“En todos los asuntos humanos hay esfuerzos, y hay resultados, y la fortaleza del esfuerzo es la medida del resultado”.
Jamen Allen.
Lo extraordinario del teatro es que es un juego compartido en el que las claves están en la imaginación del que lo representa y del que asiste a la función. Con un acuerdo de complicidad ,lo que hay en el escenario se convierte en algo diferente sabiendo realmente que todo es mentira pero viviéndolo desde la verdad más absoluta.
En Madrid se puedo ver en La Casa de la Portera y cuando entrabamos en una sala reducida, como es la habitación principal, en la que por haber puesto un trozo de césped, sonar de fondo un ligero viento y encontrarnos a dos actores vestidos para correr, todo se convertía en un espacio abierto donde dos amigos entrenaban para un maratón. Ahora regresa a un espacio más grande, el escenario de Nave 73 y me imagino que nos harán recorrer la inmensidad de Central Park.
Nos hacen conectar con una mentira magistralmente construida y a partir de ahí acompañamos a Mario y Rober, los dos corredores durante su carrera vital. Ellos que entrenan para el objetivo final de correr en New York, aunque el entrenamiento sea ya un objetivo en sí mismo.
Hay una parte real en todo esto, y es que corren de verdad, corren sin pausa durante 60 minutos hora cronometrando en directo su hazaña, sudan las palabras, convierten los pasos de sus pies corriendo en la música de acompañamiento de las emociones que quieren transmitir, y lo hacen con tanta realidad y desencarno que en algunos momentos el estómago de los que estamos plácidamente sentados se encoge del esfuerzo.
Una delicia que el cuerpo con sus pisadas, la respiración y el movimiento de alguien que entrena en un acto común como es correr cuente tanto sobre unos personajes -metáforas universales de posiciones ante la existencia- y sobre la carrera de fondo que es la vida.
Es complicado crear ese lenguaje corporal y que además acompañe de manera sincrónica al texto que escribe el italiano Edoardo Erba, pero Joaquín Mollá y Chechu Molto, bajo la dirección de Jorge Muñoz ,lo consiguen acertadamente y generan en el publico una reacción visceral que puede mutar por diferentes estados que van desde la angustia, hasta la empatía llegando al desconcierto.
Edoardo Erba es un autor italiano contemporáneo con una amplia trayectoria dramatúrgica y reconocido internacionalmente, pero no excesivamente representado en España, por lo que la apuesta de la compañía Criadero de Morsas es más atractiva al acercarnos a este interesantísimo autor. De hecho esta obra ha sido traducida a diecisiete idiomas y representada por todo el mundo, teniendo como variante a dos mujeres en vez de dos hombres, como sucedió en una de las puestas en escena en Argentina.Lo cual nos habla de la versatilidad y universalidad del discurso más allá de la forma que adquiera.
Dicen que la maratón es la prueba más dura y larga que se realiza corriendo.
Esta obra tiene la dureza exacta que tiene cualquier recorrido por una vida humana. Cada cual con la suya. La existencia aquí encarnada por Rober (Chechu Moltó) el que planta cara, se deja el bazo en la carrera y enfrenta la vida corriendo sin pausa a ver si se le borra la sensación de que todo es una pesadilla y Mario (Joaquín Mollá), el personaje más débil, dubitativo y que intenta dejar de correr detrás de todo el mundo pero no puede.
También la obra tiene la duración ajustada para que los dos personajes hagan un repaso a la mundano y lo divino, generen una relación entre ellos, símbolo de lo fuerte y lo débil , de la supervivencia material y de la emocional, y también para que cuando salgamos sigamos reflexionando sobre lo que nos dejan abierto; sobre lo que entendemos y no entendemos de lo que ha sucedido en ese entrenamiento en el que aparentemente solo vemos a dos amigos corriendo en diferentes planos de físico y de consciencia.
Entender y no entender. Tanto en la obra como en nuestro día a día es lo que sucede en el recorrido vital que tiene como meta la muerte. Y para sobrevivir necesitamos hacer un esfuerzo continuo, luchar contra obstáculos ajenos y contra los que nos imponemos nosotros mismos, pero en ese camino, como dice el autor, podemos parar, podemos continuar aun a pesar de nuestras dificultades, podemos ver la nuca del que nos adelanta o marcar el ritmo… Somos libres de parar…o ¿no?
La obra abre dos brechas en el espectador: Lo que se mueve en el estado emocional y sensitivo impulsado por el esfuerzo físico de los actores y lo que nos planteamos racionalmente como cuestiones metafísicas. Es una acierto combinar los dos planos y aquí se consigue , lo que no sucede en muchas otras puestas en escena . Puede que la cercanía a la que nos somete el espacio para ver el esfuerzo físico de los actores ayude, pero creo que es algo más allá: es un acto de coordinación y coreografía entre palabra, ritmo y sensación.
Al igual que Mario que no para de preguntar durante todo el entrenamiento : ¿Por qué corremos? o ¿cómo nos conocimos tu y yo?, el espectador se cuestiona a lo largo de la obra, y sobre todo se cuestiona con su final sorprendente.
Hay muchas leyendas sobre como comienza la Maratón. Una dice que Filípides, un soldado ateniense, corrió para llevar a su pueblo el mensaje del triunfo ante los persas. El militar corrió sin parar durante 42 km para evitar que la mujeres atenienses mataran a sus hijos y se suicidaran si habían perdido sus maridos la batalla, porque los persas habían dicho que saquearían Atenas si eran vencedores. El soldado corredor murió tras dar su mensaje.
Mario (Joaquín Mollá) impacta en el cierre cuando grita en su desconcierto, corriendo con un ritmo frenético: “¿Qué mensaje tengo que llevar?» y luego funde a una absoluta obscuridad.
Quizás el mensaje de este recorrido en esa noche profunda y fría donde entrenan los dos aspirantes a correr La Maratón de New York se escribe en forma de un texto interesante, dos buenos actores con un nivel físico y actoral admirable, una puesta en escena sencilla y efectiva, dudas, intrigas, sonrisas y reflexiones.
Titulo: La Maratón de New York / Autor: Edoardo Erba / Director: Jorge Muñoz / Interpretes: Joaquín Mollá, Chechu Molto/ Compañía: Criadero de Morsas
Nave 73 C/Palos de la Frontera, 5
13, 20 y 27 de mayo y el 3 de junio a las 20:30