11 de julio de 2010. Aquel día el país al completo quedaba paralizado por lo que, mientras para algunos era un simple partido de fútbol, para otros suponía el momento de ver cumplido uno de sus grandes sueños: ver a España coronada como la mejor selección nacional de todo el planeta. Durante aquellos agónicos 120 minutos los diferentes problemas profesionales, familiares o afectivos de millones de espectadores parecían quedar relegados a favor de lo que sucedía en el estadio Soccer City, en la lejana Sudáfrica. Daniel Sánchez Arévalo captura este momento mágico y le da intencionalmente la vuelta en La gran familia española; una película coral repleta de caras conocidas (Antonio de la Torre, Quim Gutiérrez, Verónica Echegui, Roberto Álamo o Raúl Arévalo) que supone un claro «ascenso de nivel» con respecto al último de sus trabajos.
Con la final del Mundial de Futbol 2010 como telón de fondo, Arévalo consigue reunir a una serie de personajes de una misma familia (qué mejor excusa que una boda) para indagar en sus mentiras y secretos, para obligarles a hacer una dolorosa autoevaluación durante esas dos horas en las que el tiempo parece haberse congelado para el resto. Y lo logra con bastante habilidad, excelente ritmo y un buen pulso narrativo. Ayudado en todo momento por un ágil y arriesgado montaje, Sánchez Arévalo construye una interesante historia familiar compuesta de diferentes piezas que, pese a encajar perfectamente entre ellas, no consiguen componer un tamiz suficientemente entramado dado las escasas conexiones que se establecen entre las mismas.
En La gran familia española asistimos a tres historias que carecen de cualquier nexo común más allá del propio parentesco de sus personajes y su coincidencia en el espacio-tiempo. Tres historias casi independientes y de muy distinto grado de interés a las que Daniel Sánchez Arévalo decide otorgarles el mismo peso. Unas tramas, que si bien no consiguen cruzarse, sí establecen entre ellas una extraña relación simétrica propia de un singular juego de espejos (dos hermanos enfrentados por una misma mujer y dos hermanas disputándose al hermano pequeño de los dos primeros).
La excesiva y casi obscena dilatación del tiempo en esta película (inconcebible que todo lo que sucede lo haga en las menos de tres horas de partido) no parece ensombrecer la habilidad y el talento de Daniel Sánchez Arévalo a la hora de construir diálogos y situaciones. Un talento que, bien es cierto, parece mostrarse quizá de un modo bastante irregular. Ya lo vimos en la prescindible Primos, y una vez más volvemos a encontrarlo en La gran familia española. Arévalo combina momentos brillantes, de gran dinamismo y carcajada segura, con otros en los que la historia termina perdiendo interés. Y lo hace además en aquellas secuencias en las que el director opta por ponerse serio. Prueba de ello son las diferentes escenas protagonizadas por Verónica Echegui y Quim Gutiérrez, que unidas al flojo trabajo llevado a cabo por los protagonistas de Yo soy la Juani y Los últimos días, terminan conformando la trama que más acabará resintiéndose de toda la película.
Un «debe» en la cuenta del director y un buen número de «haberes», especialmente escritos de la mano de Antonio de la Torre y Roberto Álamo, los encargados de subir varios enteros la puntuación final de la cinta, así como también de los tres nuevos rostros que «debutan» en este metraje. Tres talentosos jóvenes – Patrick Criado, Arantxa Martín y Sandra Martín (atención a esta última) – que protagonizan una historia fresca, dinámica y divertida de fuerza indiscutible y excelente pulso narrativo.
Lo que sí parece claro es que, pese a su mejor manejo de la comedia, en La gran familia española, Daniel Sánchez Arévalo no deja de apostar por el drama. Lo hace nuevamente en los compases finales de la cinta, cuando gasta sus últimos cartuchos dramáticos en forma de giro argumental como cierre final del metraje; todo un replanteamiento ejecutado, justo es reconocerlo, esta vez de un modo impecable.
La gran familia española (2013), de Daniel Sánchez Arévalo, se estrena en España el 13 de septiembre de 2013.