Flaubert decía que quería escribir una novela sobre la nada. Naturalmente, no la escribió. Imaginemos que a imitación del Deus sive Natura (Dios o la Naturaleza), de Spinoza, alguien emitiese un “Dios o la Nada”. Desde luego, a partir de ese postulado se podrían derivar bellas consecuencias como que Dios es el pensamiento desencarnado del mundo (entendiendo por mundo al Universo) o que Dios no puede ser inteligente. ¿Pero no perderíamos al niño al lanzar el agua del barreño? La nada es sustancialmente un concepto de la física e insustanciadamente, si me permiten la barbaridad, de la filosofía y la teología.
A Paolo Sorrentino, director de Un lugar donde quedarse entre otras, le ha salido una película de la nada, y así le va. Pivota sobre un estólido periodista, Jep Gambardella, servido por Toni Servillo, alrededor del cual, y en función del cual, van enganchándose imágenes, boutades, pamemas y trampantojos, muchos trampantojos.
Gambardella, figurón de todas las fiestas y saraos de la sociedad romana tiene su horario de ave del paraíso de tres de la tarde a seis de la mañana (más o menos). Se mantiene físicamente, muy bien, a sus sesenta y cinco años recién cumplidos. La pasta moral ya es otra cosa, no está hecha al dente, desde luego. Es un personaje impostado, mal construido y con un centro de gravedad atrabiliario. Supuestamente atractivo y hombre irresistible, el periodista no deja de obsequiarnos continuamente con sentencias aparentemente cargadas de sentido común que dejan su espacio vital en derredor tan plano como el encefalograma plano en que quedarían, supuestamente, los cerebros de todos y cada uno de sus interlocutores.
La intención del director, y guionista, claramente, es ofrecernos un personaje apabullante, arrollador, la encarnación moderna del espíritu romano de todos los tiempos, lúcido, cínico y desencantado. Pero Sorrentino se pasa tres pueblos, se le va la mano hasta que no queda otra que decir “basta” y empezar a pensar en otra cosa.
Heredera putativa de películas como Roma, La dolce vita o Otto e mezzo, La gran belleza de Sorrentino muestra a las claras que el ciclo italiano se halla en sus horas bajas. O de cierta Italia habría que decir, porque nada curiosamente, produce el film una filial de Mediaset, el gran contenedor mediático de Berlusconi.
Así, el lúcido desencanto de Gambardella pasa a ser la magnífica desfachatez que ostentan productos como la telebasura de la estación televisiva más degradada y “diabólica” de nuestras pantallas. Gambardella no saja como fino bisturí la realidad que le rodea sino que la mixtura, atildado y apuesto, trufando de hígados y casquería el cerebro y el corazón, pero como estamos en Italia, vistiendo al esperpento con ostentosos y refulgentes ropajes.
En la última parte de la película, que se hace inacabable porque la velocidad con que absorbemos las imágenes bellas es contraria al reposo y mesura que requeriría su digestión, se introduce el tema religioso. Es la cultura de la muerte, encarnada por una “santa” de rasgos atrozmente similares a los de la madre Teresa de Calcuta. Nos viene a confirmar que la película es un entierro, de tercera, de una época y una cierta visión del mundo.
No podemos dejar de mencionar a Romano, interpretado por Carlo Verdone, que da la réplica, como criado intelectual, a Gambardella. El pobre Romano, ninguneado durante toda la película por una criatura de la noche por la que bebe los vientos, es la contrafigura del periodista protagonista. Hasta cierto punto, salva a Gambardella de su nadería pero de un modo líquido, escapándose por entre los dedos.
La gran belleza seguramente gustará mucho a todos los que sean dignos del espíritu de nuestro tiempo. Me corrijo: del espíritu que quieren imponernos como el de nuestro tiempo. Aquellos que podrían decir “no sabemos lo que somos, pero sabemos lo que no somos”…No, no lo saben.
La fotografía, de Luca Bigazzi, excelente.
La Grande Bellezza –La gran belleza (2013)- , de Paolo Sorrentino, se estrenó en España el 5 de diciembre de 2013.
… además: qué poco «romano» es el personaje Gambardella, más bien tiene el estilo de un esnob londinense. Gracias por tal texto, no podía creerme las críticas que de momento había leído sobre esa película.
Gracias por la crítica.
Yo disfrute mucho con la película; aparte de las posibles críticas que cada uno tenga sobre el planteamiento, creo que en conjunto acierta consiguiendo una peli magnética con buenas dosis de humor, bondad, crueldad y surrealismo, y una puesta en escena formidable que subraya muy bien el tono y el tema de la película.
Quizá la característica mirada de perro pachon del actor a veces satura un poco, pero consigue caer bien y enredarte en su personal crisis existencial a través de esa bondad tramposa, y de un ritmo reposado pero firme, muy logrado.
Dicho desde la modestia, para es de las mejores películas que he visto en los últimos dos o tres años.
Me identifico y suscribo este comentario. Quizá es que me he vuelto un hedonista que participo del «espíritu que quieren imponernos como el de nuestro tiempo». Puede ser, pero no es nada seguro. A mí esta película me ha hecho reír, pero reír a carcajadas, y eso es algo que no me ocurre todos los días, desgraciadamente, y que valoro mucho. Ciertamente, esta pieza no tiene un gran calado moral -quizá hasta es amoral- pero eso a mí que me importa. Yo no voy al cine a que me enseñen el catecismo. De eso ya tuve mucho en su momento. Concluyo: nunca dejará de asombrarme la diversidad de las opiniones y de los gustos.
Personalmente creo que esta película es una copia de la «Dolce Vita» con aspectos de «Roma» (fugaz y maravillosa aparición en la noche romana de Fanny Ardant en lugar de la maravillosa y fugaz aparición que hacía Anna Magnani en Roma de Fellini). Maestro Fellini perdónalo! Humildemente es lo que el visionado de esta película me despierta. Dónde está la creatividad? Urge decir o generar algo nuevo porque de lo contrario prefiero seguir viendo muchas veces más las películas de Fellini que son originales y fermentales. Está bueno inspirarse pero no copiar.