¿Para qué sirve una religión hoy día en Occidente? ¿Para dar grandes relatos míticos, originarios? Creo que hoy día nada puede superar en profundidad, en versatilidad, en ductilidad, al Big Bang y relatos adyacentes.
¿Para prometer el cielo y la vida eterna? Estamos a pocos decenios de lograr un salto inimaginable anteriormente en la prolongación de la esperanza de vida con buenos parámetros físicos, y si no al tiempo. ¿A qué esperar el cielo si ya lo tendremos en la tierra?
¿Para impartir una moral y reglas de vida? Cualquier religión está en sana competencia con otras tantas y la moralidad ya ha dejado de ser considerada de fuente divina o religiosa en amplios, y cada vez más extensos, círculos.
Las religiones en Occidente han quedado vacías de contenidos, esterilizadas. Ya sólo perviven por tradición y como conjunto de rituales.
¿Se puede decir seriamente que quede algún cristiano en Occidente? La moral sexual está relativizada, cuando no directamente negada por los que se dicen aún fieles.
Recordemos que la sexualidad, en la religión occidental, era el pilar fundamental en que se anudaban las enseñanzas, los traumas y las represiones que contribuían a crear el alma, atormentada, religiosa.
Sin sujeciones sexuales, el alma cristiana se desgobierna y tiende a relativizar conceptos, ideas y enseñanzas de muy diversa índole religiosa.
Quedan a mi entender, dos grandes grupos de sectarios cristianos en Occidente. Los ritualistas, que se parten el pecho en gestos y convicciones que son cuasi esquizofrénicamente negadas en sus vidas de cada día.
Y los misticistas, o espiritualistas que dicen tener una relación privilegiada, e individual, con la divinidad. Los místicos, recordemos, habían sido siempre los grandes sospechosos para la Iglesia convencional y jerárquica, pues en la práctica, renegaban de la religio, o ligazón mutua, fundamental para definir al cristiano.
Pero con esos mimbres, no se hace una religión, al menos al uso tradicional.
Queda todo el amplio abanico del mundo espiritual, que es de ámbito privado ya sin ningún tipo de ambages ni reproches, ni, esperemos, de nostalgias.
El único contraveneno posible, sería la fundación de una nueva religión, acorde con los parámetros de la vida de nuestros tiempos, pero que tendría que ser, además, globalizada.
Quiero decir, una auténtica religión mundial, o universal, que pudiese integrar las tradiciones de Oriente y de Occidente, ¡sin olvidar al Medio Oriente!
Pero esto o bien queda muy lejos en el horizonte temporal, o se difumina cuando se aproxima el cristal, sea cuál sea del color con que se mira.



