julia, adaptación de la obra homónima de August Strindberg que ya fue llevada a la gran pantalla por Alf Sjöberg en 1951 y Mike Figgis en 1999.
Ullmann respeta fundamentalmente el original teatral, aunque traslada la acción de Suecia a Irlanda, añade un prologo que subraya la particular soledad que aflige a la protagonista desde la más tierna infancia y airea algo la acción al salir de la casa donde transcurre la acción principal para adentrarse en los bosques que la rodean.
El resto es poco más o menos igual. La señorita Julia del título es una mujer que decide por capricho seducir a uno de sus criados en La Noche de San Juan. En un primer momento se hará valer de su posición de ama para conquistar al sirviente, que le confiesa que siempre ha estado enamorado de ella. Sin embargo, el dominio de la joven sobre su empleado no durará mucho y su subordinado tomará pronto el control de la situación.
Ullmann vuelve a mostrar el conflicto de clases que ya aparecía en la obra de Strindberg y plasma en pantalla un particular triángulo amoroso formado por la señorita Julia, el sirviente y la prometida del criado, la cocinera de la particular mansión donde viven. La directora sueca imprime al conjunto cierta tensión y se centra en la dirección de actores, donde las féminas vencen al elemento masculino.
Jessica Chastain, una de las actrices del momento, logra inyectar a su señorita Julia de una curiosa mezcla de fragilidad y fuerza, aunque haya que reprocharle algún momento de histrionismo. Por su parte, Samantha Morton, convertida en una verdadera matrona para la ocasión, otorga a su cocinera de un curioso ímpetu que logra impactar con cada una de sus escasas apariciones. Menos acertado es el trabajo de Colin Farrell, que sobreactúa y subraya en exceso su acento irlandés.
En resumen, La señorita Julia es una más que correcta adaptación del original dirigida con buen gusto y fotografiada con suma belleza por Mikhail Krichman, máximo responsable de la preciosa secuencia que cierra el filme.