La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma.
Goethe
Lo primero que te llama la atención es la escenografía: una composición de caja enorme blanca con una sencillez de blancura que se cuela en la retina; una especie de celda con una estética aséptica y demoledora.
Representa la habitación 513 del Lennox Mental Hospital (New York), o más bien encierra la historia de miles de mujeres que a través de los tiempos han impregnado ese espacio del extraño olor de la locura o de la cordura que no se correspondía a su tiempo.
De debajo de las sabanas se erige una mujer que después será varias: Raquel Arigita es la actriz.
Y ya no volverá mas a la cama, porque tiene mucho que hacer en escena. Mucho que desgarrarse el alma en una suerte de acto tan natural como el que se lima las uñas. Un desgarro interior lento, elegante, preciso, sin aspavientos de actriz engolada. Y podría haber caído en ello, porque es lo loco lo que representa, y no una locura si no varias, de diferentes calibres y condiciones.
Pero Arigita lo hace con la soltura de las que no se despeinan después de batallar con miles de gigantes, con la gracia de las que han pisado escenarios y saben como pisarlos, porque solo da un leve giro a su cabello, modifica algunos músculos de su cuerpo, varia el timbre de la voz y aparecen en escena unas tras otras mujeres que pasaron por el lugar de encierro de la, tal vez, enajenación.
Charlie Levy Leroy escribe y dirige este drama lleno de poesía, dotándolo de un texto cargado de feminidad y complejo de interpretar pero delicioso para cualquier actriz que se disponga a transitarlo por el camino correcto para conectar con el público y dejarlo petrificado mientras se va transformando en uno u otro discurso. Raquel Arigita engancha, naturalizando frases de insania con frases de cordura en las que se dibujan con trazo firme las historias de amor como motivo del estado mental de cada personaje.
Pero aún hay más, porque el autor no solo construye un monologo de desdoblamiento si no que le adorna con giro final de vuelta de tuerca.
Un giro, que si hemos aprendido a no juzgar durante la función, deja un extraño dulzor de boca. Ese que tiene el saberse libre, el aceptarse en la libertad y el poder salir del encierro interior.
Porque fíjense, la función se llama La Mirada interior, no la habitación 513 que es desde donde parte el periplo de las diferentes enajenadas. No es la locura el trasfondo, si no la cordura de romper ataduras y elegir como vivir. Cordura y locura en un baile circular. Un vals acompasado en el que los pasos que dan vueltas se van construyendo con la misma melodía de palabras para lo loco que para la sensato.
La Mirada Interior es un interesantísimo trabajo que arriesga tanto en lo poético, lo histórico como en lo reflexivo.
Cuando termina, con ese final que parece un continuo más que un «se acabo la función» (característica de los puntos y seguidos que acostumbra el autor y director en sus obras) se nota una ovación sincera entre el público, ya que lo que hemos visto parte de la sinceridad y el público devuelve lo mismo.
Titulo: La Mirada Interior / Texto e Dirección: Charlie Levy Leroy / Actriz: Raquel Arigita / Compañía: The Acting Company
Off de la Latina C/Mancebos 4
Viernes 20:30 h
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