“Serás amado el día que podrás mostrar tu debilidad sin que el otro se sirva de esto para afirmar su fuerza”.
César Pavese
Primero fue el libro firmado por Lorenzo Silva en 1997 y finalista del Premio Nadal, luego fue la película dirigida por Manuel Martín Cuenca y protagonizada por Luis Tosar y María Valverde. Ahora, Teatro.
Una historia que da mucho juego en el formato narrativo que se proponga. Quizás muchos recuerden la extraordinaria actuación de Luis y Maria en su versión cinematográfica, y si es así, deberían apreciar también la de Adolfo Fernández y Susana Abaitua a escasos centímetro de su asiento, con toda la carga del espacio y el tiempo real que contiene una versión teatral. Tengo que confesar que saber de antemano que Adolfo Fernández es el actor y co-director de la puesta en escena me daba una sensación de garantía. Un clásico de los escenarios, la pantallas grandes y las de televisión.
Haré un pequeño spoiler de la historia, un cuento urbano que bebe de la clásica Caperucita y el lobo: El narrador de la historia se empotra contra el coche de una pija de rayos uva una mañana de verano. Discuten. Como el tedio veraniego se apodera de él decide, para entretenerse, fastidiar a Sonsoles, la mujer con la que tuvo el accidente. Consigue su teléfono y su dirección tras algunas rocambolescas y divertidas llamadas y cuando va a su encuentro para seguir su particular acecho y derribo, es él quién cae en una trampa de atracción por la hermana de 15 años de su acosada.
Él (porque durante la historia miente en su nombre y no llegamos a saber cual es el real) es un trabajador de una sucursal de banca que lleva lo normal que cualquiera lleva en la cartera a falta de las fotos de sus hijos y su esposa: una foto de la duquesa Olga, hija del zar Nicolas II, asesinada por los bolcheviques en la madrugada del 17 de julio de 191 con apenas 23 años.
Nuestro lobo urbano se pregunta a menudo que sentiría el bolchevique encargado de asesinar a tan delicada criatura. Un lobo del siglo XXI con sus circunstancias de medio «yupi» en decadencia de soledad, que destila cinismo por su vida y la del prójimo preguntándose por un esbirro comunista mandado para aniquilar la elegancia, la belleza y el viejo orden. Esta es una lectura, hay muchas mas. Al fin y al cabo, es una metáfora, tras una historia de necesidad y amor.
¿Por qué cual es la flaqueza realmente? Quizás sea la de amar la inocencia, lo perdido y después con ese miedo terrible de lo estipulado, lo que te han dictado, tener que matarla. Amor y muerte son dos flaquezas del bolchevique, del hombre al fin y al cabo.
En la vida uno puede ser suicida, asesino o vividor. El personaje que interpreta Adolfo Fernandez es un asesino cuyo suicidio es a través de la seducción de esa maravillosa y pura Susana Abaitua, una Caperucita representación de la vida en todo su esplendor.
La historia se enmarca en una sobria escenografía, no por ello menos eficaz. La mano del diseñador plástico José Ibarrola está detrás. Significar para su loa que detrás de mi había un adolescente que antes de empezar la función le pregunto a su madre que por qué no había un decorado, su madre le contesto que era teatro moderno, al terminar la función el adolescente comentó: ¡Joer, se pueden hacer cosas geniales con muy poco! Tal vez, gracias al talento de Ibarrola ese chico sea un día también un gran escenógrafo.
Y añadir que la escenografía se complementa conjuntamente con un gran diseño de luces y un audiovisual muy evocador.
Y ahora, como guinda final de este pastel cómico-trágico me gustaría comentar sobre la flaqueza, léase fragilidad extraordinaria y dolorosa de los actores.
Adolfo Fernández arranca la escena y se mira en un espejo simulado para colocarse la corbata. Se avecina un gran actuación contenida en un pequeño gesto tan verdadero que te deja pasmado. Adolfo Fernández flaquea y suda, y lucha contra si mismo buscando en monólogos de ejecutivo soberbio, cínico, pasado de todo lo mejor que puede dar y lo acaba encontrando. Esa es la flaqueza del actor sobre un escenario teatral. La diferencia que marca la grandeza es saber encontrarse tras haberse perdido. Sufrir en directo los rigores del público ante un estreno y crecer, crecer hasta atrapar el corazón de los asistentes. Adolfo Fernández tiene la grandeza de la profesionalidad eficaz. Para mi es lo mas elevado que puedo decir de cualquier trabajador artístico, además de un carisma que llena la escena, algo innato pero también trabajado. Un grande.
Un actor tan transparente como el personaje que interpreta, que le dota de la fragilidad necesaria en ese envoltorio de dureza mentirosa.
Susana Abaitua es simplemente maravillosa, perfecta, fresca. Su carga es la adecuada para el personaje de Rosana y cada uno de los que estamos sentados observando la transformación del lobo en cordero amoroso, entendemos en toda su magnitud la razón de haber sido atrapado por esta fantástica criatura.
Ejercicio narrativo interesante. Actuación más que de interés. Un gusto disfrutar en el teatro de este clásico cuyos monólogos se ponen de ejemplo en las escuelas de interpretación.
Teatro Lara C/Corredera Baja de San Pablo,15
Martes, 3, 10, 17, 24 de noviembre, 1 y 8 de diciembre a las 22:15 h
Vi esta función es su estreno el día 3 de noviembre en el Off del Teatro Lara.
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