En su primer largometraje, Fernando Franco se ha atrevido a ponerse al timón de una historia intimista, a la par que cruda, ofreciendo un descarnado retrato sobre una mujer que padece de trastorno límite de la personalidad, enfermedad caracterizada principalmente por una extremada inestabilidad emocional, acciones impulsivas, dudas acerca de la propia personalidad y relaciones interpersonales caóticas. Sin embargo, en ningún momento se hace mención de este trastorno durante la cinta. De hecho, a pesar de que según avanza el filme resulta evidente que la protagonista sufre de algún desorden mental que la tortura, ni tan siquiera ella termina de ser consciente de que es víctima de dicha enfermedad, y mucho menos las personas de su entorno. Al no ser revelada ésta información, Franco hace al espectador partícipe (sufriente) de la desesperación que la embarga en todo momento, y, por otro lado, consigue no limitarse a realizar una mera fotografía de sus síntomas, sino que indaga en sensaciones universales como la soledad, el rechazo y el miedo que suscita a veces la eterna duda ante el futuro incierto.
Realizada toda ella en planos secuencias, con claras reminiscencias al docudrama, desde un primer momento asistimos a cada uno de los movimientos de Ana, personaje protagonista que aparece en casi todos los planos de la película, lo que sumerge al espectador en prácticamente el mismo desasosiego que ella padece, tratando de que nos pongamos de algún modo en su piel. Con notable naturalidad y realismo, el director nos enfrenta al sufrimiento de una joven que si bien se siente útil y satisfecha en su trabajo diario trasladando y ayudando a enfermos en una ambulancia, al finalizar su jornada, le es completamente imposible relacionarse, pues es socialmente torpe, e incluso agresiva, con las personas que le son más cercanas y queridas. Aunque su mayor deseo es tratar de superar esta barrera, así como descubrir su lugar en el mundo, cada vez le resulta más difícil alcanzar esa felicidad deseada por todos. Ana se siente muy sola e incomprendida, rodeada de personas que considera que no la entienden, sumergida además en un comportamiento autodestructivo que la encamina reiteradamente hacia el fracaso, imposibilitándola hacia cualquier vía de escape y que la mantiene presa de una terrible angustia vital, a pesar de los esfuerzos que realiza para sobreponerse a su malestar.
Resulta admirable el planteamiento elegido para representar está enfermedad en la pantalla, siendo sin lugar a duda La herida una apuesta bastante arriesgada por parte de sus realizadores, abordando con arrojo una trama muy controvertida y considerablemente dura; sirviéndose además de un recurso narrativo también arriesgado, en el que opino consiguen triunfar holgadamente, beneficiado desde luego por la muy notable interpretación de su protagonista (espléndida Marián Álvarez) que la ha hecho merecedora del Premio Especial del Jurado a la Mejor Actriz en el recienteFestival de San Sebastián. Sin embargo, debe reconocerse que lo que a mi juicio puede ser el gran triunfo de la película, quizás también pueda ser considerado uno de los mayores problemas de los que adolece, pues si algo parece evidente tras ver La herida es que no es una película para todos los públicos. El hecho de que el director someta constantemente, sin dar respiro alguno, al espectador a esa angustia vital que sufre la protagonista, implica también que en momentos la película pueda resultar tediosa e incómoda, obligándonos a tener que apartar la mirada de cuando en cuando, alejándonos y no consiguiendo finalmente engancharnos a ese viaje emocional perseguido, lo cual debiera ser el objetivo principal. Aunque es indudable que la cinta cuenta con varias escenas que impactan por su contenido visual y por lo que transmite, en ocasiones puede volverse ligeramente rutinaria, larga e incluso aburrida.
No obstante, en lo que probablemente coincidan todos aquellos que vean La herida, es en su lograda realización y en las más que acertadas interpretaciones de sus actores. Destacar, además de la ya mencionada magnífica actuación que realiza Marián Álvarez, superando notablemente el reto de llevar totalmente el peso del filme, la breve aparición de Ramón Barea, que encarna a unos de los enfermos con los que simpatiza Ana en su trabajo, y a Manolo Solo, que defiende perfectamente su papel de compañero de la protagonista en la ambulancia y que no sabe bien cómo conseguir ayudar a su colega.
La herida, (2013), de Fernando Franco, se estrenó en España el 4 de octubre de 2013