Dentro de las ramas de la Filosofía, hay una que suele ser poco atendida: la Filosofía de la Ciencia. Pero diremos algo más, ya que cuando a alguien de formación científica se le habla de ella, su respuesta suele ser: alguien que no sabe de ciencia, hablando de ciencia. Sobra decir, que no es el caso, y que la mayoría de los que trabajan en esta rama del “amor al saber”, además de tener la carrera de Filosofía tienen la de la ciencia sobre la que reflexionan. El resultado, no es sólo alguien que sabe perfectamente de lo que habla, sino que lo hace desde un nivel completamente desconocido para cualquier científico. Tanto es así, que en sus manos la ciencia muestra sus costuras, o lo que es lo mismo, aquello que conforma a toda teoría científica y que… nada tiene que ver con la ciencia. Y es que toda teoría implica una metafísica, una forma muy determinada de entender lo real. Porque la ciencia, lejos de ser purita verdad, es y sólo es “humana, demasiado humana”.
Carlos Castrodeza (1945-2012), que es el autor que firma la obra que hoy tenemos entre manos, La razón de ser (Xorki), era filósofo y biólogo, y fue profesor de Filosofía de la Ciencia en la UCM, dedicando toda su vida intelectual al darwinismo. Entre sus obras, destacan La darwinización del mundo (Herder), Nihilismo y supervivencia (Trotta) o Los límites de la historia natural (Akal). Pero estos ensayos, no sólo encontraron reconocimiento en nuestro país, ya que uno de los mejores historiadores de la ciencia y de la técnica, el profesor de Harvard Thomas Glik, señaló la importancia de hacer Filosofía de la Ciencia cómo la hacía Carlos Castrodeza; el cual, lejos de perderse en marañas de datos, en exaltaciones mitómanas de la figura de Darwin, o en explicar de forma divulgativa “el darwinismo”, se ocupó de diseccionar la teoría de la evolución para dar tres respuestas: cómo se conformó, cómo pasó de estar totalmente marginada a viralizar el mundo, y cuales han sido las últimas consecuencias de esta viralización. Una disección que encuentra en La razón de ser (Xorki) un ejemplo paradigmático.
Para dar la primera respuesta, Castrodeza despliega la biografía de Darwin, pero sólo aquellos aspectos que tienen relevancia en la conformación de la teoría de la evolución. Así, conoceros los encuentros e impactos vitales que hicieron de este científico inglés el “genio” al que medio mundo ama y otro medio mundo maldice. Pero cómo hemos señalado, este estudio de la vida y biografía intelectual de Darwin, huye tanto de un extremo como de otro: se habla del inglés con empatía, pero no con veneración ni con desprecio.
Para dar la segunda respuesta, aquella que tiene que ver con la explicación de cómo una teoría que en principio fue totalmente rechaza, e incluso ignorada, termina convirtiéndose en la teoría principal de Occidente, Carlos realiza todo un despliegue hermenéutico de cómo el contexto social se volvió propicio para que la teoría de la evolución echara raíces. Al decir esto, se toca un punto central en la forma que Castrodeza tenía de entender la ciencia: lejos de ser aquella disciplina que se ocupa de revelar la verdad, la ciencia, las teorías que ella genera, sólo tienen una finalidad instrumental. Y añade algo más: esa finalidad instrumental tiene que ver con la pura y dura adaptación del hombre a su entorno. De este modo, la propuesta de Darwin, cómo ocurre con la de todos los demás científicos, no empezó a ser oída por verdadera, sino porque era la que ofrecía la interpretación del mundo que más se ajustaba con el espíritu de una época que estaba empezando.
Al hablar de las consecuencias que ha tenido lo que él denominó como la darwinización del mundo, Castrodeza las resume en lo que el señala como una nueva apertura de la Caja de Pandora, así a los males ya conocidos añade los que siguen:
1. el hombre nada tiene de excepcional, 2. dependemos totalmente de nuestras raíces sociobiológicas, 3. estamos tan sujetos al imperativo biológico como cualquier otra organismo, 4.somos absolutamente un producto de nuestro pasado y 5. la ética, la religión y la cultura no son las construcciones sociales que se suponen que son, para asegurarnos así nuestra independencia ontoepistémica.
Después de estos cinco puntos, y utilizando ese humor inglés que tanto caracterizaba al autor que firma este ensayo, sólo podemos añadir “esto es lo que hay, aunque no le guste a nadie”.
Sin duda, La razón de ser (Xorki) es un libro decisivo para todo aquel que quiera entender lo que es el darwinismo y cuál ha sido su impacto en el mundo que a día de hoy habitamos. Una obra clave que Castrodeza nos legó y que la editorial Xorki ha sabido publicar en una cuidada edición. Al leerla, que nadie se enfade con este buen hombre, seguramente él también había preferido defender la idea de un Dios bueno y protector, pero la Naturaleza, lo que hemos visto en ella, nos ha llevado a otra forma de entender las cosas. Una forma en la que tanto finalidad como sentido salen de escena y en la que la vida no es más que un experimento inacabado. Aunque tal vez, fuera mejor usar la definición dada por el escritor David Foster Wallace: una gran broma infinita.