En la imagen el actor Fernando Sainz de la Maza que interpreta a Pino Pelosi en en La noche que amé a Pasolini, de Pablo Martínez Bravo Foto Paul Rodríguez
Por Luis Muñoz Díez
La noche que amé a Pasolini, de Pablo Martínez Bravo, resignifica una historia oficial que quiso ver en el hecho atroz, una simple consecuencia por ser homosexual, y ejercer como tal.
El asesinato de Pasolini el 2 de noviembre de 1975, removió los cimientos culturales y políticos, era la muerte de un intelectual amado por muchos, y odiado obsesivamente por otros. Encastillando aún más la opinión que se tenía del genial cineasta y poeta italiano.
Unos vieron en su muerte, un final acorde para un marica de una edad que buscaba jóvenes entre la calaña, con los que satisfacer sus desviaciones, otros vieron diáfano que su muerte fue un asesinato político, por su compromiso con la izquierda, y su última película “Saló o los 120 días de Sodoma” que tanto escoció a la extrema derecha.
Es muy oportuno que un joven dramaturgo como Pablo Martínez Bravo recupere su figura, aunque sea por medio de Pino Pelosi, que ha pasado a la historia como su asesino.
Oportuno y necesario para significar que en la ejecución de una muerte perpetrada con tal ensañamiento, fue determinante su condición sexual. Recordando que en 1975 la homosexualidad estaba igual de mal vista por la izquierda como por la derecha, abalados por la O.M.S. que la catalogaba oficialmente, como una enfermedad mental más.
En la imagen los actores Fernando Sainz de la Maza y Rubén Frías. La realidad y la mística se unen, para un Pino Pelosi, un carnal chico de 17 años elevado a la historia como el asesino de un genio. La noche que amé a Pasolini, de Pablo Martínez Bravo Foto Paul Rodríguez
Pier Paolo de niño, escondido a la orilla de un río miraba como los jóvenes campesinos se bañaban desnudos. Así descubrió su preferencia sexual por los hombres, y la brecha insalvable que separaba a obreros y patrones. Ambas revelaciones marcaron su vida con un férreo compromiso con la izquierda, y su manifiesta naturalidad para confesar su gusto por los hombres.
El autor le ha dado voz a Pino Pelosi para que nos cuente las aspiraciones, gozos y temblores de un joven que tan solo contaba con 17 años, cuando se vio coaccionado a inculparse como asesino. Un hecho que truncó las aspiraciones que a esa edad no tienen límite.
El texto de La noche que amé a Pasolini está bien medido, antes de pasar al temblor personal del joven, nos sitúa en la vieja Roma, que como su coetánea Europa han sido testigos de esplendor y avasallamiento, de opulencia y miseria, deteniéndose en el momento de la ocupación en que vive toda Italia en 1943. Un momento que coincide con los primeros encuentros sexuales de un Pier Paolo de 14 o 15 años, en que el sexo nos hace olvidar incluso, nuestra condición de mortales.
El texto aporta calor humano a la siniestra historia, despejando cualquier duda de que ese joven pudiera ser un asesino, y narrando su sexualidad como un acto limpio, aunque como confiesa el propio Pino, fuera preciso cobijarse en la oscuridad para ponerlo en práctica, como única queja que, la fugacidad de los encuentros conllevaba un calor que inmediatamente se disipaba.
Al transmisor de la historia oficial, objeto de deseo y cantante, le pone voz y físico con mucha magia y poderío el actor Rubén Frías. Foto Paul Rodríguez
Pino Pelosi no podía haber encontrado mejor acomodo que en el actor Fernando Sainz de la Maza, porque se hace con el personaje, y recuerda al actor Ninetto Davoli. Muso y amor con mayúsculas del cineasta, junto al que profesaba a su madre a la que veneraba, en contraposición con él rechazo como persona que sentía por su padre, reconociendo que a su vez fue su oscuro motivo de deseo. Su padre era un atractivo soldado de las filas fascistas, su rechazo por él se afianzó con la muerte de su querido hermano Guido a los 19 años, en la masacre de Porzûs, pero se sabe que odio y amor, nos son sentimientos antagónicos, para ambos lo es la indiferencia.
Otro acierto del texto escrito por Pablo es su mesura, sabe que si quieres estimular la emoción del público, no le puedes aplastar con más datos de los necesarios, y logra mostrar la parte humana de un personaje estigmatizado por asumir lo que no hizo, y devolver la culpa a sus verdaderos asesinos.
La relación del cineasta con el gremio de Pelosi era excelente por ser conocido y reconocido con respeto, ninguno de ellos le hubiera hecho daño a Pier Paolo que pertenecía a ese paisaje, siendo una gloria nacional prefería la compañía de chaperos y campesinos, por los que sentía debilidad.
El personaje de Pino Pelosi disfruta de todo el escenario, pero un velo oculta a un ser que pertenece a lo onírico. Será cancerbero de la muerte, objeto del deseo de un Pier Paolo niño, por él conoceremos la historia oficial, y el que nos transportará a la Italia eterna desgranando canciones que nos recuerdan al señero festival de san Remo, que fueron la banda sonora de los sesenta, setenta, el tiempo en que vivió el artista.
Al transmisor de la historia oficial, objeto de deseo y cantante, le pone voz y físico con mucha magia y poderío el actor Rubén Frías, con traje de chaqueta negro, revestido en tules por Pier Paolo Álvaro, y él será también el encargado de recibir a Pelosi en la eternidad de la muerte.
Pablo Martínez Bravo nos presenta una pieza bien armada, que pasa sin sentir, pero que te acompaña a casa, con el acierto de la redención del personaje, dignificando como su encuentro con el poeta, ante una historia oficial que quiso justificar con ese encuentro, lo que fue y será injustificable.
La noche que amé a Pasolini, escrita y dirigida por Pablo Martínez Bravo, se estrenó el 2 de en la Sala Nave73 Madrid, más información de fechas, horarios y compra de entradas aquí.
TEXTOY DIRECCIÓN Pablo Martínez Bravo INTÉRPRETES Fernando Sainz de la Maza y Rubén Frías VOZ EN OFF Lola Baldrich ESCENOGRAFÍA Paola de Diego VESTUARIO Pier Paolo Álvaro ILUMINACIÓN Álvaro Nogales ESPACIO SONORO Carlos Otero y Álvaro de Vicente FOTOGRAFÍA Paul Rodríguez PRODUCCIÓN Producciones El Perro