Hace unos meses tuve la ocasión de conocer, en un evento jerezano en la Fundación Caballero Bonald (donde presentaba un libro recientemente editado sobre la figura de Rafael Alberti, obra del admirado profesor Gregorio Torres Nebrera), al escritor Manuel Bernal Romero, con quien pude departir sobre algunos proyectos propios y comunes.
Curiosas casualidades, resulta que el también profesor Bernal (imparte Lengua Castellana y Literatura, como no podía ser de otra manera, y ¡ay! quién tuviera en Bachillerato la ocasión de dar con alguien tan comprometido con su tarea en un sentido tan amplio) ha publicado un riguroso estudio -de muy agradable lectura, sensata y delicadamente crítico, pero sin miedo a poner las cosas en el sitio que les corresponde- que, en mi opinión, debería hacer mucho ruido. A caballo entre el ensayo histórico y la biografía novelada, en él desmonta Manuel Bernal algunos de los lugares comunes y creencias más fuertemente establecidas -casi convertidas en inmemorial mito- sobre uno de los grupos literarios más importantes del pasado siglo; de ahí que el libro lleve tan elocuente y atractivo título: La invención de la Generación del 27 (Berenice, 2011, 210 pp., 19 euros). Y puntualiza el autor en el subtítulo, por si cupiera algún tipo de duda: La verdadera historia del nacimiento del grupo literario de 1927.
Resulta llamativo para el conocedor de la cultura literaria española que, de repente, una expresión tan arraigada y empleada como la de «Generación del 27» -presente en manuales de colegio e instituto, también de universidades, y que ha dado ocasión para la celebración de tantos y tantos cursos, simposios y encuentros de diversa índole- quede puesta en entredicho. O al menos entre paréntesis. Porque el profesor Bernal (que también es literato, autor de novelas para jóvenes y adultos, así como un consolidado poeta) no niega la existencia de tal Generación, sino la forma en que ésta, como grupo y, más allá, como leyenda, quedó constituida.
Ya en el prefacio de la obra Manuel Bernal nos pone sobre aviso -como si de una novela de intriga se tratara- al referirse a ciertas carencias, faltas u olvidos, ciertamente sospechosos y quizás estratégicamente alambicados, que se propone investigar:
Cuando se revisan las fuentes directas que pudieron dar o dieron cuenta de lo supuestamente montado en Madrid en mayo de 1927 para conmemorar el tercer aniversario de la muerte de Góngora, una lectura minuciosa de los textos nos va a regalar la grata sorpresa y la frescura de lagunas sobre las que no se ha buceado lo suficiente, y en las que vamos a vislumbrar que lo que acaeció en Sevilla, no transcurrió como nos lo contaron, e incluso que algunos eventos ni siquiera sucedieron.
«Frescas» lagunas, expresiva fórmula con la que el autor ya nos invita a leer, casi enrabietados y de un tirón, La invención de la Generación del 27. Una frescura que se puede adscribir no sólo a los huecos que Bernal pone en evidencia -y que va tapando, le aseguro al lector, con datos y anécdotas de lo más llamativos-, sino a la forma en que el ensayo está redactado. Éste comienza con este párrafo, llamativo e irónico a partes iguales:
La singularidad o interés de La invención de la Generación del 27. La verdadera historia del nacimiento del grupo literario de 1927, después de todo lo que se lleva escrito sobre la misma, es mostrar, desde el reconocimiento y la admiración de sus componentes, la dimensión más humana de aquellos jóvenes que por cumplir su sueño desafiaron a lo establecido, y fueron capaces de urdir una de las tramas más «literarias» de nuestra literatura.
No desvelaré al lector ninguno de los datos que Manuel Bernal promete aportar -y aporta- sobre la Generación del 27. Para eso está el libro, cuya sugestiva idea, aquí apenas esbozada, y cuyo indicativo título (¡casi hiriente!, por lo atractivo), deberían suponer ya razones suficientes para acercar a un público masivo a la obra.
Lo que sí diré es que La invención de la Generación del 27, que -en palabras del autor- «busca en los recodos de la humanidad y de la genialidad de nuestros autores», está escrito con un profundo respeto -acompañado de una fina irreverencia, necesaria para el tema que se propone abordar– del profesor Bernal que, en este caso -y como ya he mencionado-, es también autor literario, un dato que se respira en cada uno de los recovecos de este ensayo que apenas deja tiempo para respirar. Aquí podréis leer una extensa entrevista a Manuel Bernal realizada por El Día de Córdoba.
Concluyo con una postrera alusión a Rafael Alberti, quien a juicio de Manuel Bernal, con la incomparable ayuda de la inmortal crónica de Gerardo Diego, tuvo mucho que ver con la constitución de la Generación del 27 como grupo literario. Y de nuevo el autor del ensayo, con su carismática prosa (en la que puede notarse un característico tono andaluz, tan grácil y fluido), nos deja con la miel en la boca:
Y así fue cómo de la mano de Gerardo Diego y de la aquiescencia del otro de los protagonistas de esta maravillosa invención, su amigo y compañero Rafael Alberti, a la sazón secretario de la comisión organizadora de los actos organizados en torno a Góngora, que la crónica de os sucesos de Madrid pasó de ser feliz, jocosa y hasta afortunada invención, tan propia del clima, los usos de la modernidad y de las vanguardias españolas y europeas, a convertirse en historia.
Ciertamente este ensayo tan excelentemente documentado se lee como una novela ¿por qué no será siempre así?