La libertad

La libertad

 

Siendo el ser humano un animal social, la libertad es el engarce perfecto para ligar individuo y grupo, y al tiempo deslindarlos. No hay humano sin sociedad, ni que sea de objetos, a la Robinson Crusoe.

¿Y qué sería la libertad para Crusoe? La libertad de acumular conchas en su despensa, por ejemplo. Con lo que reincidiría en lo social, una sociedad de conchas es una muestra de sociedad perfecta.

Pues no caben disensos entre ellas, ni entre ellas y Crusoe, dado que su organización social está regida por un principio superior que regula el propio náufrago. Así, el fusible de todo el proceso es Crusoe que saltaría a otro estado de libertad caso de producirse un cortocircuito.

Pero Crusoe es un prisionero, ante todo de sí mismo y de sus reglas de vida, férreamente sujetas por su mano, que ata cabos. Así, ¿Crusoe no es libre? Es uno de los seres más libres que pueda haber, desde cierto punto de vista, el de la libertad estrictamente individual, pues está solo.

Y al tiempo, es un prisionero absoluto, paradójicamente también de sí mismo. El mismo se autocontiene en su locura social y extemporánea. La libertad de Crusoe es ante todo la libertad de aparentar a cada instante que sigue siendo él mismo.

Un individuo, y como tal un miembro de alguna sociedad. ¿Secreta, en este caso?

El caso del náufrago es un caso límite que nos puede servir para ilustrar alguna de las paradojas que nos propone la libertad.

La libertad es el fiel de la balanza que regula las relaciones entre individuo y colectividad, entre individuo y sociedad. No hay libertad de uno, por tanto, el hombre no es libre ante sí mismo.

Acabamos de ver que en el único caso en que no habría interferencias de los otros, el propio individuo, solo, se convierte en fusible que salta, cortocircuita.

La libertad antigua presuponía un sistema de contrapesos simbólicos que ordenaban la lucha por la existencia, nuda, a pecho descubierto, y permitían la existencia de una más o menos precaria organización social.

Si el único acto libre de un individuo, en tanto que individuo, es el suicidio en el momento de su comisión, cae todo el peso de la culpa, la carga de la prueba, del lado de la sociedad.

Así, el código de honor de las sociedades antiguas incluía como un punto esencial todo lo relativo al suicidio en la seguridad de que no se perdía ahí a un individuo en sociedad, sino a un individuo en acto.

Pero nosotros, hombres modernos, nos regimos por los códigos fundados en la Ilustración. Y el supremo mandamiento de la libertad revolucionaria, es, “mi libertad acaba donde comienza la libertad del otro”.

Ya una vez el orden social impuesto, la vieja libertad, se transmuta en la libertad de ser un producto social. Ser libres es una cuestión de multitudes. Organizadas y encuadradas según un orden racional.

Esto es, la libertad es la ecuación transformacional que muestra la real equivalencia entre individuo y sociedad. Mediante la libertad transitamos entre ambos polos y regulamos el estado en que nos hallemos a cada momento.

De este modo, la libertad, de cuestión de conciencia, en el mundo antiguo, pasa a ser una llave que nos abre las puertas de toda convivencia y desenvolvimiento en un mundo que se agranda hasta perder de vista sus límites.

Hemos pasado de la polis, hace ya mucho tiempo, al mundo. La libertad es el santo y seña, la contraseña, que nos permite caminar por el mundo. La vía regia de nuestra conciencia se vuelve el duro camino que pisamos al transitar.

Ser libres nos hace viajeros, prisioneros de nuevas limitaciones, pues si algo es la libertad, es un vaivén continuo entre dos extremos que nunca se tocan salvo por los embates del prisionero.

La libertad de pensamiento está tan regulada como la libertad de culto, pongamos por caso. Pensar es una de las actividades que nos puede conducir a la felicidad, regulada en el derecho a su búsqueda por primera vez en la Constitución americana.

Pensar no es crear delicuescencias, al modo romántico, aunque también sí, desde el punto de vista de la ampliación a la Naturaleza de los derechos constitucionales de la República humana.

Pero sobre todo es tallar el espacio auténticamente humano en la nueva polis extensa que es el mundo. Pienso, existo. La cuestión de la existencia pareciera haber sido dejada un tanto de lado con las nuevas previsiones legales.

Dada por supuesto, representa un problema esencial puesto que la concepción moderna de la libertad es heracliteana, un devenir entre iguales, y no parmenídea, al modo antiguo, una cuestión meramente individual.

Y el retorno de la existencia mediante el desvío del pensamiento, reintroduce subrepticiamente al individuo dentro del individuo, por así decir. Es un intruso en el ordenamiento constitucional.

De ahí que empiece a ser inmediatamente reconducido al rebaño, por medio de las disquisiciones de los filósofos a lo largo del XIX y parte del XX. Tales disquisiciones ofrecen normativa, convencionalizan de algún modo algo que podía ser subversivo.

El pensador, solitario o no, se encuentra de nuevo rigurosamente vigilado y encuadrado en corrientes y contracorrientes de pensamiento superiormente acordadas.

Hemos visto que la libertad es un tema maleable, y que se teje y se desteje con suma destreza a lo largo de los tiempos. No es para menos pues, volviendo al principio, es la gran reguladora entre individuo y sociedad.

¿Y la libertad de creación? ¿No supondría, acaso, un nivel superior de acceso por la puerta falsa a escapar de las trabas y limitaciones que hasta ahora venimos exponiendo?

Los creadores son a su vez parte de una dupla peculiar, la dupla creador-público, sin la que no se puede hablar de labor creadora. Pues la labor solitaria es una suerte de pensamiento onanista que ya hemos visto en su regulación.

El creador hasta cierto punto crea a su público, o al menos se encuentra con este sin premeditación ni alevosía. ¿El público es una función del creador? No diría tal, sino que público y creador, una vez más en esta historia, están sometidos a una regulación superior y que escapa a sus previsiones.

Es el equivalente en el mundo de la cultura, a la mano invisible que regula el mercado de Adam Smith. Un deus ex machina útil cuando el autor correspondiente se queda sin argumentos de otra índole.

Recapitulando, la libertad moderna es social o no es. El alma es la mini-constitución interna que ha sido depositada por intereses superiores en el interior del individuo. La regla en el mundo moderno es que la libertad es el camino por el que transitamos todos cada día.

Por eso, cualquier alteración en los presupuestos básicos de la libertad en el mundo moderno conllevaría el paso a una nueva era, abierta a disquisiciones que escapan de las expuestas en estas líneas.

Lo que no quiere decir que no vivamos en un mundo con tintes de mundo feliz. La obra de Huxley es un buen ejemplo de como la libertad puede ser aplicada con mano de hierro.

En suma, habitamos mundos sumamente elásticos, que admiten múltiples composiciones y declinaciones de la palabra y concepto de la libertad.

Pero no dejemos de pronunciarla, aunque sea como un mantra…

Autor

Soy José Zurriaga. Nací y pasé mi infancia en Bilbao, el bachillerato y la Universidad en Barcelona y he pasado la mayor parte de mi vida laboral en Madrid. Esta triangulación de las Españas seguramente me define. Durante mucho tiempo me consideré ciudadano barcelonés, ahora cada vez me voy haciendo más madrileño aunque con resabios coquetos de aroma catalán. Siempre he trabajado a sueldo del Estado y por ello me considero incurso en las contradicciones que transitan entre lo público y lo privado. Esta sensación no deja de acompañarme en mi vida estrictamente privada, personal, siendo adepto a una curiosa forma de transparencia mental, en mis ensoñaciones más vívidas. Me han publicado poco y mal, lo que no deja de ofrecerme algún consuelo al pensar que he sufrido algo menos de lo que quizá me correspondiese, en una vida ideal, de las sempiternas soberbia y orgullo. Resido muy gustosamente en este continente-isla virtual que es Tarántula, que me acoge y me transporta de aquí para allá, en Internet.

2 comments

  • pedazo de artículo, pues más allá de las cacareadas muertes y naufragios
    Zurriaga hace un recorrido muy interesante, profundo y sutil por el concepto
    de la Libertad, desde la antigua/parmenídea hasta la moderna/heracliteana…

    y yo que aún ando analizando teorías sobre la Libertad, que ya atravesé las de
    Aron y Berlin, Villoro y Bobio, con Heguel y Kant en sus bases respectivas,
    no salgo del asombro, sabiendo que a estas alturas, ya no me gusta hablar de
    Libertad en singular, sino de libertades, como tampoco caer en la encerrona
    del más de lo Mismo, porque Foucault no me deja, dejar de atender a lo Otro;
    entonces, de la mano del último, pero a mi manera, no puedo dejar de aludir
    y denunciar, una vez más, nuestra práctica milenaria occidental de lo Mismo y
    de lo Otro, de lo «normal» y de lo «anormal»…

    porque hoy sé demasiado bien que lo último está en el núcleo duro
    de nuestro debe para con el prójimo/Humanidad, con la gran sombra de abajo,
    con lo «impensado», todo un mar (literario) por beber…

    porque a lo antiguo y lo moderno sigue, necesariamente, un tercero, aún no
    nato, pero en camino/proceso, un tercero neutro, mestizo y plural, que del
    ser o no ser, o del pensar al existir, hace una mochila que, tras siglos,
    ha de dejar de lado, ya sin muros, banderas ni fronteras…

    porque ‘el pensamiento no toma asiento’
    porque el sentimiento así lo exige
    porque entre el ser y el fluir, anda todo un océano inmenso e innominado
    esperando su turno el sentir que, como puede y, muchas veces, solo le
    dejan, se hace Camino entre tanto desatino tras sus peculiares saltos
    desde las luces de la Razón/Doña creadora de miedo y de los monstruos
    goyescos, bajo la etiqueta de los «anormales» (*)
    hasta las razones de la Luz/Conciencia

    no obstante, acabo por un lado con mi ya canto habitual al
    ‘verde que te quiero verde’ lorquiano, a la esperanza de una mundo
    que perece entre prisas, simulacros y espectáculos, con una cultura
    de la «imagen» que, desgraciadamente, lo que más destaca es el
    culto al «cuerpo», pero se olvida de los cuerpos (**), a lo largo de toda
    la historia humana o más bien inhumana, no???

    luego y entonces
    pensamiento crítico/libre vs pensamiento único/cautivo
    y, por otro lado, recomiendo la lectura imprescindible de la
    obra «1984», porque en ella, Wells sí prevee el futuro de
    nuestro presente sin pasado, como ningún otro autor antes
    jamás lo hiciera, incluido Huxley…

    (*) pues así dieron paso los autoproclamados «normales», a muchas
    paradojas y aporías, todas ellas provenientes de sus falsas o dobles
    morales tan abundantes ellas, en «Un mundo sin rumbo» (I. Ramonet)
    y en continua deriva Barthesiana

    (*) en cambio, a lo largo de la «Historia», cuando se acordaron de ellos,
    reitero, de los cuerpos, sólo fue para someternos a todo tipo de
    vejaciones y maltratos, así de las sociedades disciplinarias pasamos a
    las de control actuales y, todo ell, se fraguó, ‘explotando’ los trabajos
    de los cuerpos, en condiciones infrahumanas y trabajos en cadena,
    mediante espacios de vigilancia exhaustiva, cuando no se les torturó
    sin piedad alguna o cuando no fueron quemados en las hogueras por
    ‘herejes’ (‘brujas’, pensadores, científicos, etc.). Por todo ello, es urgente
    hoy y siempre, no perder de vista ya nunca jamás, la diferencia más
    básica para nuestra cultura, la que distingue lo público/ético de lo
    privado/credo, no???

    Roranna-120916-10h.

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    • Paseas al bies, y en pespunte, querida Roranna, sobre la libertad y sus manes, sus hados y sus méritos, cuando no matices, requiebros y sensibilidades – en general -. Te agradezco mucho tu comentario tan dialógico y a la vez jocundo como interesante y cumplidor del fiel de la balanza lógica y espiritual, al tiempo. Besos.

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